Estación Término

El socialista Pedro Sánchez y la eutanasia

Fernando Pedrós
Periodista, filósofo y miembro de DMD

 

En el debate a tres bandas de los candidatos a secretario general de los socialistas Pedro Sánchez prometió que, si se convertía un día en presidente del Gobierno, impulsaría una ‘ley de muerte digna’. Esa es una promesa ya conocida: en 2004 Rodríguez Zapatero la llevó en su programa electoral y se marchó del gobierno habiendo dado cínicamente la espalda a su palabra. De todas maneras antes que nada habría que preguntar a qué clase de ley se alude y con qué alcance pues los socialistas al filo del término de la legislatura anterior presentaron una ley de muerte digna que no rozaba el tema de la eutanasia.

 

Pero, si alguien ha nombrado la ‘muerte digna’, hay que aprovechar la oportunidad para tratar la cuestión y el escepticismo de los socialistas que prometieron y luego defraudaron a quienes les votaron creyendo en sus promesas. Si de veras quieren ahora renovar el socialismo español –y no solamente hacer una reforma de tipo lavado de cara-, si no desean que el partido sea un colectivo político que vaya arrastrándose en el siglo XXI, habrá que hacer memoria y repasar lo que no hay que hacer para diseñar una nueva cultura de la muerte.

 

No me preocupa la burocracia del PP, claramente antieutanásica y sin posible cambio. Me preocupan los escépticos, los que miran lo ‘políticamente correcto’, los que arriesgan los valores fundamentales ante el interés partidista en las urnas, y no les importa esconder la cabeza bajo el ala aunque el ‘derecho a decidir’ sobre la propia vida y la muerte está en juego y es un derecho fundamental del ámbito de las libertades ciudadanas.

 

Los socialistas han de recordar que la reforma del Código Penal fue una de sus obras, que el art. 143 que categoriza la eutanasia y el suicidio asistido como delitos punibles con cárcel fue firmado por los juristas del ministerio Belloch. Era el año 1995 y nueve años más tarde los mismos socialistas escribieron en su programa de las elecciones legislativas de 2004 que aprobarían una ley sobre la eutanasia. Ganaron, pero como lo de la eutanasia lo debieron de poner en el programa porque suponían que no iban a ganar, se quedó en papel mojado y en las siguientes elecciones ya no apareció en el programa y en diferentes momentos de su legislatura, cuando grupos minoritarios de izquierda presentaban alguna iniciativa en el Congreso o incluso un diseño de reforma del art. 143, fueron repitiendo como un eslogan publicitario que no existía una demanda social a favor de la eutanasia. Era una manera de lavarse las manos echando la responsabilidad a la población. Pero resulta que las cifras demoscópicas de la opinión pública española les han dejado siempre con las vergüenzas políticas al aire.

 

Zapatero fue un escéptico respecto a la eutanasia. Cuando Bernat Soria, ministro de Sanidad, quiso tomarse la eutanasia en serio, anunció una comisión de expertos y solicitó del CIS una encuesta amplia para pulsar la opinión de la ciudadanía, el ministro tuvo que dimitir y volver a su laboratorio a la seria y científica tarea de investigar. Pero los resultados de la encuesta del CIS dejaron en cínica evidencia a Zapatero. Si no había demanda social, ¿qué significaba que el 73,6% de la población reclamase una ley de eutanasia y que el 80,5% considerase que la ley debe autorizar a los médicos para que puedan poner fin a la vida y sufrimientos del paciente que libremente lo solicite (eutanasia)?

 

Quitado de en medio el ministro Soria, se implantó con claridad el programa sobre la muerte digna. La nueva ministra de Sanidad y Política Social, Trinidad Jiménez, a los pocos días de ser nombrada en una entrevista a un diario daba las razones de la desaparición de la eutanasia de la agenda política socialista. Reconocía la ministra que en el último congreso del PSOE se había aprobado una moción para avanzar en el tema, pero –en su opinión o en la del presidente del Gobierno- "no existe un clima social que demande ese tipo de legislación". A simple vista la frase parecía ser el estribillo que el gobierno socialista utilizaba una y otra vez. Pero no, si el estribillo siempre ha hablado de falta de demanda social, ahora cambia una palabra y no hay ‘clima social’. Si no hay demanda ni clima social para legislar sobre muerte digna y suicidio asistido, según la ministra, el problema se solventaba con "un esfuerzo para que haya cuidados paliativos que permitan a los pacientes morir sin dolor. Y un registro de voluntad previa".

 

Es de esperar que el nuevo secretario general tenga presente el patrimonio político que recibe acerca de las conductas eutanásicas. Los socialistas hasta hoy han adolecido de falta de convencimiento, de mantenerse escépticos acerca de la eutanasia. Escepticismo que no es compatible con la evidencia de la opinión pública, con la frustración de la gente al escuchar una promesa que nunca fue cumplida, frustración vivida con más intensidad y sufrimiento por los enfermos invisibles en circunstancias trágicas. Y enfermos invisibles seremos todos y el buen morir lo necesitaremos todos pues nadie puede dudar que la muerte es la puerta de salida por donde pasaremos todos y algunos con muchas dificultades y sufrimientos.

Más Noticias