Vas 'pal' cielo y vas llorando: horizontes de la izquierda

La izquierda política en España -en verdad en todo el mundo- ha sido fuerte cuando se ha articulado desde un movimiento social musculoso.
La izquierda política en España -en verdad en todo el mundo- ha sido fuerte cuando se ha articulado desde un movimiento social musculoso.

La izquierda, las orugas y las mariposas

La izquierda política en España -en verdad en todo el mundo- ha sido fuerte cuando se ha articulado desde un movimiento social musculoso. Ya hemos contado en alguna ocasión que el movimiento antifranquista alimentó, tras la muerte del dictador, al PCE, y también, de rebote, a un PSOE ausente hasta la fecha; que el movimiento anti-OTAN alumbró el nacimiento de Izquierda Unida en 1986, y que el 15M dio a luz a Podemos en 2014.

Siempre que los movimientos sociales entran en reflujo, sus referencias políticas se metamorfosean en orugas, parapetadas en el capullo oficinesco de las instituciones o en la interna de sus burocracias, a la espera del empuje colectivo que les vuelva a soñar como mariposas.

Es muy difícil oír hablar a los partidos de la izquierda española de la necesidad de alimentar el movimiento social (ahí están más finas las izquierdas nacionalistas). Sumar ha hecho de la presencia en las instituciones su principal motivo y por eso traslada sus protocolos reglados y tranquilos a toda la política (con chirriar de engranajes, como cuando renuncias a la confrontación con los que te quieren en silencio o convocas a una manifestación por Palestina pero sin hablar de genocidio). Los consentidos por el sistema pueden sustituir el movimiento por el mimo de las televisiones, pero eso es hambre para hoy y hambre para mañana.

Podemos, por su parte, está concentrando todas sus energías en el Parlamento Europeo, confiando en que ese espacio le permita el renacimiento. Las nuevas generaciones que lideran Izquierda Unida no terminan de encontrar el rumbo y se habla en sus sedes más de cuchillos y de dagas que de la tasa descendente de la ganancia o de la plusvalía del capital en tiempos de la inteligencia artificial. Ningún partido de la izquierda está hoy tan cerca de los movimientos como hace una década. Y sin movimiento social, los partidos se quedan en encapsuladas crisálidas que fían el futuro a cuidar el estrecho y seguro espacio de su pupa donde esperan larvar sus futuras posibilidades.

Política de tierra quemada

La negativa de Sumar de abrir negociaciones con Podemos en Euskadi para buscar un acuerdo -una oferta generosa que ha hecho la candidata de Podemos Euskadi, Miren Gorrotxatgi, y que han avalado 500 personas relevantes de la izquierda vasca- es una señal tozuda de que todos los puentes están rotos. En las filas de Sumar hay más dinamiteros que ingenieros.

Están tan rotos los puentes que cualquiera que pretenda pensar formas de reconstruir el espacio a la izquierda del PSOE es de inmediato puesto en la lista de sospechosos. La ira que se tienen las izquierdas -es verdad que construida con frecuencia con firmes argumentos- ayudan a entender por qué nos liamos a tiros entre nosotros en 1937 en la Telefónica en Barcelona o en el Frente de Aragón, da cuenta de las purgas de los "disidentes" en el frente y en la retaguardia, y también orienta sobre la entrega de la capital madrileña por el socialista Casado al golpista Franco en 1939. Bendita izquierda.

Los procesos de afirmación en los que está la izquierda partidista tienen la paradoja de que conforme los diferentes sectores se refuerzan y se hacen cada vez más "consistentes", los electores se alejan mayoritariamente de esas opciones, que pueden hacer muchas cosas con sus certezas menos conseguir votos. La rabia es tan aguda que no se entiende que la unidad de las fuerzas políticas no es un fin en sí mismo, sino una simple consecuencia de lo relevante, que es la unidad popular de los que quieren una verdadera transformación en España. ¿O alguien me va a decir que los liderazgos de la izquierda son más importantes que la posibilidad de ser políticamente relevantes y cambiar la política?

