Las carga el diablo

¿Por qué no nos deja en paz con Gibraltar, señor Rajoy?

Se había propuesto el escurridizo Rajoy que los titulares de los periódicos y las aperturas de los informativos tras la audiencia con el Rey en "la isla de Palma" no fueran sobre el caso Bárcenas y a fe que lo ha conseguido.

Desde el día siguiente a su comparecencia en el Senado/Congreso empezaron a soplar decenas de cañones por banda, viento en popa a toda vela, portadas de ardor guerrero y hazañas bélicas en toda la prensa afín... García Margallo, por su parte, caldeó el ambiente hablando  de "recreos que se acababan en Gibraltar" y el mismísimo Mariano, en su línea habitual, ofrecía su diferente y particular versión "gallito" de una conversación telefónica con el primer ministro del Reino Unido sobre el "conflicto" con la Roca.

Conflicto de 300 largos años que los gobernantes españoles de turno sacan a pasear cada vez que necesitan distraer la atención ¡Qué pereza!  Que piensa hacer todo lo posible para defender los intereses de los españoles, dice el nota. Sí, claro, como los ha defendido con la reforma laboral, los recortes de derechos y de sueldos o el desmantelamiento del estado del bienestar entre otras cosas.

No tiene autoridad moral Rajoy para pelearse con Gibraltar en nombre nuestro. No tiene autoridad moral ni tampoco argumentos. Porque no hay nada que esté pasando estos días en el Peñón que sea específicamente nuevo. Cuando uno quiere ver agravios en los comportamientos del vecino los ve. Y cuando no quiere verlos, se dedica a vivir y dejar vivir. Como en cualquier terreno con problemas de lindes, solo la cordura permite la convivencia. No sé por qué he asociado ideas con la tragedia de Puerto Hurraco, cuando dos enajenados organizaron, hace ahora 23 años, una terrible tragedia por un quítame allá unos cuantos metros cuadrados de propiedad en suelo rústico.

Tanto el presidente del gobierno español como su ministro de Asuntos Exteriores saben que

- Lo de Gibraltar es para toda la vida.

- Que han pasado trescientos años en los que, sólo desde la buena vecindad, las cosas se pueden sobrellevar.
- Que para los habitantes de la Bahía de Algeciras, como  contaba yo aquí el otro día, las cosas no son como se ven desde un despacho en Madrid o en Londres.
- Que, como escribe Moncho Alpuente en su columna "Cabeza de ratón" de este mismo diario, "Gibraltar pertenece, pese a quien pese, al Imperio Británico como Ceuta y Melilla pertenecen a España, sin olvidarnos de la rabiosa españolidad de la Isla de Perejil".
- Que, como escribe Juan José Téllez en "Corazón de olivetti", también en este mismo periódico, "La Moncloa podría empezar por reclamar mejores prácticas a nuestros mayores bancos presentes en el centro financiero gibraltareño on shore: que se retirase el Santander o el BBVA, sin ir más lejos".

Y saben también Margallo y Rajoy, como lo sabemos todos los que nos hemos pateado Gibraltar y tenemos amigos allí, que el final del cuento será que los británicos no les harán ni puto caso. Eso es así y ellos lo saben. Por eso no me puedo creer que se empeñen en estirar el chicle tanto tiempo.

Aplicar la legalidad, ha dicho el presidente en Mallorca ¿Qué legalidad? ¿La que hasta ahora no se le había ocurrido aplicar? Y eso de medidas "aleatorias"... ¿cómo se come? Diálogo. Pues claro que sí. Mucho y todo el tiempo. Como siempre. Buscando cómo hacerlo mejor, vale, pero no desacreditando foros ni consensos anteriores. Eso atrasa el reloj. Y el enfrentamiento, también lo saben Margallo y Rajoy es estéril, ridículo, inútil y cada vez engaña a menos gente, por más que se apele a los viejos fantasmas que el franquismo inoculó en nuestro subconsciente. No se puede ser tan torpe... ni tan malvado, como para resucitar esos fantasmas: "Gibraltar español", "a los ingleses ni agua", "pérfida Albión"... ¡qué pereza más grande!

Por mucho pecho que saque, Rajoy sabe que el final de la película es envainársela. Como hicieron sus antecesores durante los últimos 300 años. Por muy chulo que se ponga y por muy insensato que sea, que lo es, no creo que decida, al son de la música de Wagner, que diría Woody Allen, "invadir Polonia". Así que como no va a tener huevos, más vale que se calle de una vez. Y que se dedique a defender los intereses de los españoles como dice, empezando por los de los ciudadanos de la Línea que trabajan en Gibraltar, a los que tiene bien jodidos y preocupados.

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