Otras miradas

¿Cómo confiar en los vecinos de las notas anónimas?

Javier López Astilleros

Documentalista y analista político

Algunos vecinos piden a sanitarios o cajeras de supermercado que dejen sus casas
Algunos vecinos piden a sanitarios o cajeras de supermercado que dejen sus casas

La reacción en diferentes países tras la llegada de la plaga ha sido muy parecida: primero se cuestionó el origen y sus causas, luego llegaron los chistes, más tarde el heroísmo y finalmente apareció el pánico. Hemos vivido tanto tiempo bajo una aparente seguridad, que cuando la calamidad se presenta es inverosímil.

Por otro lado, hay consecuencias turbadoras tras el decreto del estado de alarma. Al control policial se suma el de los vecinos, ahora que la salud es pública y depende del "cuerpo social". Es cierto que se producen maravillosas actuaciones cívicas y heroicas del personal sanitario y las trabajadoras, pero otras reacciones reflejan un profundo egoísmo de algunos ciudadanos/as. "Sabemos de tu buena labor en el hospital, pero debes de pensar también en nosotros...hay lugares como el hotel donde están alojados los profesionales", escriben en una nota anónima a una sanitaria. Algunas cajeras también sufren el celo vecinal. ¡Abandona tu casa, piensa en nosotros!, escriben un puñado de cretinos en la puerta de su vivienda. Incluso en México han agredido a una veintena de enfermeras.

"En Tazi el barrio está al revés", dice con voz temblorosa una marroquí: ¡ya está aquí, ya está aquí", balbucea. Se han llevado al albañil, a Sidi Ali, y a su familia. Venían de Bélgica, tienen... eso". Tazi es un barrio donde multitud de familias se agolpan a lo largo de una ladera chorreante de humedad. Ante el advenimiento de la plaga, algunos inmigrantes magrebíes retornaron a su país antes del cierre de fronteras.

En España muchos pueblos han triplicado su población, lo que ha provocado el rechazo de los villanos y lugareños. La infección es portada por un urbanita antes reverenciado por los poderes locales, y hoy rechazado por las gentes del lugar.

Es un proceso análogo en todo el mundo. Desconfianza de la urbe y refugio en el campo.  En países del África Central han decretado el uso de mascarillas que tiñen de colores, sin embargo, el pánico ha transformado la alegría y la vitalidad de las calles en un misterioso silencio. Las calurosas y afectivas sociedades africanas y del sur de Europa se vuelven herméticas y taciturnas.

Al norte, en las ciudades alemanas, las mamás y los papás circulan con sus hijos en bici y viven con más o menos normalidad. La COVID 19 no parece afectarles. Alemania es un país dotado de una gracia especial desde los tiempos de la posguerra, cuando perdonaban sus deudas. Durante la estafa del 2008 también se financiaban a coste cero, y todo esto mientras el sur de Europa vivía una pesadilla.

Dicen que el contacto humano es menor en las sociedades norteñas, lo que dificulta la propagación del virus. Eso aprendemos los españoles; ya respetamos el metro y medio preceptivo, lo que nos acerca a esa Europa del norte admirada. Es el fin de los dos fascinantes besos hispánicos.

Una vez más, la distancia social ha salvado a los alemanes y a los escandinavos, mientras que a los latinos nos han condenado al paro masivo y a la caridad de la mafia italiana. En efecto, en Suecia hacen deporte y los bares y las tiendas están abiertas. Dicen de París que parece "una fiesta". La conclusión es que el consenso político genera menos muertes y fortalece el sistema inmunitario del cuerpo social.

El sentido de invulnerabilidad se ha perdido. Saldremos más controlados para preservar nuestra salud: ¿Cómo confiar en el vecino, después de que Google y Apple desarrollen una aplicación para acotar a los apestados y los espacios que transitan? Los gobiernos colaborarán con estas empresas, especialistas en evadir impuestos. Proponen que esa aplicación aparezca automáticamente sin permiso en los dispositivos, con el objetivo de alertarnos de posibles contagios. Incluso es posible que su uso sea obligatorio. ¿Cómo se visualizará en los barrios, en los inmensos bloques de viviendas? Mientras que las fronteras se cierran, las tecnológicas acumulan una cantidad inmensa de datos sobre miles de millones de personas. Y lo hacen por el bien general.

En La Isla del Tesoro, Stevenson inventó la mancha negra. Cuando un marinero recibía la mancha, es que estaba sentenciado. Esta mácula contemporánea la pasa un cretino anónimo mientras duermes. Un estigma suave cae sobre los vectores contaminantes, aquellos expuestos al fin del orden biológico. Las plagas provocan dolor y multitud de fallecidos, y también deja una infección muy difícil de erradicar: la desconfianza. Cuando los niños vuelvan al cole, algunos se cuidarán de revelar el trabajo de sus madres y padres.

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