La tramoya

Vuelve la mochila austriaca con los mismos engaños de siempre

Vuelve la mochila austriaca con los mismos engaños de siempre
El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, clausura un acto sectorial en Valencia sobre sanidad, a 27 de junio de 2023, en Valencia, Comunidad Valenciana (España). Jorge Gil / Europa Press

El Partido Popular ha anunciado en su programa para las próximas elecciones generales del día 23 de julio que pretende introducir en España la llamada "mochila austriaca". Utilizando sus propias palabras: se trata de "cuentas individuales portables para los trabajadores" que estos podrían utilizar a lo largo de su vida laboral para hacer frente a posibles despidos o, si se acumulan fondos suficientes, como complemento a sus pensiones de jubilación.

Esta mochila es, efectivamente, un fondo que se va acumulando con aportaciones mensuales de los trabajadores, bien con cargo a su sueldo o con aportaciones adicionales de la empresa, y es una cuenta portable porque el trabajador la lleva consigo si cambia de empleo.

La finalidad de esa cuenta portable o mochila es eliminar (en su totalidad o en parte, algo que no dice el PP) las actuales indemnizaciones por despido. Los trabajadores ya no las percibirían al ser despedidos, sino que tendrían que obtener el dinero con el que hacer frente a su nueva situación de lo que hubieran acumulado en esa cuenta.

Los fondos que se van acumulando en la cuenta deben ser gestionados por alguna entidad financiera para "capitalizarlos", es decir, para invertirlos en operaciones financieras cuya rentabilidad permita que vayan aumentado de valor a lo largo del tiempo. Si no, la subida de precios, por pequeña que fuera, iría mermando su valor continuamente.

El Partido Popular hace esta propuesta sin valorar ni hacer públicas las consecuencias que tendría su aplicación. Lógicamente, porque sus responsables saben perfectamente que si hubiera un debate amplio y claro para conocerlas los trabajadores descubrirían sus inconvenientes y la rechazarían.

El PP no dice cómo se financiaría la mochila. Si es con el propio salario del trabajador está claro que el efecto sería el de su disminución efectiva, tanto en la cuantía mensual (para ir acumulando fondos) como en el montante de la indemnización por despido que dejaría de recibir. En este caso, lo que conlleva la mochila es que sea el propio trabajador quien se "indemniza" a sí mismo. Se le obliga a realizar un ahorro forzoso para que sustituya la indemnización por despido que hasta ahora se por los fondos que eventualmente hubiera acumulado. En el segundo, si se financia con aportaciones adicionales de la empresa, supondría un incremento de los costes laborales.

En ambas posibilidades, la consecuencia es que se abarata el despido y que deja de contemplarse si es procedente o no, haciéndose mucho más arbitrarias las relaciones laborales. Algo que no es necesariamente bueno para las empresas puesto que genera una cultura de mala política de personal que termina siendo muy perjudicial para la productividad, la innovación y el beneficio. La mochila austriaca incentiva lo fácil, descuidarse a la hora de contratar, irse a lo barato y desentenderse de consolidar una plantilla productiva y bien integrada en la empresa.

Se dice a favor de la mochila que permitirá evitar la discriminación que ahora sufren los trabajadores de salarios más bajos, pues resulta más fácil despedirlos; pero se oculta que abaratará el de los de sueldos más altos, generalmente los de productividad más elevada. Resulta, pues, que la mochila no sólo es empobrecedora para los trabajadores, sino que incentiva la descapitalización de las empresas.

Además, al facilitar el despido, la mochila austriaca lleva consigo también un incremento de gasto, pues pueden aumentar los subsidios a las personas desempleadas.

También dicen sus defensores que la mochila austriaca producirá una bajada del paro porque a los trabajadores no les compensará seguir desempleados, pues esto haría que se fueran reduciendo los fondos de su mochila. Una idea basada dos supuestos irreales de los economistas liberales sobre el mercado de trabajo: uno, que la gente está desempleada porque lo desea, voluntariamente; y otro que en la economía hay en todo momento demanda suficiente de empleos para todas y cada una de las personas que desean trabajar.

Tras la mochila austriaca hay, por último, otros dos engaños.

El primero consiste en no decir que, en una economía como la española, de salarios bajos y todavía con alta temporalidad, con gran número de despidos, la capacidad de hacer aportaciones a la mochila o cuenta portable es muy limitada. No sólo es iluso creer que una parte importante de los trabajadores españoles podrían llegar a la jubilación con fondos ahorrados en su mochila. La realidad es que un porcentaje muy elevado no podría acumular los suficientes ni siquiera para disponer de una cantidad decente de dinero cuando hubiera sido despedido ya varias veces, como tantas veces ocurre.

El segundo engaño es quizá de todavía mayor trascendencia. Tal y como hoy funcionan la economía capitalista y las finanzas internacionales sería un verdadero milagro que la capitalización de esas cuentas o mochilas fuera exitosa y permitiera mantener el valor de los fondos ahorrados, mientras se van produciendo despidos, o a la hora de la jubilación.

Con crisis financieras recurrentes, con la especulación exacerbada de nuestro tiempo y en medio de tantas burbujas, los fondos de ahorro privado, los llamados impropiamente fondos de pensiones privados, no son rentables para los pequeños ahorradores y ni siquiera con apoyo fiscal (de 2006 a 2021, solo 22 fondos de los 408 con 15 años de historia tuvieron una rentabilidad superior a la de los bonos del estado a 15 años). Estos fondos quiebran muy a menudo y han tenido que ser rescatados multitud de veces con dinero público.

No deja de ser curioso que esto último vaya a ocurrir con el fondo de pensiones del Parlamento Europeo, donde son mayoría los partidos que han promovido (PSOE) o promueven (PP) que este tipo de fondos se generalicen en España. Significa que saben mejor que nadie que sus propuestas basadas en la capitalización del ahorro no son buenas y fallan. O, lo que es lo mismo, que lo hacen con el solo y exclusivo fin de plegarse al interés de las entidades financieras que administran esos fondos, las únicas que sí hacen siempre negocio con ellos.

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