Otras miradas

Una de los Beatles

Máximo Pradera

Los componentes de Los Beatles, con Yoko Ono en el estudio de grabación.
Los componentes de Los Beatles, con Yoko Ono en el estudio de grabación.

De todas las cositas buenas que nos va a traer el 2021, hay una que me ilusiona especialmente. Dejo al margen la vacunación masiva del personal y el probable fin de la pandemia. Y dejo también al margen la posibilidad de que Andrea Levy se dé cuenta de que sus vídeos de cocina, en los que aparece más cocida que Massiel en Tómbola, son patéticos y deje de subirlos a las redes. Al fin y al cabo, si le pagamos entre todos un abultado sueldo público (casi cien mil euros), es TAMBIÉN para que no nos haga pasar vergüenza ajena.

Pero yo hablaba de Get Back, el esperadísssssimo (cuantas más eses, más prometedora la cosa) de Peter Jackson, sobre la grabación de Let it be, el elepé final de los Beatles. Que como todo el mundo sabe, no fue el último en grabarse, pues mientras se montaba la famosa peli del concierto en el tejado, los Beatles se metieron de nuevo en el estudio y crearon el magistral Abbey Road.

Hace unas semanas, el propio Jackson (el genio que dirigió El señor de los Anillos) filtró a la prensa algunas imágenes del documental, que resultan asombrosas. Linda Eastman, de jovial palique en el estudio con Yoko Ono. ¿Pero no se odiaban? John Lennon, en festivo baile con Paul McCartney, en mitad de una mezcla, como si estuvieran celebrando su primer nº 1. ¿Pero no fue su aborrecimiento mutuo lo que precipitó la ruptura? George Harrison, muerto de risa mientras boxea en broma con John Lennon. ¿Pero no se había pirado del estudio porque no aguantaba el crispado ambiente ni un minuto más?

¿Qué nos revelan todas estas imágenes inéditas? Que por muy mal que estuvieran las cosas entre ellos, no lo estaban tanto como llegamos a pensar tras ver la película Let it be. Y la demostración sonora y palpable de que aún había entre ellos una química formidable (al menos en lo musical) fue que después del supuesto álbum del mal rollo, fueron capaces de grabar su mejor disco, Abbey Road, el mítico elepé del paso de cebra, que tal vez sea el más redondo de toda la historia del rock.

Cartel de la película documental 'Get Back', de Peter Jackson.
Cartel de la película documental 'Get Back', de Peter Jackson.

La gente subestima la importancia que han tenido los Beatles en la historia de la música. No hablo solo de la música ligera, también de la música clásica.  Hay incluso compositores (españoles) que abominan de ellos y dicen que fueron veneno para la música.

El compositor británico Howard Goodall (no perderse su documental sobre los Beatles en YouTube), se encarga de dejar las cosas claras: los Fab Four no solo no fueron veneno, sino que salvaron la música clásica. En los cincuenta y sesenta del siglo pasado, se abrió una brecha insalvable entre el público de música clásica y las nuevas vanguardias encabezadas por Pierre Boulez o Karlheinz Stockhausen. La gente se sentía agredida en los auditorios, por una música inconexa, aleatoria y disonante. Las salas de conciertos empezaron a vaciarse y cuantas más deserciones se producían, más insistían los modernitos en torturar al personal con sus creaciones. Leonard Bernstein decía en broma que era capaz de vaciar de invitados una fiesta con solo tocar treinta segundos de las Piano Variations de su maestro Aaron Copland. Ambos músicos eran capaces de componer música raruna, pero los dos comprendieron a tiempo que lo que el público busca en la música es sobre todo consuelo.

Hay unos cuantos esnobs, con Frasier y su hermano Niles a la cabeza, que se someterían al suplicio de las vanguardias por puro postureo. Por hacer caso de aquella famosa boutade de Arnold Schoenberg  de si es arte no es para todos y si es para todos, no es arte. Lo que olvidamos muchas veces es que Schoenberg también fue el autor de otra famosa frase, que está en las antípodas de la anterior. Aún queda mucha música hermosa por componer en Do Mayor.  Y uno se pregunta ¿y entonces, por qué no componerla?

Es lo que hicieron los Beatles, dice Goodall. Rescataron todas las técnicas musicales abandonadas por los compositores de vanguardia y las utilizaron en piezas de tres o cuatro minutos, sus propias canciones, donde hay modulaciones asombrosas, modos dóricos y mixolidios, cadencias plagales, contrapuntos a tres partes, clavecines dieciochescos, trompetas barrocas. Los Beatles no solo salvaron la música clásica, también hicieron lo mismo con el rock. Los cuatro acordes de Chuck Berry (tónica, dominante, subdominante, tónica), tríadas trilladas de tres notas nada más, que nunca abandonan la tonalidad de partida, se convierten en manos de los Beatles en sofisticados acordes de cuatro y cinco notas, que además de darle color y sabor a las canciones, las sacan de la tonalidad en puntos sorpresa, para explorar dominantes secundarias, el modo paralelo menor, etc. Son pequeñas joyas musicales que llevaron a Bernstein a decir que los consideraba los Schubert del Siglo XX.

Ah, por cierto: Get Back no está dedicada a Yoko. La letra no va de vuélvete a tu país, rompebandas de mierda. Get Back es una parodia del parlamentario ultraconservador británico Enoch Powell, que en los años sesenta avergonzaba a sus congéneres (como ahora hace Santiago Abascal con los españoles) con un discurso xenófobo contra los pakistaníes.

La película sale en agosto del año que viene. Van a ser meses y meses de ansiosa espera. Entre eso y que al no estar en grupo de riesgo, la vacuna no me toca hasta dentro de siglo y medio, este año se me va hacer más largo que una película de Garci.

Qué le vamos a hacer. Todo sea por los Beatles.

Ya saben, los Schubert del siglo XX.

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