Otras miradas

Gaza, donde el silencio causa tantas muertes como las bombas

Manu Pineda

Eurodiputado de Unidas Podemos por Izquierda Unida

Los soldados israelíes revisan sus armas encima de un vehículo blindado de transporte de personal cerca de la frontera con Gaza, en el sur de Israel. REUTERS / Ronen Zvulun
Los soldados israelíes revisan sus armas encima de un vehículo blindado de transporte de personal cerca de la frontera con Gaza, en el sur de Israel. REUTERS / Ronen Zvulun

He vivido en la franja de Gaza durante tres años, de forma semiestable, entre septiembre de 2011 y agosto de 2014. En ese periodo viví junto al pueblo palestino de Gaza dos grandes operaciones israelíes: la denominada Pilar Defensivo por la potencia agresora, en noviembre de 2012; y Margen Protector, en el verano de 2014, la más duradera, sangrienta y destructiva de todas las que ha padecido la población gazatí en su historia. Cualquier niña o niño palestino de Gaza que naciera hace 13 años, ha sufrido ya cuatro ‘guerras’, agresiones masivas del cuarto mayor Ejército del mundo contra una población civil, desarmada, que sobrevive en la que Amnistía Internacional definió con gran tino como "la mayor cárcel al aire libre del mundo". Si, en cualquier momento, preguntamos a cualquier palestino de Gaza cómo va todo, la respuesta es siempre la misma: "The war is coming".

Pero, ¿por qué este ensañamiento contra una población que agoniza desde que nace hasta que muere en una pequeña franja de tierra, con una de las mayores densidades de población del mundo, bloqueada de forma ilegal y criminal desde hace doce años por tierra, mar y aire?

Cada vez que el dirigente de turno de la entidad sionista tiene problemas internos recurre a agitar el peligro del terrorismo palestino y a generar las condiciones que permitan un nuevo ataque al enclave costero palestino. Así, ante un enemigo externo, se consigue que la población israelí cierre filas en torno a un líder fuerte que los defienda del terrorismo de esos seres con apariencia humana, pero que en realidad solo existen para atacar al pueblo elegido.

En tan solo dos días, entre el 12 y 14 de noviembre, la aviación israelí ha lanzado más de cien ataques aéreos sobre la franja de Gaza, asesinando a 34 palestinos, entre ellos ocho niños y tres mujeres; dejando heridas a 111 personas, 46 de ellos niños y 20 mujeres; y destruyendo 190 viviendas y 15 escuelas.

¿Y cuál ha sido el motivo de esta nueva agresión? Binyamin Netanyahu y su familia están envueltos en una larga cadena de casos de corrupción, lo que les está costando un gran desgaste y el consiguiente descenso en apoyo popular. Estos escándalos provocaron una crisis de Gobierno, lo que a su vez le obligó a convocar elecciones el pasado 9 de abril.

En esos comicios, el partido de Netanyahu, el Likud, empató en escaños con la coalición Kahol Laván (Azul y Blanco), encabezada por el ex Jefe del Estado Mayor del Ejército Benny Gantz. Gantz es un halcón cuya trayectoria se ha distinguido por la contundencia y la crueldad de sus acciones. Partidario de "arrojar a los palestinos al mar" y contrario al cumplimiento de las resoluciones de la ONU sobre a los territorios ocupados, Gantz comandó a la fuerza militar sionista en las operaciones Pilar Defensivo y Margen Protector. Esta última hizo que la Justicia holandesa le abriera un proceso judicial por crímenes de guerra.

El empate a 35 diputados y el fracaso a la hora de buscar alianzas que permitiera a alguno de los dos líderes tener una mayoría suficiente para formar gobierno, hizo que se volvieran a celebrar nuevas elecciones el pasado 17 de septiembre. En ellas bajaron tanto el Likud de Netanyahu (que pasó de 35 a 32 escaños), como la coalición Kahol Laván de Gantz, que a pesar de ganar las elecciones bajó de 35 a 33 representantes. Se da la circunstancia de que en estas últimas votaciones la Lista Conjunta, una alianza de cuatro partidos palestinos en Israel, consiguió un resultado sorprendentemente bueno, consiguiendo convertirse en el tercer grupo parlamentario, con 13 escaños en la Knesset.