Está costando trabajo discutir con sensatez. Una vez que Podemos se incorporó a Sumar -como recuerda Iglesias en su libro Verdades a la cara, fui el único que se opuso a ese proceso-, pensé que la única posición sensata, una vez que el error ya se había cometido, era intentar ser la nave nodriza de ese movimiento. Pero como lo que mal empieza mal acaba, Sumar empezó a hacer valer su tesis de que Podemos estaba muerta -o, en cualquier caso, había que rematarla- y Podemos empezó a considerar a Sumar, y en concreto a Yolanda Díaz, una agente infiltrada del viejo bipartidismo. Hoy no hay prácticamente nadie en las filas de Podemos que no piense que el principal objetivo de Sumar es acabar con Podemos.

El debate de la unidad, que es el que interesa al pueblo, ha desaparecido de la agenda porque todo el mundo entiende que eso significa "unidad de los partidos". No hay tradición de frente amplio en España ni se entiende lo que significa porque nadie lo quiere. Ni siquiera el desastre de Galicia hace que los que tenían encomendada la unidad de la izquierda den su brazo a torcer. Deben de tener enormes seguridades personales para sembrar tantas minas. Nadie se acordará de personajes oscuros como Lánder Martínez salvo para preguntarnos cómo tanta mediocridad tuvo tantas responsabilidades.

Palabras como espadas

La profusión de adjetivos gruesos ha llenado las redes de una enorme violencia.

"Traidores", "vendidos", "cobardes", "estalinistas", "inconsecuentes" son lugares comunes de la discusión en la izquierda española. Apuntan siempre a unos individuos a los que se ve como débiles y que no han sabido guardar el tipo ni estar a la altura de los tiempos, que han caído en los viejos vicios autoritarios de los partidos comunistas o que han repetido las contradicciones típicas de la izquierda cuando dicen una cosa y hacen otra. En ausencia de fusiles, nos disparamos por las redes sociales. Nadie se libra.

Las elecciones gallegas han lanzado una advertencia inquietante a todo el espacio progresista. Al PSOE le han dicho que el alambicado equilibrio que construyes en Madrid puede no funcionarte en el resto del territorio. Sánchez ha tenido hasta hoy baraka, pero cuando esa "suerte" te abandona, el castillo de naipes se derrumba o adquiere formas inesperadas (la voluntad de poder de Pedro Sánchez puede dar grandes sorpresas, aún más cuando el PP ha empezado a hacerle guiños a Junts que pueden incluir la amnistía). Hay, además, un PSOE profundo que termina emergiendo, como vemos con la trama corrupta en Valencia -que no supo vigilar y frenar José Luis Ábalos- o en las declaraciones más propias de Génova que de Ferraz de Emiliano García-Page.

Que lo que puede ser útil en Madrid puede ser un obstáculo fuera de la M-30 le pasa también a Podemos. La alianza y cercanía con Bildu y con ERC durante la pasada legislatura, desafía su presencia en Euskadi y Catalunya, como ha pasado en Galicia, además de que le quita votos en otros lugares del estado que no entienden tanta cercanía con fuerzas nacionalistas independentistas. Es verdad que Bildu y ERC se han podemizado y que en el Parlamento parecen unos keynesianos de la primera hornada, aderezados de un compromiso firme con la memoria histórica y el internacionalismo. Es verdad que esas sociedades son uno de los principales muros frente a la extrema derecha, pero tanto Bildu como ERC están más cerca del PNV y de Junts en sus reivindicaciones independentistas que de las fuerzas estatales de izquierda. Por esto, esa asociación termina pasando factura. La izquierda estatal que no esté en los territorios no podrá existir. Y hace falta una izquierda estatal como Podemos en todo el Estado.

