Otras miradas

Los latidos que nos quedan

Esther Piqueras

Presidenta de la Fundación Carme Chacón

Aquellas que hemos tenido un hijo o hija con una cardiopatía congénita sabemos bien lo que significa el paso del tiempo, día a día, latido a latido. Cuando una niña con una de estas afecciones llega al mundo, la familia tiene que asimilar muy rápidamente el cambio que irrumpe en sus vidas. En los casos más graves, significa que al menos uno de los progenitores deberá abandonar su trabajo para dedicarse por entero al cuidado de su hijo.

Si desde el punto de vista anímico se trata de una dura pendiente a escalar, no lo es menos en lo que significa para el sistema de salud de nuestro país. Más de 5.000 niños nacen al año en España con una cardiopatía congénita. Muchas serán lesiones leves, que curarán sin intervención médica, pero al menos 2.000 necesitarán entrar en un quirófano. La detección precoz ha mejorado enormemente con los años, y también las técnicas que permiten, tras la cirugía, ofrecer a las pequeñas una vida sin más riesgos que los inherentes a cualquier persona que camina por nuestras calles.

Pero, lamentablemente, no en todos los países disfrutan de una Sanidad con mayúsculas como la que hemos construido aquí. Muchos niños mueren en el mundo por el mero hecho de haber nacido en un determinado lugar y no en otro. Ese instante aleatorio marcará su destino.

La Fundación Carme Chacón se ha propuesto contribuir a echar abajo esas barreras geográficas que deciden entre la vida y la muerte de los niños. Unas líneas trazadas sobre los mapas que privan a los más desfavorecidos de la oportunidad que sí disfrutarán otros nacidos más al Norte.

Por si todo esto no fuera poco, la pandemia que azota al planeta agrava un problema que no podemos olvidar bajo las toneladas de desgracia e información que genera el coronavirus. El equipo médico de la Fundación Carme Chacón ha  sido pionero realizando operaciones tan complejas como un trasplante de corazón sin dejar que la COVID-19 parase una intervención vital. No debemos olvidar tampoco que las personas afectadas por cardiopatías congénitas son un grupo de especial riesgo durante esta pandemia.

Los tiempos que vivimos nos abocan a dar lo mejor de nosotros mismos a una sociedad que se muestra exhausta tras un año trágico. Nuestra entidad pone el foco sobre las miles de familias, aquí y en otros países, que se ven sin los recursos necesarios para hacer frente a una patología del corazón que puede marcar el tiempo de vida de su hijo.

Queremos contar los latidos que nos quedan, los que quedan en tantos y tantos lugares, y contribuir a que cada día sean más. Ningún corazón debe dejar de latir por una cuestión económica como es la atención sanitaria adecuada.

Hoy, Día Internacional de las Cardiopatías Congénitas, esta lucha tiene gran visibilidad y es un buen momento para reivindicar más ayuda para poder realizar operaciones a muchos más niños que lo necesitan con urgencia. Más latidos, más vida, y un futuro.

Agradezco a todos los mecenas y amigos de la Fundación su compromiso por acompañarnos en el camino para lograr este objetivo... pero queremos más. Vamos a redoblar nuestras reuniones con entidades públicas y privadas, vamos a trabajar más para que cada año sean menos los que se queden sin un vuelo a nuestro país en el que encuentren más latidos para tener una larga vida. Es el legado de mi hija, Carme, que nos empuja a todos a ser mejores, y no dar un paso atrás cuando se defiende una causa tan necesaria como ésta.

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