Entre leones

Malos militantes

Un amigo me envió ayer el audio de unas declaraciones en 7TV Andalucía del presidente de la Diputación de Sevilla, Fernando Rodríguez Villalobos, calificando de "malos militantes" a todos aquellos que se están movilizando ya para configurar una alternativa a Susana Díaz en un PSOE andaluz que está en caída libre.

Escuchen, escuchen lo que dice Villalobos: "Tenemos unas reglas de juego y esas reglas de juego son nuestros congresos, y nuestros congresos es donde se debate y donde se vota quien es el dirigente que nos va a llevar durante los próximos años a nivel federal, a nivel regional, a nivel provincial y a nivel local.  Todo aquel que se mueva en estas escaramuzas es un mal militante".

Es de suponer que esta parrafada tan sentenciosa vale para los tiempos que corren y también para los pretéritos, ¿no?

Si es así, Villalobos está poniendo blanco sobre negro que la mismísima Susana Díaz, secretaria general de todos los socialistas andaluces, es una mala militante. Que él mismo, todopoderoso presidente de la Diputación de Sevilla, es un militante de Tercera regional.

Por esa misma regla de tres, toda la dirección regional, incluidos sus terminales provinciales y locales que han bebido de las aguas del susanismo, está integrada por militantes de cartón del dos.

Comprendí en su momento que Pedro Sánchez pactara con Susana Díaz en un intento por pacificar el PSOE. Era lo más sensato, y el líder socialista supo interpretar con altura de miras su victoria en las primarias socialistas por segunda vez.

Pero esta pax romana no puede conllevar un acto de desmemoria e hipocresía.

Susana Díaz y la inmensa mayoría de los susanistas se comportaron no ya como malos militantes –eso también- sino como auténticos golpistas. Así hasta que consumaron la charlotada del 1 de octubre de 2016, bajo el esperpéntico pronunciamiento de Verónica Pérez, otra del clan con pretensiones: "En estos momentos, la única autoridad que existe en el PSOE soy yo".

Antes, cuando Pedro Sánchez tenía aún mando en plaza, Susana Díaz y los suyos le hicieron un vacío vergonzoso en la Feria de Sevilla. Es más, la entonces lideresa andaluza intentó sin éxito que su secretario general no fuera invitado a la caseta de la Cadena SER. Ya en la portada del ferial apenas si le recibieron Alfonso Gómez de Celis y Rafael Román y sus respectivas señoras, y algunos amigos más que no eran ni militantes socialistas.

Pocas semanas después, el 12 de abril, en la Feria de Jerez, Susana Díaz quiso impedir sin éxito que Pedro Sánchez acudiera a apoyar en el ferial a la candidata socialista a la alcaldía jerezana.

En esos días eran continuos sus viajes a Madrid, donde ponía a caer de un burro a su secretario general en almuerzos groseros con empresarios, periodistas y conmilitones.

Hizo todo lo que pudo y más ante los medios afines, moviendo la bolsa presupuestaria andaluza, para que  Pedro Sánchez se estrellara por lo civil y por lo criminal en los primeros procesos electorales. "Antonio, convéncete, que no tiene ninguna posibilidad, corazón", bramaba.

Y persiguió a los pedristas hasta casi el exterminio.

¿Mala militante? No, peor.

Entonces, hete aquí, a las claras, por qué hay y habrás escaramuzas contra Susana Díaz, una mala militante cum laude según el peculiar baremo de Villalobos. Y  el movimiento no lo para ya ni Pedro Sánchez.

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