Las carga el diablo

La derecha no tiene obligación de ser cavernícola

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), durante una reunión del comité de dirección del partido. EFE/Tarek
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (c), durante una reunión del comité de dirección del partido. EFE/Tarek

Alguna vez, digo yo, ha de ser posible que exista una derecha decente en España. Porque seas de derechas no tienes la obligación de corromperte ni trincar comisiones o sobresueldos ¿o sí? Porque seas de derechas no tienes que mentir por sistema, no tienes que desacreditar a quien no piensa como tú, no tienes que defender a ultranza el machismo que no conseguimos sacudirnos ni tampoco aliarte con los trogloditas que lo alimentan, los mismos que niegan la violencia de género y los derechos de la mujer.

Porque seas de derechas no tienes obligación de ser racista, ni mucho menos negarle el pan y la sal a quienes huyen de la miseria en su país de origen y contribuyen con su trabajo aquí a la prosperidad de quienes los criminalizan. En ningún sitio está escrito que ser de derechas obligue a quitar de las calles o de las bibliotecas los nombres de quienes pensaron diferente pero dotaron a este país de prestigio con su arte, con su trabajo, con sus ideas... Porque seas de derechas no tienes que empeñarte en mantener los privilegios de la Iglesia, ni tampoco la monarquía.

Derecha no tiene por qué ser sinónimo de crispación. Las personas de derechas que nos representan en las instituciones no tienen por qué dedicarse a insultar al adversario en lugar de argumentar, confrontar de manera civilizada e intentar ganar los debates y las elecciones sin meterle el miedo en el cuerpo a la ciudadanía. El independentismo es legítimo, la defensa de los usos, costumbres e idiomas de cada territorio es legítima y constitucional. Lo saben de sobra, ¿por qué lo ignoran entonces?

Ser de derechas no obliga a olvidar nuestra historia, ni a repetir los mismos errores que no hace demasiado tiempo llevaron este país a la ruina. Las personas de derechas, aunque ellas se empeñen tantas veces en lo contrario, pueden ser también civilizadas, bien habladas, pueden llegar a acuerdos. Que sí, señor Feijoó; que sí, señora Ayuso.

Un partido de derechas que apostara por sacudirse el fascismo de sus pactos políticos, que reconociera la riqueza que supone tener un país tan diverso en lugar de machacar los anhelos de buena parte de la ciudadanía sería una formación política que, además de contribuir a que nos proporcionáramos entre todos una convivencia con menos estrés, con menos histerias, con menos exabruptos, sin duda podría acabar convenciendo a más gente para que lo votara.

Cuando el actual PP sale a la caza de votos en las elecciones o, una vez celebradas estas, a la búsqueda de escaños que sumen para gobernar, a día de hoy solo cuenta con el soporte de los ultras para conseguirlo. Estoy seguro que en el seno de la propia formación, y entre las muchas mentes pensantes que conectan y simpatizan con ella, saben buscar una manera de hacer las cosas más productiva para sus intereses.

Permítanme que insista: la derecha en nuestro país no tiene obligación de ser cavernícola. Seguro que, si quisieran, podrían conseguir parecerse a los civilizados partidos de derechas de otros países europeos, seguro que sabrían cómo huir de tentaciones trumpistas, cómo no alinearse con quienes hablan de "volver al combate" tratando así como enemigos a quienes no piensan lo mismo que ellos. A ver cuándo asumimos que en política lo que existen son adversarios;  si hay quien piensa que somos enemigos... mal vamos.

Si el Feijoó que hace menos de dos años aterrizó en Madrid como mesías de la derecha hubiera entendido esto, no andaría ahora en la patética y ridícula situación en que se encuentra. No habría sembrado los vientos que le llevan estos días a recoger tempestades. Los partidos políticos que no quieren hablar con el PP lo hacen porque han sido vituperados, insultados y hasta criminalizados por Feijoó y quienes aún parecen alineados con él pero andan ya con los cuchillos afilados en el cajón esperando el momento oportuno para sacarlos. No, señor, no hay por qué adoptar el lenguaje de los frentistas y los intolerantes para pilotar un partido de derechas.

Se puede ser de derechas y no por ello dejar de reconocer el mérito que en estos últimos cuatro años tuvo el Gobierno de coalición para sortear los contratiempos más duros con los que un ejecutivo ha tenido que enfrentare aquí en muchas décadas. Se puede ser de derechas y valorar las mejoras sociales que hicieron más llevaderos estos tiempos difíciles a buena parte de la ciudadanía. Se puede ser de derechas y luchar contra las injusticias, se puede ser de derechas y no por ello abandonar a su suerte a quien no tiene la fortuna de poder pagarse sus necesidades básicas.

Una derecha decente no tiene por qué dar el miedo que da este PP. Feijoó ha perdido su oportunidad pactando en ayuntamientos y comunidades autónomas con el mismo partido que dijo que, si gobernaban, incendiarían Catalunya y eliminarían la España de las autonomías. Mirar hacia el fascismo no era ni puede ser nunca la opción. Ese ha sido el peor error que ha de llevar a cuestas el "candidato" durante este mes de septiembre que tiene pinta de convertirse para él en un calvario interminable. ¡Qué lejos está aún el día 26!

J.T.

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