Quien cree estar de vuelta de todo es que nunca ha ido a ninguna parte

50 años de Gagarin. Y ahora, ¿qué?

Hace medio siglo, la humanidad llevó al espacio al primero de sus hijos. Pero ahora, parece bastante estancada.
Como todo el mundo está hablando hoy del pasado, yo quiero hablar del futuro.


Tecnologías derivadas de la exploración espacial.
Algunas tecnologías derivadas significativa o totalmente de la exploración espacial. Imagen: NASA, 2003. (Clic para ampliar)

50 años de Gagarin. Y ahora, ¿qué?¡Propicios días, camarada extraterrestre! No sé si te acordarás, pero hace ahora mismo cincuenta años terrestres exactos que esa especie con cuatro patas del tercer planeta de Sol llevó al espacio al primero de sus hijos. Son unos bichos curiosos, los terráqueos estos, ¿verdad? Lo que pasa es que ahora mismo parecen bastante confundidos, estancados y con un montón de problemas. Fíjate, quién les ha visto y quién les ve.
Bueno, la verdad es que problemas, problemas, han tenido siempre. Si eres un extraterrestre lo bastante friki como para interesarte por la historia de esos simios que aún no han logrado alejarse de su planeta natal y ni siquiera fabricar un mísero agujero de gusano atravesable (¿estarán los OVNIs llenos de turistas galácticos frikis?), sabrás que cuando mandaron a ese fulano Gagarin a darse una vuelta por el espacio exterior parecían decididos a aniquilarse en una guerra nuclear mientras otros muchos de sus hijos pasaban hambre y miseria. Algunos de esos problemas parece que se han arreglado un poco: el peligro de guerra nuclear no es tan inminente y muchas cosas han mejorado bastante para la mayor parte de la humanidad. Y antes de todo eso... bueno, ya sabes.
Sin embargo, otros problemas se han desarrollado en este periodo. Por una parte, en tiempos recientes, han dejado que sus anticuadas economías fueran arrastradas a una crisis global a gran escala, afectando sobre todo a algunos de los países que en otro tiempo llevaban el liderazgo (sí, aún tienen países, ¿te lo puedes creer?). Aunque de eso siempre han sido capaces de salir con más o menos sufrimiento de los de siempre (también tienen clases; qué le vamos a hacer, considéralo una curiosidad, son muy primitivos, los pobres). De hecho, ya se vislumbra el surgimiento (o resurgimiento) de algunas potencias emergentes. Saldrán de esa.
Lo que ocurre es que esa crisis no es sino una manifestación de otros problemas más profundos, que siempre tuvieron pero últimamente se han desarrollado. Se han multiplicado demasiado para un planeta tan pequeño y con tan pocos recursos fácilmente accesibles. Hay más del doble de humanos ahora que cuando ese Gagarin fue al espacio. Quince veces más que en la Edad Media, veintipico veces más que en tiempos de los romanos, mil cuatrocientas veces más que en los albores de la civilización. En la actualidad están vivos el 6% de los humanos que hubo jamás. Si nada lo impide, a principios de otoño de este mismo año alcanzarán los 7.000 millones de personas.
Se puede discutir si el reverendo Malthus llevaba más o menos razón en sus estimaciones, si ya se han alcanzado o no los distintos picos de Hubbert, pero hay un hecho difícilmente disputable: el planeta Tierra es finito, por lo que la población no puede crecer y multiplicarse indefinidamente sin agotar los recursos más pronto o más tarde. O, al menos, convertirlos en absurdamente caros, por escasos para semejante demanda. La superpoblación provoca también burbujas de jóvenes, que muchos consideran profundamente desestabilizadoras política y económicamente. Por el extremo contrario, cuando la demografía se contrae sobreviene el envejecimiento de la población, también muy problemático en términos económicos y políticos además de receta segura para la decadencia social, cultural y civilizatoria. Es lo que ocurre cuando uno se mete en problemas serios: luego resulta muy difícil salir de ellos y no hay soluciones buenas, sino sólo males mayores y menores. Y los humanos se han metido en un problemón gordísimo con esa costumbre suya de reproducirse incontroladamente. Como suele decirse, si toda la humanidad empieza a limpiarse el culo con papel higiénico, los bosques duran un suspiro.
Población mundial entre el 10.000 aC y el 2.000 dC
Población mundial entre el 10.000 aC y el 2.000 dC. Fuentes: ONU, Oficina del Censo de los Estados Unidos, Population Reference Bureau, Centro de Población de la Universidad de Pennsylvania ("Historical Estimates of World Population: An Evaluation," Analytical and Technical Reports, Number 10, table 2.)

