CUALQUIERA TE DICE NADA// ALBERTO OLMOS
Parece que la saca de Papá Noel, esta Navidad, va a venir repleta de juguetes sexuales. Llevamos un año, incluso más tiempo, en el que los medios de comunicación, en sus secciones de ocio, tendencias y hasta cultura, han dedicado páginas y minutos a introducirnos el fabuloso mundo de los dildos, los vibradores y las esposas forradas de peluche.
Porque, por un lado, qué mejor que desdramatizar el mundo del sexo de plástico, quitar esos horribles escaparates ciegos de los tradicionales sex shop y sustituirlos por vitrinas amorosas, coloristas y apreciables. Pero, por otro, qué triste que la normalización del instrumental genital haya llegado antes que la normalización del propio sexo, que sigue, en películas y libros y canciones, estigmatizado socialmente, al punto de que censuras ultraconservadoras surgen a nada que en una película sale una felación real o un coito verídico. El sexo somos nosotros, y no el vinilo o la silicona. Yo, ante tanta demanda de dildos, me permito proclamar que, si hace falta, también valgo como juguete.
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