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La IA también tiene Términos de Uso… y tampoco los lees

La IA también tiene Términos de Uso… y tampoco los lees
También en la IA se tienden a pasar por alto los Términos de Uso. - Pixabay

Los Términos de Uso acostumbran a ser la letra pequeña de los servicios web y las aplicaciones móviles (apps) que utilizamos cada día. De manera automática los aceptamos sin ni siquiera revisarlos, exponiéndonos en ocasiones a ciertos abusos que, en realidad, hemos consentido. En alguna ocasión lo hemos visto con las principales redes sociales; ahora, en plena vorágine de la Inteligencia Artificial (IA), merece la pena revisar qué aceptamos cuando experimentamos con esta tecnología.

La IA generativa no sólo está cada vez más presente en desarrollos empresariales, sino que ha calado en el público general. No me refiero únicamente al popular ChatGPT de OpenAI, sino a otros servicios de IA que pueden encontrarse en internet, como es el caso de StabilityAI, Anthropic, Midjourney o Hugging Face, entre otros.

En principio, estos Términos de Uso tratan de perseguir el uso responsable de la IA, mitigando algunos de los riesgos inherentes que, de hecho, han encendido las luces de alarma de muchos expertos instando a una regulación urgente. En este sentido, muchos modelos impiden su uso para brindar asesoramiento médico, financiero o jurídico. Sin embargo, es importante profundizar en esta letra pequeña, porque en ella se determina, por ejemplo, quién posee realmente los derechos del producto generado o qué privilegios de uso tienen las empresas sobre las imágenes que utilizamos para la nueva creación.

Tal y como veíamos hace unas semanas, las infracciones de derechos de autor es uno de los grandes problemas que se están planteando con la IA. Por este motivo, el usuario debería tener conocimiento de cómo se ha entrenado ese modelo de IA generativa para poder estar convencido de que la creación obtenida no vulnera ningún copyright. En este punto, y como suele ser costumbre, es importante destacar cómo los desarrollos de IA generativa de código abierto (open source) son más transparentes y brindan más capacidades de control al usuario.


La mayor parte de los modelos de IA están blindados ante posibles demandas con descargos de responsabilidad sobre estos derechos de autor, de manera que quien acepta los Términos de Uso y posteriormente difunde el producto resultante es quien se arriesga a posibles demandas. No sólo eso, sino que en algunos casos incluso se contemplan cláusulas de indemnización al proveedor en caso de que se produjeran futuras reclamaciones.

En el caso de las empresas se pueden generar dependencias de la tecnología, que los proveedores de IA se sacuden con soltura. Imaginen que una empresa desarrolla un chatbot para atender a los clientes basándose para ello en alguno de estos modelos de IA. Si el proveedor es comprado por la competencia o, sencillamente, quiebra, esa parte de atención al cliente podría peligrar. Pues bien, al aceptar los términos de uso renuncia a cualquier reclamación por el perjuicio que puede suponer la discontinuidad del servicio. Esta, en realidad, es una práctica habitual en los desarrollos de software.

Por otro lado, la totalidad de los modelos propietarios de IA generativa se cubren las espaldas ante la posibilidad de que alguien quiera utilizar sus algoritmos para desarrollar un competidor. Dicho de otro modo, utilizar esta tecnología para entrenar otros modelos sería caer en un uso fraudulento y podría acarrear consecuencias legales. En términos generales, proveedores como OpenAI prohíben ensamblar, compilar, descompilar, traducir o intentar descubrir el código fuente o los componentes subyacentes de los modelos, algoritmos y sistemas; así como la extracción automatizada de datos o resultados. Dicho de otro modo, realizar una auditoría para, por ejemplo, averiguar si se existen sesgos de raza o género es imposible. Nada que ver, por ejemplo, con los modelos open source, más abiertos a que los usuarios ahonden en su modelo y en sus conjuntos de datos con objeto de poder realizar más ajustes para adecuarse a necesidades concretas.

En cuanto a la propiedad de la creación resultante, mientras hay proveedores que por defecto incluyen en sus términos de uso que ésta pasa a ser de dominio público, otros explicitan que nadie que haya utilizado la versión gratuita puede reclamar propiedad alguna. Si uno quiere tener más control sobre la propiedad del resultado ha de utilizar las versiones de pago. En el caso de OpenAI, ésta asigna a los usuarios la propiedad total, incluso para usos comerciales, pero con una peculiaridad interesante: eso aplica a menos que otra persona haya utilizado previamente el mismo mensaje. Por otro lado, muchos proveedores se reservan el derecho a utilizar el contenido creado para seguir entrenando al sistema.

La IA generativa se encuentra en pleno desarrollo, es una tecnología viva no exenta de incertidumbre por su impredecibilidad. Por este motivo, algunos términos de uso abren la puerta a que éstos puedan variar sobre la marcha a medida que se aprende más sobre la IA. En ese camino, empresas y usuarios finales deberían prestar atención a esta letra pequeña, porque para hacer un uso responsable de la IA lo primero es que el proveedor que presta el servicio también lo sea.

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