La rendición de Breda o matar al soldado Podemos

El regreso de la ira

Un dato que no creo que se la haya pasado a Yolanda Díaz, rigurosa como es con los fundamentos, es que, desde que lidera el espacio a la izquierda del PSOE, ha emergido de nuevo el cainismo en la familia de la fraternidad. No es que antes no existiera, ni que se hubiera erradicado ese oído musical para el preburgués, el hereje y el traidor, sino que se había tranquilizado, como si existiera un armisticio navideño.

Basta un breve paseo por las redes o los medios para ver que las espadas, afiladas, vuelven a estar fuera del cinto, que las lenguas se emponzoñan y que las cabezas de caballo amanecen en las camas recordándote circunspección. Un gato maúlla en el callejón: ¿pero es que hay alguien que no esté insultado a alguien?

No es que antes no existiera esa sempiterna manía ejecutora -que comparte la izquierda con la derecha-, pero parecía que vivíamos una cierta tregua, quizá emocionados porque estábamos inventándonos algo nuevo. Esa paz alcanzaba tanto a la interna de los partidos como en las relaciones entre ellos. Salvo en momentos muy concretos de ruptura, no saltaban las chispas a las redes ni los adjetivos cargados a las valoraciones colectivas. Podemos no hizo sangre con el cobro irregular del bono social por parte de Mónica García, Más Madrid no hizo campaña contra Podemos aprovechando las acusaciones judiciales de todo tipo, en Valencia, ni Podemos ni Compromís se hirieron... Por supuesto que había animadversión, pero estaba controlada.

Seguramente, todo lo que ha venido estallando estaba larvado porque mucha gente tenía cuitas pendientes, oprobios, llagas y descalabros, algo propio del desgaste de la vida política, pero también, no le quitemos importancia, por la falta de cuidado que ha tenido a la interna la izquierda no socialista en estos últimos diez años. Pero al ser cierto que en democracia las formas son el fondo, el postergar los enfados los moderaba. Cuando empezaron a "quemarse los fusibles", algo empezó a oler a hoguera provinciana. El viento ha avivado el incendio.

La pelea en la izquierda vuelve a abrir portadas y que esté pasando bajo el liderazgo de Díaz no significa que ella sea la causa, aunque sí podemos afirmar que ha puesto su granito de arena para que se desate la confrontación. Sobre todo, no ha hecho mucho para frenarlo. Una de las tareas implícitas en su sustitución de Pablo Iglesias era, además de asumir la Vicepresidencia, coordinar el espacio que antaño había cuidado Podemos. Y es evidente que no lo ha hecho.

La coordinadora que tenía una cerilla y un bidón de gasolina

La parte de culpa de Yolanda Díaz en este zafarrancho de combate tiene que ver con su estilo de hacer las cosas, algo que sus biógrafos verán, analizando toda su trayectoria, si no es una seña de identidad particular de su comprensión de la política. Más acostumbrada a tomar decisiones por filias y fobias, eso dificulta la creación de equipos políticos -no así en el equipo del Ministerio de Trabajo, donde reunió profesionales muy capaces porque sabía del asunto- y la consolidación de los partidos. No en vano, sus primeras declaraciones al asumir la coordinación del espacio de Unidas Podemos, fueron contra los partidos, lo que hizo que se despertara en Unidas Podemos el fantasma de Manuela Carmena. Porque criticar a los partidos siempre significa la voluntad de crear uno propio -o una estructura similar- dependiente, en su totalidad, de la voluntad del liderazgo. Las "listas Macron" son menos democráticas que los partidos políticos.

Ese desprecio a las organizaciones políticas, quizá como influjo de lo que llevó al 15M, también ha estado en la dirección de Podemos, que apenas bajo el mando de Ione Belarra ha empezado a hacer partido. La defección errejonista, la revuelta de los "barones" contra Pablo Iglesias en 2019, así como su mayor confianza en los medios de comunicación que en las estructuras partidistas, fueron determinantes para que el entonces Secretario General optara por dedicar pocos esfuerzos a la creación de un partido vivo y crítico. Algo que igualmente compartió Errejón en su nueva aventura (recordemos la dimisión de Clara Serra acusando a Más País de reeditar en un par de meses la falta de democracia interna que siempre criticaban en Podemos: la crítica era una excusa) y que también ha repetido Díaz tanto en Sumar como en el funcionamiento del grupo parlamentario.

Este peso excesivo de lo personal ha roto la tregua en la izquierda, incluso entre los grupos más vehementes en la defensa de Yolanda Díaz y de Sumar. Para solaz, al menos de momento, de Pedro Sánchez. La desaparición de primarias e, incluso, el veto a algunos nombres, ya estaba detrás del enfado que tiene agitado a Podemos. Pero ahora, la elección de Ministros por afinidades personales ha despertado el enfado de Más Madrid con el nombramiento de Mónica García, y otro tanto ocurre con los movimientos internos entre las diferentes facciones de Izquierda Unida y su presencia en el Gobierno. Lo que logró Podemos integrando a todos los grupos en el Gobierno, no parece que esté ahora entre las prioridades de Díaz.

