Las carga el diablo

¿Está la legislatura cogida por los pelos?

La vicepresidenta primera, María Jesús Montero y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso de los Diputados del 10 de enero de 2024. Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
La vicepresidenta primera, María Jesús Montero y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados, a 10 de enero de 2024. Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

"Cada votación tiene su singularidad. En la pasada legislatura también se dieron votaciones in extremis, como en la pandemia", recordaba en redes el otro día José Luis Ábalos. "Y si entonces fue complicado -continuaba quien otrora fuera persona clave en el equipo de Pedro Sánchez-, en esta legislatura debemos asumir una mayor complejidad por la existencia de unas mayorías muy heterogéneas".

"El futuro político en España va a venir marcado por la capacidad de acordar", explicaba hace pocos días Salvador Illa en La noche en 24 horas de TVE. Pesos pesados del entorno de Sánchez están brindándonos pistas, sentido común se le suele llamar, de por dónde van o tienen que ir las cosas. Hay quien dice que el actual Gobierno de coalición no lo ha entendido todavía, yo no lo creo. Hasta ahora nunca careció el presidente de mentalidad práctica, aunque puede que el proceso de asimilación vaya lento, o le interese que lo parezca.

Clamar "que viene el lobo" es un recurso al que ya no le queda apenas recorrido y lo saben, pero exprimirán el limón hasta que no quede ni una gota. La legislatura no puede asentarse, ni mantenerse, recurriendo por sistema al voto del miedo y también lo saben. Que la alternativa sea peor no puede funcionar como comodín permanente. Las inercias del bipartidismo, o las del anterior Gobierno de coalición está claro que ya no funcionan. Esas plantillas han caducado. Hay que remangarse, abandonar las cómodas inercias de décadas y disponerse a hacer política de otra manera. Ese creo que es el mensaje que están transmitiendo Illa o Ábalos, que no son precisamente versos sueltos.

Decía Xabier Lapitz en su programa En Jake de ETB que la legislatura está cogida por los pelos. Claro, pero desde el primer día. ¿Eso es malo? No tiene por qué. Nos sitúa frente a una pantalla inédita hasta ahora en la política española, pero que inyecta adrenalina en el ejercicio de la política e impide dormirse en los laureles. Es verdad que Sánchez manda en el Gobierno y no en el Parlamento, pero es quien reparte las cartas. ¿Que eso tenga que ser así de manera continuada supone un desgaste? Claro que sí, pero, como todos sabemos, más desgasta no tener el poder, ¿verdad?


Que le pregunten si no a Núñez Feijóo, que continúa yendo de bandazo en bandazo sin acabar aún de asimilar, seis meses lleva ya así, que fueron los resultados los que le impidieron llegar a la Moncloa. "Si hubiese sabido que la política consistiría en lo que he vivido en los últimos tiempos, meses, en los últimos días y en las últimas horas, yo no me hubiese dedicado a la política", proclamó tras comprobar cómo el Gobierno de coalición salvaba una vez más los muebles el miércoles pasado tras conseguir que el poder legislativo aprobara, merced a los pactos, dos de los tres decretos que presentó en la cámara.

"¿Cómo será cada semana de esta legislatura?", se preguntó allí mismo el líder del PP sin poder disimular su impotencia y su frustración. Pues puede que sea como esta última, don Alberto, sobre todo mientras continúe usted enrocado en el no a todo y en el cuanto peor, mejor. Hay otras formas de hacer oposición, como está demostrando Salvador Illa en Catalunya. El objetivo no puede ser derribar el Gobierno a cualquier precio, sino contribuir a mejorar la vida de los ciudadanos hasta que te llegue tu turno. Parece claro que, al menos de momento, los populares no andan en esas. Como dice mi compañero Chema Crespo, en Madrid se grita mucho. El futuro inmediato no puede construirse a base de perpetuar soflamas como las que suele perpetrar la presidenta madrileña.

Así las cosas, ¿va a ser una legislatura difícil? Pues claro. ¿Vamos a andar en un sinvivir? Puede, pero en eso consiste la política, ¿no? ¿O se trata de insultar y vituperar, de descalificar por sistema sin molestarse jamás en hacer ninguna propuesta constructiva? El dibujo es otro y desde las elecciones del 23 de julio cuentan todos: Junts, PNV, EH Bildu, ERC, Podemos, Sumar... incluso Coalición Canaria tiene en sus manos un llavín que en según qué votaciones acabará siendo oro puro, como hace meses ya predijo Enric Juliana. Esa es la aritmética que nos gobernará y con la que el Ejecutivo de coalición tendrá que desarrollar su trabajo. Sin caer en la tentación del ninguneo y respetando a todos por igual. A todos.


Puede que les lleve un tiempo ponerse a ello porque entenderlo, lo entienden: acabará imponiéndose la mentalidad práctica. Que la ultraderecha pierda fuelle depende de eso, de que ninguno de quienes tienen en sus manos conseguirlo caigan en la tentación de imponer sus postulados chantajeando a quienes los pueden apoyar.

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