Área metropolitana de Tokio, la más poblada del mundo.
El área metropolitana de Tokio, con unos 35 millones de habitantes, es la más poblada del mundo.

Incontables problemas de la humanidad y de la biosfera terrestre están estrechamente relacionados con estos puros números: las crisis alimentarias, el hambre y la miseria que siguen persistiendo, las grandes injusticias y desigualdades, la extinción masiva de especies biológicas, el calentamiento global, las guerras por unos recursos cada vez más escasos se encuentran vinculados de uno u otro modo con el exceso de población. O, para ser más exactos, con el número de humanos en relación a los recursos disponibles y extraíbles económicamente en el planeta Tierra. Simplemente, el aumento de habitantes va más rápido que el nivel de desarrollo científico-técnico necesario para atenderlos a todos sin cargarse la biosfera terrestre en el proceso, y siguiendo por ese camino habrá necesariamente un momento en que supere la capacidad absoluta del planeta para sostenerlos.
La cosa no tiene visos de cambiar: cada mes que pasa, se añade una Comunidad de Madrid entera a la población humana. Eso no hay planeta que lo resista, y menos aún si el tiempo de vida se alarga cada vez más. O la humanidad limita radicalmente su número y su consumo de recursos, o encuentra una manera de multiplicar (y repartir mejor) estos recursos, o se enfrenta a una catástrofe monumental mal que les pese a los del pensamiento ilusorio. No es un mero futurible: a pesar del descenso de la proporción mundial de hambrientos (del 37% en 1970 al 16% en 2009), debido al mero aumento de la población un número constante de entre novecientos y mil millones de personas siguen sufriendo desnutrición, y 17.000 niños mueren de hambre cada día. Ellos ya viven la catástrofe.
Además, tener todos los huevos en la misma cesta es muy peligroso. Resumido en palabras de Stephen Hawking: "No creo que la humanidad sobreviva a los próximos mil años, a menos que nos expandamos por el espacio. Hay demasiados accidentes que pueden sucederle a la vida en un solo planeta. Pero yo soy un optimista. Iremos a las estrellas."
En busca de las Indias Cósmicas.

La Tierra es la cuna de la humanidad. Pero uno no puede quedarse en la cuna para siempre.
Konstantin Tsiolkovsky, padre de la cosmonáutica.

Papirela minoica
Las papirelas, construidas con papiro, fueron los primeros navíos con los que la civilización minoica se adentró en el Mediterráneo para llegar hasta Egipto y otros lugares. Es posible que las naves espaciales del presente, aún tenues veleros gravitacionales, sean el equivalente cósmico a estos primeros buques.

Históricamente, las sociedades humanas que se veían enfrentadas a problemas de superpoblación y/o agotamiento de recursos recurrían a la exploración-conquista de nuevos territorios y al desarrollo técnológico para incrementar u optimizar el espacio y los recursos disponibles. Más a menudo, una combinación de ambas cosas conforme unas u otras iban quedando disponibles.
Actualmente, en la superficie terrestre sólo quedan dos grandes territorios para seguir expandiéndose en busca de grandes recursos sin explotar: el fondo oceánico y algunas regiones polares como la Antártida. Ambos son bastante inhóspitos y, tarde o temprano, también se agotarán. En realidad sus recursos más accesibles están ya siendo explotados, por ejemplo a través de las plataformas petrolíferas en alta mar. Más allá, sólo está la última frontera: el cosmos.
El futuro de la humanidad se halla inevitablemente en el cosmos. Antes o después, de buen grado o a regañadientes, la especie humana tendrá que hacerse definitivamente a ese océano interminable que conduce directamente a las estrellas. De lo contrario, se quedará estancada, arruinada, en decadencia y permanente conflicto, avanzando poco a poco hacia la extinción.
En cierta medida, ya está ocurriendo.
Hace tiempo que mucha gente se pregunta dónde están entonces las Indias Cósmicas, ese territorio inexplorado donde se desarrollará necesariamente el siguiente episodio de la historia humana. Creo que hacerse esa pregunta en este momento constituye un error de perspectiva, porque supone que el estadio científico y tecnológico actual es el equivalente –a grandes rasgos– al principio de la era de los grandes descubrimientos oceánicos, en el siglo XV aproximadamente. Opino que la situación actual se parece mucho más a los orígenes de la navegación marítima, quizá a aquel momento en que los minoicos comenzaron a explorar las islas de alrededor, hace unos cuatro o cinco mil años.
Hay un problema. La gente antigua pudo ir avanzando paso a paso, encontrando cosas que hacer y ganar en los territorios más próximos, así aprendiendo –y financiando– el salto a los más lejanos. En el océano cósmico, aún no resulta evidente por sí mismo cuáles serían esos pasos intermedios que sirvan como base a los más grandes, a menos que alguien invente algo revolucionario. Quizá incluso la comparación con los minoicos sea también excesiva, y los navegantes cósmicos humanos del presente se parezcan más a aquellos prehistóricos que ahuecaron un tronco para adentrarse en el lago a pescar algunos satélites, digo peces.
Protón-M
La gravedad terrestre exige hoy por hoy grandes cohetes, como este Protón-M, para acceder al espacio.

