La tramoya

La media verdad de la ministra de Defensa sobre el gasto militar

La media verdad de la ministra de Defensa sobre el gasto militar
La ministra de Defensa, Margarita Robles, interviene durante la toma de posesión del nuevo director del Centro de Sistemas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (CESTIC), en la sede del Ministerio de Defensa, a 5 de junio de 2023, en Madrid (España). Gabriel Luengas / Europa Press

La ministra de Defensa, Margarita Robles, hizo recientemente unas declaraciones que me parece que no responden completamente a la verdad y que conviene aclarar para evitar que se engañe a los españoles en un asunto de gran importancia.

Ha dicho la ministra que "invertir en defensa es invertir en paz, en libertad, en seguridad, en ciencia, en tecnología, en innovación y en puestos de trabajo".

En este artículo no voy a entrar en la primera parte de la frase y voy a dar por hecho que los ejércitos son necesarios para que haya paz, libertad y seguridad. Quiero centrarme en la segunda porque, como he dicho, creo que la ministra no dice toda la verdad, y no decir toda la verdad es algo demasiado parecido a mentir.

Lleva razón la ministra cuando afirma que invertir en defensa es hacerlo en tecnología, en innovación y en puestos de trabajo.


Es cierto que el gasto militar aumenta la innovación, el empleo y el crecimiento del PIB, lo mismo que también lo aumentan la prostitución, los incendios, la mayor criminalidad, la contaminación, los accidentes de tráfico, la reconstrucción después de una guerra o desastre, el mayor número de enfermedades, o el consumo de drogas... Por tanto, no podemos conformarnos con señalar que un determinado gasto o inversión aumenta la innovación, el empleo y la actividad económica en general, sino que hemos de analizar el efecto neto que tiene (lo que perdemos o dejamos de ganar con él) y, sobre todo, si se pueden conseguir otros resultados más beneficiosos usando lo recursos de manera diferente.

Los estudios que han mostrado evidencias del impacto negativo del gasto militar en el crecimiento económico y de sus costes de oportunidad en innovación y empleo son muy abundantes. Entre los más recientes, uno de 2020 advierte que los procesos de incremento del gasto militar traen consigo fases posteriores de menor crecimiento; otro, realizado sobre 57 países en el período de 1988 a 2013, utiliza los diferentes métodos de análisis utilizados hasta entonces y concluye que el gasto militar juega un papel negativo en el crecimiento económico porque canaliza los recursos a usos más improductivos que el gasto civil; el de 2021 de la nada sospechosa Rand Corporation subrayó sus efectos negativos a largo plazo; finalmente, por no alargar la relación, otro estudio concluye que, en los últimos 20 años, un aumento del 1% en el gasto militar redujo el crecimiento económico en un 9%.

Es evidente también que la inversión militar crea empleo, como dice la ministra, pero no se puede afirmar eso sin señalar a continuación que crea mucho menos que el gasto y la inversión civiles. Una investigación del Watson Institute de 2017, estimó el efecto multiplicador sobre el empleo del incremento del gasto en defensa: 6,9 nuevos empleos por cada millón de dólares adicional, mientras que el dedicado a energías limpias, educación o salud sería de 9,8, 15,2 y 14,3, respectivamente. Y, en todo caso, también se podría argumentar que el coste de crear un empleo a través del gasto militar (400.000 dólares anuales en Estados Unidos, según The Economist) es mucho más alto que cuando se crea con gasto civil.


Finalmente, una investigación que ha tomado en consideración otros 42 estudios y 243 estimaciones concluía que es el gasto militar y no el civil el que más conviene recortar cuando las economías se encuentran con problemas de equilibrio presupuestario.

Los efectos del gasto militar sobre la innovación y la productividad también son controvertidos. Es cierto que una enorme cantidad de inventos se han aplicado inicialmente en la industria militar, pero ¿eso quiere decir que no hubieran sido desarrollados en la industria civil si se hubieran aplicado allí los recursos? ¿Y no es cierto que ese primer uso militar, además de comportar violencia y muerte, retrasa su uso en actividades generadoras de bienestar?

Y para concluir, tampoco se pueden olvidar otros efectos dañinos del gasto militar, como el señalado por un estudio del Fondo Monetario Internacional que asocia el alto nivel de gasto militar y su crecimiento a la corrupción.

Es cierto, sin embargo, que hay también estudios que muestran la tesis contraria en relación con el crecimiento económico. Pero, en el caso más favorable a quien defiende las virtudes económicas del gasto militar, sólo se podría decir -como mucho- que no hay evidencias definitivas ni a favor ni en contra de esa tesis. Así lo reconoce un artículo aparecido este mismo mes de junio en la Revue Défense National francesa que dice que el debate académico de los últimos 50 años sobre la eficiencia económica del gasto en defensa en comparación con otros sectores públicos "hasta la fecha, no proporciona una respuesta definitiva, ya que hay casi tantas contribuciones que destacan un impacto económico positivo como a la inversa".

Está claro, pues, que no se puede dar por bueno que el incremento del gasto militar sea intrínsecamente deseable porque con él aumenta la innovación, el empleo y el crecimiento económico. Eso ocurre, ciertamente. Pero, como he señalado, son muchas las evidencias que muestran que no es ni mucho menos el procedimientos más adecuado, eficiente y potente para lograr esos objetivos.

Y, además, hay otras consideraciones que la ministra no toma en cuenta.

El gasto militar mundial crece sin cesar. En 2021 superó los dos billones de dólares, fue de 2,24 billones en 2022 y seguirá creciendo en 2023, y todo eso al mismo tiempo que el número de seres humanos que viven bajo estrés alimentario en el planeta se ha más que triplicado desde 2016.

Hoy día, hay en el mundo 828 millones de personas que pasan hambre, 150 millones más que al comienzo de la pandemia.

Según un estudio realizado por 77 científicos de 23 países y 53 organizaciones, para acabar con ese drama que mata a más de 25.000 personas cada día, la mayor catástrofe de la historia y de la que nunca hay noticia en los medios de comunicación, serían necesarios unos 330.000 millones de dólares anuales hasta 2030. Es prácticamente la misma cifra en la que aumentó el gasto militar mundial en 2022 respecto al año anterior. Es decir, sin necesidad de disminuir este último, sino simplemente habiendo congelado los presupuestos militares de todos los países hubiera sido suficiente para disponer del dinero necesario para que toda la población mundial esté bien nutrida y no se produjera ese crimen inhumano que es la muerte (el asesinato, más bien) por hambre.

La ministra, quien volverá a ser diputada y a quien deseo que tenga posibilidad de estar de nuevo en un nuevo gobierno progresista, no cuenta toda la verdad sobre el gasto militar ni tiene en cuenta todo lo que implica para la humanidad. No es la mejor manera de impulsar la economía, fomentar la innovación y crear empleo y, además, tiene siempre un coste de oportunidad muy grande en términos de sufrimiento humano y de muertes evitables.

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