Otras miradas

La austeridad que nunca se fue

Anita Botwin

Dos trabajadoras sanitarias se abrazan en una concentración en recuerdo y homenaje a un compañero fallecido por el coronavirus, en el exterior del Hospital Severo Ochoa, en Leganés (Madrid). REUTERS/Susana Vera
Dos trabajadoras sanitarias se abrazan en una concentración en recuerdo y homenaje a un compañero fallecido por el coronavirus, en el exterior del Hospital Severo Ochoa, en Leganés (Madrid). REUTERS/Susana Vera

Se ha demostrado que las políticas de austeridad de la mayoría de los gobiernos, que han afectado también y de modo especial al sector sanitario, son en buena parte responsables del elevado número de muertos por el Covid-19.

Tal y como explica este artículo de The Guardian, en Reino Unido los hombres y mujeres que viven en condiciones de hacinamiento en las zonas más desfavorecidas del país son los que tienen más probabilidades de morir de Covid. Además, las cuidadoras y los que trabajan en las industrias del ocio y los servicios tienen las tasas de mortalidad más altas antes de los 64 años. Personas de grupos minoritarios negros, asiáticos y étnicos que trabajan como taxistas, conductores de autobuses, guardias de seguridad, cuidadores y otras ocupaciones mal remuneradas tienen un mayor riesgo de muerte. Por tanto, ya sabemos las consecuencias que está teniendo el covid en función de la clase social, el género y la raza.

En Reino Unido los niños y jóvenes que viven en zonas desfavorecidas habrían sufrido desproporcionadamente el encierro, tal y como relatan en este mismo artículo. Uno de los efectos de la pandemia fue el aumento de la brecha educativa. En los colegios más desfavorecidos, se cree, según relatan en The Guardian, que los niños tenían un retraso educativo de cuatro a seis meses.

Las políticas de austeridad ya habían dañado la salud y reducido la esperanza de vida en nuestro país ya antes del covid.  Las estadísticas indican que 34% de los suicidios que se producen son por lo desahucios. Y en plena pandemia, 15.000 personas sufrieron la interrupción de luz, agua o gas por impago el pasado mes de noviembre por impagos.

"El Covid no necesariamente ha generado nuevas preocupaciones, sino que ha expuesto situaciones que deberían haber sido motivo de preocupación durante años. La verdad es que millones de personas en este país han estado sufriendo durante algún tiempo. Ha sido necesaria una pandemia para que muchos se dieran cuenta de las carencias", prosigue el artículo.

Llevamos años sufriendo las consecuencias de los recortes en sanidad, con una mayor precariedad del personal sanitario y un aumento en las listas de espera. Entre 2009 a 2018, el gasto sanitario solo ha aumentado un 0,67% en nuestro país. En casi todas las Comunidades Autónomas, este tipo de gasto iba en aumento hasta 2008 y fue en 2009, cuando se empiezan a sufrir recortes, y desde entonces solo la mitad de las comunidades han conseguido remontar sus mejores cifras en los últimos años.

De esta forma, la cuota de gasto público de las comunidades autónomas destinado a sanidad no ha crecido nada en los últimos diez años, se mantiene en un 5,5% del PIB; todavía lejos del 6,1% que se alcanzó en 2009, antes de sufrir el golpe de la crisis. Castilla-La Mancha y Madrid son las que más redujeron el porcentaje del PIB destinado a gasto sanitario, justo dos de las comunidades más golpeadas y con mayor cifra de muertos por covid en la pandemia.

De hecho, Madrid era y sigue siendo la segunda comunidad con menor gasto por habitante y la que destina un menor porcentaje de gasto sobre el PIB a sanidad. En España, el gasto sanitario representa un 9,1% del PIB (6,5% público y 2,6% privado), por debajo del promedio europeo, de 9,9%. la tasa de hospitales por habitante se ha reducido de 19,2 en 2000, a 17,1 en 2019 por cada millón de habitantes, quedando muy por debajo de la media de la OCDE. La mayoría de los hospitales del país son privados, ya que en torno al 59% de los 806 hospitales en España pertenecen al sector privado.

No solo nuestro país ha sido castigado por años de austeridad. También Alemania. Según el sindicato alemán Verdi, hay en los hospitales alemanes alrededor de 150.000 profesionales menos de los que harían falta, carencia que el Gobierno de Berlín ha intentado paliar autorizando la contratación de personal especializado procedente de fuera del espacio comunitario.

Por su parte, la OMS ya ha alertado sobre los efectos que tendría la austeridad en la población, recortando en sanidad. "La prioridad tiene que ser invertir en salud, protección social, y sobre todo, evitar la austeridad que ha devastado la vida de tantos en Europa", defendió el director general de la OMS en Europa, Hans Kluge, el pasado mes de mayo. De hecho, ya en 2013, la directora regional de la OMS, Zsuzsanna Jakab, aseguraba que los recortes "amenazan con crear una emergencia sanitaria" que, si no se ataja, tendrá graves consecuencias económicas, sociales y de salud. Poco hemos avanzado desde entonces. "Los gobiernos pueden elegir. Se trate de países ricos o pobres, se pueden tomar decisiones que tendrán un efecto clave en la salud de los ciudadanos, es una cuestión de prioridades", subrayó.

Y mientras escribo estas líneas, miles de personas siguen sin poder encender la luz en la Cañada Real. Niñas y niños han escrito una carta bajo la luz de las velas a la ONU pidiendo que les devuelvan su derecho con el título: "nos están torturando". La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso ha decidido responder en su línea más criminalizadora psicópata neoliberal. Mientras, las calles de Madrid lucen banderas de España pagadas con nuestros impuestos. Porque para eso, en nombre de la patria y del Dios dinero, siempre habrá recursos.

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