Por cierto que, hablando de satélites, sólo por los que ahora mismo evitan catástrofes y monitorizan los recursos hídricos y agropecuarios para prevenir la sed y el hambre ya habría merecido la pena todo el gasto en ir al espacio. Eso sin entrar a hablar de los de telecomunicaciones, navegación por GPS o GLONASS, científicos y demás. En cuanto a los beneficios tecnológicos derivados, según los cálculos de la NASA, cada dólar gastado en el espacio genera siete a la economía estadounidense por la vía de la I+D.
El próximo objetivo.
El problema fundamental es, pues, cómo dar el siguiente salto –que todos sospechan enormemente más caro– sin que resulte ruinoso. Aunque hay un paso previo: determinar cuál es, exactamente, ese próximo objetivo.
Esta es una cuestión curiosa y peliaguda a la vez. Recientemente, la Comisión Augustine de los Estados Unidos se ha dedicado a darle vueltas al asunto... sin alcanzar ninguna conclusión clara. De hecho, la Administración Obama no ha apostado claramente por ninguna de las opciones que planteó la Comisión, y sugiere unas ideas bastante difusas de enviar naves tripuladas a algún asteroide para 2025 y a Marte para 2030. Europa, como siempre, sigue a verlas venir; su programa Aurora sigue hablando de Marte en términos generales, pero poco más. China aún está en el proceso de ponerse al día.
Las querencias de Rusia, actualmente líder comercial mundial en lanzamientos espaciales, parecen mejor definidas. Básicamente, los cosmonáuticos rusos sueñan con continuar el programa soviético de estaciones espaciales Salyut - Mir hasta el siguiente paso lógico: la creación de un astillero espacial en el "espacio cislunar". En la práctica, en órbita baja alrededor de la Tierra. El tema se oyó con alguna fuerza cuando parecía que se iba a terminar la Estación Espacial Internacional: los rusos reclamaron varios de sus módulos para iniciar el ensamblaje de este astillero bajo el nombre OPSEK. La otra alternativa, evidentemente, es construirlo como una extensión al segmento ruso de la ISS.
¿Para qué sirve un astillero espacial? Bueno, parece bastante obvio: para construir naves espaciales. ¿Qué clase de naves espaciales? ¡Ah! Esa es la parte más intrigante de la idea.
La mayor dificultad del vuelo espacial en el presente es vencer el pozo gravitatorio terrestre para hacerse al mar cósmico. La gravedad terrestre tira mucho, y por eso hacen falta cohetes poderosos –y caros–. La tarifa para salir de puerto resulta bastante elevada: entre tres mil y siete mil euros por kilo usando los cohetes rusos más económicos. Pero además, hay un problema de volumen. Existen algunos límites de tamaño bastante severos para las cosas que se lanzan dentro de un cohete o incluso a lomos del mismo. La nave de una sola pieza más grande que existe ahora mismo, el transbordador espacial estadounidense, sería comparable en tamaño con un Airbus A320. Y ya es mucho.
Normalmente, las cargas que se lanzan en los cohetes tienen menos de diez metros de longitud, menos de cinco de diámetro y masas inferiores a los diez mil kilos. Las cargas en el rango de los 25.000 kilos se consideran ya excepcionales. El Skylab, que se lanzó con el último Saturno V, medía 36 metros de longitud y 6,7 de diámetro con una masa total de 77 toneladas: básicamente era una tercera etapa reconvertida, entera, en estación espacial.
No es práctico ni económico realizar lanzamientos tan grandes. Las alternativas plausibles proponen generalmente cargas aún más pequeñas. Eso significa que para construir grandes naves espaciales, las carabelas del descubridor cósmico (como esta Nautilus-X, por ejemplo), hay que ensamblarlas en órbita. La existencia de un astillero espacial tripulado o algo que desempeñe una función análoga facilitaría muchísimo este proceso. Los ensamblajes automáticos y los manipuladores robóticos están muy bien, pero no hay nada ni lo habrá en bastante tiempo que supere la capacidad de un humano para encontrar un tornillo suelto y apretarlo en un plis. Hay muchos tornillos en una cosa así.
Nautilus X
Concepto para una nave espacial interplanetaria Nautilus X, realizable hoy en día con tecnologías disponibles en la actualidad, a un coste estimado de unos 2.600 millones de euros. Vista frontal. Imagen: NASA Technology Applications Assessment Team.