Este cuento se acabó

Sumar se ha construido, en buena medida, con los agraviados históricos que creen que tienen cuitas pendientes con Podemos -y alguna tendrán, porque no son pocos-. Su hipótesis central es que Podemos tiene que morir, y los militantes de Podemos, que llevan una década sufriendo golpes, dicen que si mueren van a hacerlo llevándose a algunas y algunos por delante. Si Sumar, además, está cediendo una parte relevante de su visibilidad al errejonismo -la bestia negra de Podemos desde que abandonó con malas artes el partido morado- ¿pueden en verdad sentarse a hablar de nada sus dirigentes? Todo muy lógico y comprensible pero conducente a la irrelevancia. En política no basta tener razón.

Ahora ya no hay solución. Si Podemos estuviera en el gobierno y se le hubiera respetado su espacio parlamentario, los odios personales pasarían a segundo plano y cada cual podría hacer su tarea. Pero en este momento, nadie puede ni verse. Y todos los medios -es mentira que lo haga solo Canal Red- agitan a los suyos hasta el paroxismo. El periodismo que cree que puede dictar a la izquierda lo que tiene que hacer está cayendo en incongruencias y en el empecinamiento. Soberbios alcázares de la miseria. Las autopistas de las redes están siendo más estrechas que el cinturón que dibuja la M-30.

Una conclusión que, de momento, no vale para mucho

Las costuras que están reventando en el PSOE, la tozudez de hacer mal las cosas en Sumar (con el varapalo recibido por Yolanda Díaz en su feudo gallego o comportamientos propios de la descomposición interna, como la espantá de Errejón y Díaz la noche de la derrota dejando sola ante el peligro a Marta Lois), la cortedad de miras de Compromís y Más Madrid o la fiebre alarmante de Podemos contrastan con la placidez de la derecha española, cuyo único riesgo es, tras la tranquilidad ganada por Feijóo en las gallegas, que se indigesten de palomitas viendo el escenario ideal por el que lleva trabajando una década. Una derecha dirigida por un político que veraneaba con un narco. A ver cómo se lo explicamos a nuestros nietos.

Falta de ideas, a la izquierda solo le resta esperar a las europeas. Con esa encuesta real, el bipartidismo volverá a mirarse en el espejo, mientras que el espacio a la izquierda del PSOE tendrá que decidir su rumbo sin más excusas. Y es probable que se entienda que todo lo que se ha hecho desde la precipitada salida de Iglesias ha sido un disparate. Igual que la guerra de Ucrania terminará y lo que acordarán en el tratado de paz será exactamente lo que dijimos que había que hacer hace tres años, después de las europeas, cuando se vea que la fragmentación de la izquierda trabaja para que gobierne la extrema derecha, volveremos a ponernos de acuerdo en algunas cosas. Como que los acuerdos entre las diferentes formaciones deberán incorporar primarias -y los partidos que no tengan base, que se pongan las pilas o arreen-. Volveremos a hablar del frente amplio -las bases de Izquierda Unida no van a aguantar mucho en Sumar-. Y se pedirán cuentas a todos los que hayan colaborado en el desastre.

Y al final, como siempre pasa, regresará la sensatez y se entenderá la importancia de un espacio a la izquierda del PSOE que no quiera ser otro PSOE.

En un momento de crisis del neoliberalismo, con la debacle medioambiental, con un desarrollo tecnológico que amenaza más que conforta, con señales claras de una tercera guerra mundial ya en marcha (Ucrania, Palestina, Yemen, Siria...), el reencuentro entre los que consideran que estamos perdiendo nuestras democracias será una obligación. De momento, en Europa no parece que vayamos a asaltar los cielos. Son tiempos de pensar y tomar fuerzas. Pero que, como dicen en el Caribe, tampoco nadie nos reproche no que "vamos pal cielo y vamos llorando", sino que vamos "pal infierno" y encima vamos riendo."