Las hostilidades crecientemente graves entre Podemos y Sumar están logrando lo que algunos habíamos intentado evitar: que el grueso de la discusión política sea dentro de la propia izquierda. Y puede ser verdad que, de siempre, había falta de química entre Yolanda Díaz e Irene Montero (algo a lo que Iglesias, seguramente, no le dio la suficiente importancia cuando eligió a Díaz como su sucesora), desencuentro que se ha traslado a la relación de Díaz con Ione Belarra. ¿Pero cómo es posible que no se hablen desde el verano? Los errores que está cometiendo Sumar con Podemos no son de recibo cuando se quiere realmente negociar un gobierno.

Réquiem por un economista español

Lo que ha hecho Sumar con Nacho Álvarez se parece a lo que hizo el cura Mosén Millán en la novela de Sender, entregando a los falangistas a Paco el del Molino, escondido al finalizar la guerra, para que, aunque con mala conciencia, lo fusilaran. Lo que ha hecho Podemos con Nacho Álvarez, no haciéndole ver con la contundencia que fuera menester que no podía negociar en nombre de Podemos si no se lo autorizaba la Ejecutiva ha sido una señal de debilidad y de miedo ante el "qué dirían" de los medios (que lo han terminado diciendo). Lo que ha hecho Nacho Álvarez con Nacho Álvarez, buscando una coherencia que no podía vivir solo en su cabeza, ha tenido algo de personaje trágico, sin darse cuenta de que en un derbi entre el Madrid y el Barcelona no puedes ir con el árbitro. Perdemos un político, recuperamos un académico.

Y entonces, pese a que ya se había denunciado que esa maniobra no iba a aceptarse, Yolanda Díaz puso en marcha "la maniobra del Ministerio" porque sabía que los medios le iban a ayudar en el relato.

La oferta de un Ministerio (sin especificar cuál), diciéndole a Podemos quién debía ocuparlo es un insulto del que, en algún momento, Yolanda Diaz tendrá que disculparse. Porque es una falta de respeto múltiple: en primer lugar, a los votantes de Podemos que, como han hecho los demás partidos, tienen derecho a escoger quién les representa en el Gobierno. Es una falta de respeto a Nacho Álvarez, una persona capaz y honesta a la que le han obligado a hacer un papel inútil y oprobioso -que podía haber frenado él cuando su partido le dijo que no le representaba en la portavocía económica de Sumar-; a Ione Belarra, como Secretaria General de Podemos; incluso a los votantes de Sumar, que, seguro, no han votado a una coalición pensando que no iba a respetar los elementos básicos de una coalición. Si Yolanda Díaz tenía claro que no iba a dejar a Podemos elegir a sus ministros, lo decente era haberlo comunicado antes de las elecciones, para que Podemos hubiera obrado en consecuencia.

Alguien tendrá que explicar cómo es posible que, en vez de sentarse a hablar las secretarías generales, Sumar filtre a un medio amigo -que también se daña en la operación- una propuesta irrespetuosa que solo buscaba intentar ganar el relato de que Podemos es un partido malvado. Quien ha diseñado este truco moralmente infame se ha equivocado de espacio político, y deja en un pésimo lugar a Yolanda Díaz y también a Pedro Sánchez por permitirlo. Sumar se ha pegado un tiro en el pie y Yolanda Díaz ya no tiene en su mano hablar por los 31 escaños que conformaban el grupo. A no ser que se siente a dialogar con Podemos. Pero las banderas de la soberbia están en las almenas ondeando jactanciosas.

El que Podemos tenga razón en la propuesta envenenada de Sumar no implica que esté haciendo bien las cosas. Vengo diciendo que, desde la salida de Pablo Iglesias -que creo fue un error tal y como se hizo-, y la elección, sin una asamblea mediante, de Yolanda Díaz -que fue otro error-, Podemos va dando trompicones y acumulando errores (y no digo su dirección, digo Podemos): no saber lidiar con Yolanda Díaz, algo que viene en el cargo; no saber parar los golpes de las cloacas, de los medios, del PSOE y de Sumar; no convocar una Asamblea para analizar las debacles electorales y trazar los planes políticos futuros confiando en su bases; no reconocer que la gente que se ha marchado de Podemos puede tener algo de razón (paso previo para que regresen); insistir en una cultura política nefasta donde los disidentes de la dirección terminan estigmatizados y marchándose del partido (¿Es que acaso Page se va del PSOE por estar en las antípodas de Pedro Sánchez?); tener una parte relevante de los territorios dirigidos por gestoras; insistir machaconamente en el nombre de Irene Montero como si no hubiera más cargos con capacidad en Podemos; ser rehén de la línea política que le marcan desde fuera; carecer de canales más eficaces de democracia interna. Y ayudar a crear una sensación generalizada en la sociedad de que Podemos se mueve por la ira. Porque tus adversarios te han puesto donde querían.

