Tierra de nadie

Montoro no se conforma con aceitunas

A Montoro no hay que irle con gaitas porque lo suyo es la Sinfónica de Londres. Le preguntaron ayer su opinión sobre los españoles de la lista Falciani, mayoritariamente evasores fiscales con cuentas secretas en el HSBC de Suiza, y el ministro se vino arriba. En comparación con lo que él y sus chicos de la Agencia Tributaria recaudaron en 2014, aquello es un "aperitivo" ya digerido y lo suyo un chuletón de buey con guarnición de patatas panaderas. Se nos olvidaba que tenemos entre nosotros al Eliot Ness del fraude fiscal.

En la persecución de estos delincuentes nadie nos pueda dar lecciones porque este Gobierno y el anterior han sido implacables. Sirva el ejemplo la propia lista Falciani: una vez que Francia puso los nombres de más de 3.000 patriotas a disposición de Hacienda, la maquinaria se puso en marcha. Se recaudaron 260 millones, de los que 200 correspondieron a los Botín, esa familia tan bien vista en Podemos por su contribución al bienestar social. ¿Encarcelados? Ninguno. ¿Detenidos? Ninguno. ¿Imputados? Cero. Con el fisco no se juega.

De no estar tan liada forrándose en varios consejos de administración, la exvicepresidenta económica y ministra de Hacienda del PSOE, Elena Salgado, habría explicado por qué a estos emprendedores no se les abrió ninguna inspección ni se presentó contra ellos denuncias ante el fiscal como a cualquier hijo de vecino y sólo se les requirió que regularizaran su situación. Algunos verán trato de favor, pero todo apunta a que se trataba de una sutil maniobra para desconcertarles, lo que se logró con creces.

La cosa no quedó ahí ni mucho menos. Tras dejar caer todo el peso de la ley sobre los defraudadores, la mirada de las autoridades se volvió hacia el HSBC, cuyos ejecutivos ya temblaban al conocer su severísimo proceder. Primero fue el fiscal el que hizo notar que las actividades de la entidad quedaban fuera de la jurisdicción de los tribunales españoles. Después, fue la Audiencia la que, tras citar el informe de la fiscalía y describir cómo el HSBC habría creado estructuras fiduciarias y sociedades pantalla en paraísos fiscales para ocultar el horado patrimonio de sus clientes, advertía que nada se podía hacer salvo activar el acuerdo bilateral con Suiza, por el que el banco estaría obligado a retener y comunicar los rendimientos de estos fondos, y actuar contra él. Estábamos ya en 2013.

Aquello fue definitivo. Mientras Estados Unidos obligó a pagar al HSBC cerca de 2.000 millones de dólares por su complicidad en el lavado de dinero del narcotráfico, aquí se ha conseguido que la entidad del aperitivo quede impune. Nueva maniobra de desconcierto que tiene al HSBC en un sinvivir.

La desazón para los defraudadores aumentó exponencialmente desde que Montoro tomó las riendas de la Hacienda Pública e ideó un plan maestro para acabar con el santuario suizo: la amnistía fiscal a tutiplén. El golpe definitivo al fraude se ejecutó en dos fases perfectamente diseñadas. En la primera, se ofreció repatriar los fondos con un gravamen del 10%, menos de la mitad de lo que paga un mileurista por IRPF. Pero como aquello era de una dureza casi confiscatoria, se hizo saber que el 10% sólo afectaría al capital generado en los ejercicios no prescritos (tres), lo que reduciría su factura a menos del 1% de lo defraudado. Jugada maestra.

Los resultados fueron espectaculares. Montoro, eufórico, explicó que de los 40.000 millones aflorados, el Fisco había recaudado un increíble 3% y más de 29.000 golfos ya eran ciudadanos de pleno derecho, entre ellos una ristra de dirigentes del PP o la familia Pujol al completo, gente muy viajada por regla general.

Año tras año se han sucedido los éxitos en la lucha contra el fraude y por eso a Montoro no se le pueden ofrecer las aceitunas de Falciani cuando su dieta es pantagruélica. Los aperitivos están bien pero sólo a la hora del vermut. De ahí que no haya apreciado en su justa medida el gesto del secretario de Proceso Constituyente y Programa de Podemos, Juan Carlos Monedero, que pese a cumplir estrictamente con sus obligaciones fiscales decidió aportar a las arcas públicas 200.000 euros de vellón en una complementaria para que no quedaran dudas de su inmaculada trayectoria como contribuyente. Entre el altruismo sobrevenido de algunos y la insobornable conducta del ministro el futuro se presenta esplendoroso.

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