Bocacalle

23-F: Quieto todo el mundo

Los periódicos han sido muy generosos en sus ediciones del pasado domingo al hacer memoria del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, del que hoy se cumplen treinta años. Especialmente significativo me pareció el artículo que con ese motivo firmó el que fuera director del diario El País, Juan Luis Cebrián, que unas horas después de que Tejero asaltara el Congreso decidió poner en la calle una edición especial del periódico en apoyo de la Constitución. Revelaba Cebrián que ese valiente compromiso de su diario en contra de la intentona golpista no contó con el apoyo de Pedro J. Ramírez, director entonces de Diario 16, que renunció a hacer lo mismo excusándose en la falta de medios técnicos, cuando lo que le faltó fue otra cosa, según el primer director de El País.

También varios canales de televisión ofrecieron emisiones específicas dedicadas a recordar y analizar los hechos ocurridos durante las algo más de diecisiete horas que los ciudadanos de este país permanecimos suspensos hasta comprobar cómo se iba a resolver aquel riesgo mayúsculo de involución histórica. La Sexta, en concreto, entrevistó a una larga lista de personas más o menos conocidas y vinculadas con el periodismo, la política y la cultura, en la que cada una exponía dónde se encontraba y qué hacía en aquella fecha, algo que todo el mundo recuerda.

Me pareció bastante ilustrativa la vivencia narrada por El Gran Wyoming. Decía José Miguel Monzón que se enteró del Tejerazo en un bar y que, por más que quiso llamar la atención al propietario y a un cliente que jugaba en una horrísona maquinita sacaperras que con su estruendo impedía la escucha de la noticia, ni uno ni otro mostraron la más mínima intención de prestar interés a la misma, a pesar de lo que estaba en juego.

Llevamos semanas celebrando la valentía de los pueblos que en la orilla sur del Mediterráneo se han manifestado pacíficamente en las calles hasta hacer caer, por ahora, a dos de los dictadores que llevaban decenios en el poder, algo que aquí no fuimos capaces de lograr. Decía un afamado columnista y analista de la actualidad que la victoria del 23 F tiene muchos padres, pero los verdaderos héroes fueron los ciudadanos españoles que reaccionaron al unísono contra la decimonónica asonada.

Conviene recordar que esa reacción sólo se dio días después en una masiva manifestación y cuando todo ya había pasado, porque antes y durante las largas horas que este país estuvo pendiente del esperpéntico episodio nacional que se estaba dando en el Congreso, estuvimos tan acojonados como el aguerrido gudari de una formación abertzale que se fue en barca a Francia a toda vela, según contaba también Cebrían en su artículo. Tejero gritó: ¡Quieto todo el mundo! Y hasta al rey le costó demasiado tiempo alojar esa orden en el siglo XIX.

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