El discurso cargado contra los "traidores" inflama, obviamente, a los militantes, cargados de razones y con un cuaderno de quejas enorme que funciona como un clarín de guerra. Pero, afuera de los muy cafeteros, la sensación que se está construyendo de Podemos es el de una fuerza permanente enfadada. Y no siempre con coherencia. La ira es mala consejera. No pocos de los que ahora mismo están exigiendo que los cinco diputados de Podemos tengan voz propia y entonan cantos bélicos de ruptura -cosa a la que, sin duda, ha empujado el comportamiento de Sumar- fueron personas que no votaron en las elecciones generales o que no hicieron campaña, de manera que no contribuyeron a que esos cinco escaños existieran. Lo que demuestra que su posición confrontativa no siempre es consecuente ni inteligente. Y está llevando a Podemos a un lugar potencialmente residual, a la espera de que un gobierno escorado a la derecha lleve a las masas de nuevo hacia la izquierda luminosa. Es decir, apuestas tu futuro a que el Gobierno de coalición fracase. Lo que lleva a que Podemos y sus altavoces tengan que responder a una pregunta: ¿tiene sentido mantener la misma lógica que ha demostrado en los últimos años tan malos resultados?

Cuando el personalismo se convierte en un dibujo animado

El personalismo de la política española no nos puede llevar a ningún lugar virtuoso. El gobierno de Sánchez ha salido de carambola. La amnistía es útil para poder articular un gobierno alternativo al de las derechas -única motivación de Sánchez-. También -posición de la izquierda- para frenar el conflicto en Catalunya, que tantas energías se come. Pero la amnistía no es virtuosa, y no porque lo digan catedráticos de derecho que tienen los huevos como sandías negras y protestan ahora, pero se han tragado en silencio las fechorías del Emérito, el fraude constitucional del CGPJ y todos los casos de lawfare. Hay amnistía porque a la fuerza ahorcan. Parafraseando a Vázquez Montalbán,  la amnistía no es fruto de la correlación de fuerzas sino una correlación de debilidades. Y por eso ha salido.

Una mayoría de españoles ha apoyado el gobierno solo porque la derecha decidió perder las elecciones prometiendo prender fuego al país. Pero ese voto desesperado no hace virtuoso al gobierno. Esa era una de las tareas de Sumar: hacer al gobierno virtuoso. Pero el gobierno nace herido por la ausencia de Podemos y la ridícula treta de intentar "colar" a Nacho Álvarez (que tenía que haber añadido en su despedida que se iba no solamente por perder la confianza de la dirección sino porque la oferta de Sumar de un ministerio a cambio de sumisión absoluta, renunciar a su programa, a las primarias, a no protestar y a no presentarse en solitario en las europeas, se parece más a una capitulación que a un acuerdo de gobierno). Sánchez debiera frenar la humillación constante de Sumar a Podemos, que solo sirve para ocupar minutos en La Sexta y para que los agraviados se carguen de razones y retroalimenten la confrontación. Quien ha diseñado esta caricatura de La rendición de Breda no tiene todo los patitos alineados en la cabeza.

Conclusión: todo lo que pueda empeorar, ¿empeorará?

Marx nos enseñó a prestar atención a las condiciones objetivas de la sociedad. Pero, me temo, tiramos el agua sucia y también al niño cuando fuimos más marxistas que Marx y, al tiempo que introdujimos en el análisis los condicionantes económicos, las luchas de clases, los intereses materiales, que son condición necesaria, dejamos de lado el papel central que, en determinados momentos, desempeñan los actores políticos. Es evidente que, siendo las condiciones económicas, sociales e internacionales las mismas, la gestión de la Unión Soviética tras la muerte de Lenin no hubiera sido la misma gestionada por Trotsky o Bujarin que por Stalin. ¿Y en la España actual? ¿Quiénes son los actores virtuosos? De momento, solo nos atrevemos a dejar algunas preguntas.

¿Era Yolanda Díaz la persona adecuada para liderar el espacio de la izquierda? ¿Está aún a tiempo la Ministra de Trabajo de intentar otra estrategia? ¿Ha sido capaz Ione Belarra de romper con las viejas inercias de Podemos? ¿Tendrá éxito en su intento de renovación de Podemos? ¿Podrá hacerse con los mismos nombres? ¿Sería otra la relación entre Sumar y Podemos de no tener tanto peso algunas personas comprensiblemente enfadadas? ¿Estamos a tiempo todavía de que Podemos entre en el Gobierno y trabaje toda la izquierda, toda, para que, lejos de naufragar, el gobierno tenga éxito y mejore la vida de la gente y aleje el fantasma del fascismo? ¿Dejarán en algún momento los que odian a Podemos de tratarle como una mezcla de moribundo y enemigo público número 1? Si se le tuerce la suerte a Sánchez -sobre el que gira toda la política española- ¿se irá por el desagüe el gobierno de coalición?

Demasiadas preguntas, como se quejaba Bertolt Brecht. Y, como recomendaba, en estas circunstancias, es un momento de confiar más en las decisiones populares que en las vanguardias. La derecha ya está en las calles.