Otras miradas

Camarasa, te nombro para saber que existo

Cristina Fallarás

Periodista

Fotografía de noviembre de 2016, del librero valenciano Paco Camarasa, que impulsó la novela negra en Barcelona con su legendaria librería Negra y Criminal. EFE/Marta Pérez
Fotografía de noviembre de 2016, del librero valenciano Paco Camarasa, que impulsó la novela negra en Barcelona con su legendaria librería Negra y Criminal. EFE/Marta Pérez

Yo qué sé dónde han ido a parar tantos años. El mayor era muy pequeño aún, pequeño de trastabillar, y le pusieron un sombrero de detective. Contra la puerta verde parecía un jugador enano. Afuera, la paloma bebía de un charquito sucio y se miraba en el agua, vaya si se miraba, la muy junco Portnoy le tiró una foto. Hay calles que ya nunca vuelven a ser las que fueron y esquinas para doblarlas en sábado. La Barceloneta parece la elección de un escenario, pero es una forma de vida, lo mismo que pasar el tiempo entre las páginas o entregarse entero a sostener lo mítico. Un día presenté mi segunda novela y temblé un poco al darme cuenta de que aquello no era una librería. Ese día ya no era mi segunda novela, como las demás no fueron más, cosas que suceden cuando el orden no tiene demasiada importancia. Ya, sí, claro, que te toque a ti presentarte en un lugar en el que tiempo después Ellroy apoyará todo su peso contra la tarima, ese peso bestia de orca miope. Y tú dices, pero eso debió de suceder años después. No. Cuando esas cosas cetáceas van a suceder se sabe desde mucho tiempo antes. Todo se sabía ya. Se sabe desde el momento exacto en el que por primera vez pisas la librería y te preguntas dónde carajo has vivido hasta entonces. Nos reíamos con la anécdota de Condoleezza Rice. Donna Leon lo dijo. La llamaba la camiseta Condoleezza Rice. "Negra y criminal", y nos reíamos. las cosas sucedían así, y aunque a mi madre no le solían gustar ninguna de mis cosas de entonces sí le hizo gracia la camiseta negra y criminal para el bebé que acababa de nacer. Cabía la pequeña aún en la mano de Andreu Martín y ya comía mejillones. No se corría en aquel tiempo, no andábamos huyendo de miserias perseguidos por nuestro rabito triste, sabíamos que detrás de la estantería de los cómics estaba la cocina. Decorar una cocina con tapas de lata de atún en una forma de entender la calma. Saber que estaba allí, la seguridad de que aquel día comerás. Cada cierto tiempo, Paco Ignacio Taibo II también comía dejando escapar tomates a la plancha que no eran mexicanos y Anne Perry tuvo la delicadeza de colocarse el collar para que se le viera por encima de la camiseta y a Camikla Lackberg casi no le cabían las tetas, pero eso no se comentó, que yo recuerde, y Petros Markaris se te abrazaba tan fuerte contra la idea de la destrucción que creías que era posible, ¿lo recuerdas, Zanón? Todos nos acordamos de todo. Algunos lugares existen para que uno ancle la memoria y al menos permanezca una idea de lo que fuimos comiendo mejillones. Ah, la librera. Montse había colgado una fotografía de cuando la fichó la policía, en aquellos tiempos, no sé si antes o después de que se largara a Cuba. Suya la idea de los mejillones como una forma de conjurar la brea, chapapote de todas las solidaridades. Hay que comer mejillones gallegos, y la foto allí arriba, de frente y de perfil, con un aire de tú retrata, que con esto me decoro yo el cuello en unos años. Los mejillones, gallegos; de Valencia, las mariquitas falleras. Joder, Dennis Lehane comiendo mejillones, Marías, González Ledesma, Laura Fernández, Martí Gómez, Juan Marsé, Maruja Torres, Camilleri, el Gordo Lunar cantando boleros al pitillo de Jordi Canal. Todos, todos ahí, incontablemente todos. Joder, Paco Camarasa, te nombro para saber que existo, que comí de tu mano, que bebí de tu ron, que de ti aprendí algo que me he cosido en la zona lumbar: Sin humor, la inteligencia no puede ser subversiva. Yo qué sé dónde han ido a parar tantos años, dónde he ido a parar.

Paco Camarasa, fundador y alma de Negra y Criminal, librero, agitador cultural, activista y escritor, falleció este lunes 2 de abril en Barcelona

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