Disponer de naves espaciales tripuladas de propósito general capaces de recorrer buena parte del sistema solar en misiones de pocos años no debería ser ni muy difícil ni brutalmente caro. Conceptualmente, se parece bastante a construir un submarino de larga autonomía, y existen unos cuantos de esos. Por ejemplo: se estima que una de estas Nautilus-X podría costar unos 2.600 millones de euros, con un plazo de construcción de 64 meses y una autonomía de dos años, lo que permitiría ir a la órbita de Marte y volver con bastante soltura. Eso se parece bastante a los costes, plazos y autonomía de un gran submarino de misiles balísticos.
Una nave espacial modular de propósito general es también flexible. Permite ir a muchos sitios distintos para hacer muchas cosas diferentes con modificaciones relativamente menores y su tamaño se puede ampliar o reducir a conveniencia: es como tener varias naves en una. Para dirigirse a objetivos de baja gravedad como la luna o los asteroides (u otras lunas...), puede cargar aterrizadores tripulados análogos a los utilizados en el programa Apolo.
Un programa completo para crear un astillero espacial y varias naves interplanetarias de propósito general, dependiendo de lo ambicioso que fuera, podría andar entre los cien mil millones de euros de la ISS y el billón de euros. Esta última parece una cifra fabulosa, y probablemente lo sea. Equivale al PIB de España durante un año. También es más o menos lo mismo que han costado ya las guerras de Iraq y Afganistán. Es menos de lo que vale el Grupo Santander. Y aproximadamente el PIB de la Unión Europea durante 23 días. O el del mundo durante menos de una semana. Hablamos de cifras enormes, pero perfectamente dentro de las capacidades humanas.
Yuri Gagarin y Sergei Korolev
Yuri Gagarin y Sergei Korolev.

Si de momento nos apañáramos con el equivalente a cuarenta naves como la Nautilus-X, o con un nuevo proyecto del mismo coste que la estación espacial (es decir, unos cien mil millones de euros), entonces estamos hablando de algo mucho más accesible. Es un importe similar a las hipotecas de alto riesgo en las cajas de ahorros españolas, menos de tres años de subvenciones agrícolas europeas directas o lo que se comió la guerra de Iraq en 2010. Es lo mismo que costó el programa Apolo, ajustado a la inflación (y que a su vez fue la quinta parte de lo que metieron en Vietnam).
Es, pues, falso que no haya medios para seguir los pasos de Gagarin en el siglo XXI, sea por la vía que aquí se plantea o por cualquier otra que se considerase más adecuada. Lo que no hay es voluntad política, liderazgo, visión, amplitud de miras o sentido de la responsabilidad colectiva, y ni rastro de pelotas. Sobran pusilánimes, mediocres y mezquinos. Más que un logro tecnológico, mucho más que un modelo económico, lo que llevó a Gagarin al espacio hace ahora mismo cincuenta años fue una manera de pensar. La misma manera de pensar audaz que creó el Concorde, acabó con la viruela o fundó las comunicaciones móviles y tantas cosas más. Sin esa decisión, sin esa voluntad de transgredirlo todo, sin la audacia y la generosidad de pelear por un fin grande y bueno para todos contra todo pronóstico, las sociedades humanas no van ni a las estrellas, ni a ningún otro lugar y a largo plazo sólo les queda abierto el camino de la decadencia, de la miseria y de la extinción.

~~~ 12 de abril de 1961 - 12 de abril de 2011: 50 años del primer viaje cósmico tripulado ~~~

Yuri Alekséyevich Gagarin, en la nave espacial Vostok-1 concebida por S. P. Korolev.

Insignia de la misión Vostok-1
Insignia de la misión Vostok-1