Del mismo modo que en 1992 los partidos de los palestinos residentes en Israel apoyaron a un general israelí para primer ministro, Yitzhak Rabin, quien, hasta que fue asesinado por un ultraderechista israelí, hizo grandes avances para promover el proceso político que desembocó en los Acuerdos de Oslo, la Lista Conjunta ha decidido influir en la agenda política israelí ofreciendo a Gantz su apoyo para un Gobierno en minoría.

Este hecho ha llevado a Netanyahu a sacarse de la chistera el mismo conejo de siempre: una agresión contra Gaza, y ante la lógica y esperada respuesta de las milicias palestinas de la franja, hacer difícil, si no imposible, que su adversario Gantz formara un gobierno con el apoyo de la Lista Conjunta y aceptase su propuesta de Gran Coalición entre el Likud y Kahol Laván.

Todo apunta a que ha conseguido su objetivo, ya que, solo una vez formada la gran coalición, Netanyahu aceptó el alto el fuego promovido por el Gobierno de Egipto. Y para hacer que la Yihad Islámica también lo aceptase bombardeó la vivienda de la familia Sawarkeh en Deir al Balah, en la zona central de la franja, matando a sus ocho miembros.

Esta es una nueva victoria de unos gobernantes que han conseguido enfermar colectivamente a una sociedad, la israelí. Sea cual sea el resultado de estas maniobras de Netanyahu, el pueblo palestino, y más concretamente el de Gaza ha vuelto a ser quien pague las consecuencias.

La comunidad internacional, por su parte, sigue dejando hacer a Israel. Hasta el momento de escribir este artículo, solo ha habido una declaración del Secretario General de la ONU, António Guterres, a través de su portavoz adjunto, Farhan Haq, en la que expresa sus "sinceras condolencias a la familia Al-Sawarkeh, desea una pronta recuperación de los heridos y pide a Israel que lleve a cabo una investigación de inmediato". "Nos oponemos a todos los asesinatos de civiles [...] Para la familia Sawarkeh, es claramente una tragedia", dijo.

Sería de esperar de la ONU, la Unión Europea y todos los organismos internacionales que dicen velar por la paz en el mundo y el respeto a los derechos humanos, hicieran algo más que transmitir sus condolencias a una familia (a la que Israel le ha asesinado de forma fría y deliberada a ocho de sus miembros, incluyendo a cinco niños y dos mujeres), y confiar en que sea el propio verdugo de esta familia y de los otros 24 palestinos y palestinas asesinados en 48 horas quien lleve a cabo una investigación seria y rigurosa que depure responsabilidades.

Es necesario, inaplazable, que se pase de las palabras a los hechos. No basta con hacer declaraciones, a veces impecables, manifestando preocupación, o incluso condenando las constantes violaciones del régimen israelí contra el derecho internacional y humanitario, y sus incumplimientos sistemáticos de las resoluciones de Naciones Unidas. La Unión Europea tiene medios para para presionar a este régimen criminal para que respete los derechos inalienables del pueblo palestino.

Entre ellos, suspender inmediatamente el acuerdo de Asociación con Israel en aplicación de su Título II, según el cual es un acuerdo basado en el respeto a los derechos humanos de las partes firmantes. También debería excluir a la entidad sionista de su participación en el Programa Horizonte 2020, en base al cual la UE está aportando ingentes cantidades de dinero a empresas israelíes para investigación y desarrollo en el campo militar. Esas empresas son las que fabrican drones con los que se asesina a la población civil palestina.

Bruselas tiene que decidir si quiere pasar a la historia como un organismo que apueste por la paz, la democracia y el respeto a los derechos humanos, poniéndose del lado de las víctimas o si, por el contrario, quiere hacerlo como un cómplice necesario del verdugo, de un régimen que asesina de forma impune a un pueblo indefenso que lo único que pide es que se respeten sus derechos, el derecho internacional y las resoluciones de Naciones Unidas.

Si la Unión Europea opta por esta segunda opción no habrá comunicado de pésame ni de preocupación que libre de la más absoluta de las ignominias. Si cuando Israel dispara, la Comunidad Internacional calla, el silencio mata tanto como las bombas.

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