Corazón de Olivetti

El último parte de guerra de ZP

Tuvo ayer un cierto aire crepuscular el último parte de la guerra económica que formuló José Luis Rodríguez Zapatero ante el Congreso. ZP hizo las maletas parlamentarias con el mismo equipaje que ha lastrado buena parte de la legislatura: el de un claro naufragio de la economía mundial en el que no logramos achicar nuestras propias aguas turbulentas. Claro que le hubiera gustado irse como el que fue antes de aquel mayo de 2010 cuando cambió su discurso y la percepción de que nuestra soberanía había sido empeñada por un puñado de euros en el Monte de Piedad del Banco Central Europeo.

El todavía presidente tributó ayer un insólito homenaje póstumo a Mark Hatfield, el senador republicano de los EEUU que desde los escaños conservadores fue capaz de abrazar causas progresistas y no al contrario. Hace quince años, frenó a su propio partido que pretendía una enmienda a la Constitución a fin de prohibir el déficit presupuestario. Lo mismo que Zapatero, Rajoy, Merkel y Sarkozy quieren que hagamos los europeos antes de junio. Dudo que alguien, ahora y en este continente, tenga el valor político de Hatfield, que refutó la propuesta porque iba a perjudicar a las políticas sociales. Quizá necesitemos algún verso suelto de esa estirpe y no como el actual inquilino de La Moncloa, el sastrecillo valiente que dejó de serlo y que empezó a parecerse a lo que suponemos que piensa ese Mariano que sigue sin mostrar sus cartas. En esta timba, estamos perdiendo hasta la camisa sin que la banca de nuestro casino acepte los eurobonos como un joker para sacarnos de la ruina. Ayer, el hombre de la ceja tenía cara de perdedor. Los tahúres ganan una partida con naipes marcados.

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