Otras miradas

El hombre que sobrevivió a Mauthausen: “Hay que estar atentos, han vuelto otra vez”

Miguel Alba Trujillo

Investigador de Historia

Ha fallecido un hijo ilustre de Rincón de la Victoria. El jueves 7 de junio expiró, cerca de Perpiñán, José Marfil Peralta, nacido en Rincón de la Victoria (1921) y más concretamente en la Casa Fuerte de Bezmiliana, cuando aún era cuartel de carabineros.

Se me agolpan los recuerdos y sobre todas las emociones, emociones al rememorar los días que estuve junto a él, cuando en 2010 visitó su pueblo para participar en la II Jornadas de Memoria Histórica. Memorables los encuentros con los alumnos de los institutos, lugar de obligada visita, pues tenía muy claro a quienes debía contar sus vivencias, "para que no caigáis en la trampa del político que lo promete todo. Mi deber, mientras pueda, es contaros todo lo que vi y viví", repetía hasta la saciedad.

No se me olvidará las caras de los estudiantes, cuando escuchaban las historias que contaban José y el asombro del director de I.E.S Bezmiliana cuando me dijo: "que después de dos horas y media de charla, en un salón repleto de alumnos de 2º de bachiller, no se ha escuchado ni una mosca". Al término de las alocuciones los escolares se acercaban a hablar con él... y lo tocaban como si fuera de otro mundo, y José lo era. Perteneció al mundo de las personas luchadoras, coherentes e integras, y como premio, la España democrática optó por acallar su voz y mantenerlo en el más oscuro ostracismo, y para mayor vergüenza, su lucha solo fue reconocida en el extranjero. Esto es España.

Me contó muchas historias, fueron tantas y tan dramáticas, que aún me resulta doloroso recordarlas. Quiero dejar constancia de algunas de ellas, pues las palabras se las lleva el viento y hay quien aún niega el holocausto nazi. Tras ser detenido, pasó por varias prisiones hasta llegar al campo de exterminio de Mauthausen y de allí a su sucursal que era Gusen, conocido como "El matadero", sobran las palabras.  Al llegar, el oficial al mando, le señaló la puerta por donde había entrado y con gesto altivo le indicó la de salida, que era  la chimenea del crematorio.

Una mañana en el patio del penal, dos S.S caminaban con sus pastores alemanes, al cruzarse con José, uno le soltó el perro que se abalanzó sobre él esperando la señal de ataque. "No sé si pasó un segundo, un minuto o una hora, pero yo no miraba al perro, yo miraba al S.S que era el que me iba a matar". Al poco tiempo el militar le ordenó al animal que lo soltara. "Fue otro día de suerte para mí", recordaba José.  Estos militares entrenaban a sus perros devorando a los presos y mientras esto ocurría, miraban su reloj para ver cuál de los canes era el más rápido en destrozar a su víctima. O cuando llegó un numeroso grupo de judíos al campo de exterminio con sus hijos, los adultos fueron rápidamente gaseados y los niños se los dejaron a los españoles (a los apátridas), para que los cuidaran. Una noche fueron llevados a las duchas y allí fueron asesinados a palos, José me dijo que aún retumbaban en sus oídos los gritos de los críos.

Un rinconero que salía para el exilio el día 9 de febrero de 1939, fecha en que cumplía su mayoría de edad. Vivió para dar a conocer al mundo la ceguera que produce el fanatismo, nunca le escuché hablar de venganzas ni odios, solo de respeto y tolerancia. Quiero terminar con las últimas palabras, que abrazándome, salieron de su boca al despedirnos y fue la única vez que vi su semblante serio y frío: "Miguel hay que estar atentos, han vuelto otra vez". Me quedo con la satisfacción de haberle comunicado su nombramiento como "hijo predilecto" de  Rincón de la Victoria.

En memoria de un rinconero ilustre, a quien espero que su pueblo no tenga la torpeza de olvidar, con toda mi admiración.

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