La realidad y el deseo

Señoras y señores: los ciudadanos

Muchos periodistas y tertulianos políticos preguntan cómo va a conseguir Alexis Tsipras romper las normas de austeridad impuestas por los capitanes económicos de la Unión Europea. Centran después sus preguntas en el pago de la deuda. Son, claro está, preguntas retóricas para sugerir que las promesas electorales que ha hecho Syriza no se podrán cumplir. ¿Por qué va a conseguir Tsipras lo que no han conseguido otros políticos más amigos del Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y Angela Merkel?

Las preguntas retóricas no se interesan por las respuestas. Son ejercicios de afirmación oblicua, y en el caso de Grecia lo que se intenta es denunciar las intenciones de una izquierda radical, populista, demagógica, peligrosa e inútil. ¿Más adjetivos? Pues todos los que se quieran. En España hay un amplio abanico de adjetivos para descalificar a Izquierda Unida y Podemos. En los últimos tiempos, no cabe duda, Podemos ha desatado la imaginación verbal de los poderes españoles que temen una catástrofe. Profetizan, advierten, amenazan.

En esta situación conviene recordar que lo importante no es lo que Alexis Tsipras vaya a decir a Alemania. Lo importante, lo que puede cambiar las cosas, lo que puede abrir un tiempo nuevo, es lo que han dicho en las urnas los ciudadanos. De pronto toda Europa se ve en la obligación de escuchar la opinión y la voluntad de los ciudadanos, algo novedoso en unas democracias impotentes y acostumbradasya a olvidar las pretensiones de la soberanía popular en favor de los lobbies económicos.

Y los ciudadanos griegos han dicho tres cosas de valor político:

 

1).- Que no resisten más una programación social, política y económica elaborada en contra de la gente. En la novela La mano invisible, Isaac Rosa contó la historia de unos trabajadores que eran sometidos a una meticulosa prueba de resistencia y explotación. Una nave industrial se convertía en un gran laboratorio humano para ver hasta dónde llegaba la paciencia, el egoísmo, la solidaridad y lasderrotas de los protagonistas.

Eso es hoy Europa: la geografía de unas políticas descarnadas que favorecen la pérdida de derechos, el empobrecimiento de las mayorías y el enrequecimiento de las élites. El capitalismo alemán, con la ayuda de las distintas élites nacionales, ha extremado los mecanismos de enrequecimiento a costa de liquidar los derechos laborales y golpear el poder adquisitivo de los ciudadanos. Los votantes griegos han dicho que basta ya, que no aceptan una democracia basada en unas cuantas libertades formales, pero sin relación con un sistema equitativo en la producción y el reparto de la riqueza. El capitalismo especulativo ha encontrado en la deuda una fórmula de neocolonialismo, y los ciudadanos griegos han dicho que no aceptan la situación y que ya está bien de considerar salvadores de su patria a aquellos que la están devorando. Se ha encendido la alarma roja en el termostato del laboratorio.

 

2) Que no se tragan una vez más las mentiras de un poder mediático en manos de los especuladores. La situación de estafa es tan larga y tan grave que ya no funcionan las manipulaciones del miedo. Nuevas formas de comunicación, además, han roto el dominio absoluto de los que crean opinión al servicio de un sentido común, un miedo y una prudencia dibujada por las élites. La experiencia de carne y hueso ha agrietado la realidad virtual de la especulación. Agamenón y su porquero tienen perspectivas distintas sobre la verdad.

 

Y 3) Que ya no es creíble un partido que se llama socialista y que responde a los engranajes más profundos del neoliberalismo actual cada vez que gobierna. Los llamados partidos socialdemócratas no sólo son responsables de colaborar en la creación de una Europa injusta, sin un Estado capaz de regular la economía y amparar a los ciudadanos, sino que parecen imposibilitados para renovarse a sí mismos. No pueden ni quieren salirse del mar neoliberal en el que flotan perdidos, sumisos y cada vez menos útiles. Los cambios generacionales no suponen aquí un cambio de políticas. En España, por ejemplo, la diferencia más grave que se da hoy entre el PSOE y el PP, es que el PP sigue siendo útil ideológicamente para muchos de sus votantes y el PSOE es una inutilidad para los suyos.

 

Lo importante no es lo que tenga que decir Alexis Tsipras, sino lo que ha dicho la ciudadanía griega. Si Tsipras consigue llevar la palabra de los griehos a los ámbitos de la representación política, las élites económicas tendrán que oírlo y toda Europa recibirá una lección de democracia. Es la única manera de hacerle ver a los especuladores y sus vasallos que la población no está dispuesta a soportar más los experimentos del laboratorio. Y no se olvide: la bondad de los poderosos nace de su miedo o de su egoísmo. Sólo dejarán de ser crueles cuando sientan que es mejor perder un poco que perderlo todo.

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