Otras miradas

Mejor pan y mejor circo

Juan Manuel del Olmo
Miembro del Consejo Ciudadano Estatal de PODEMOS

Estos días el "universo fútbol" se muestra públicamente sobrecogido y perturbado por la espesa trama de corrupción desplegada en torno a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) destapada por la investigación judicial del FBI de EEUU. El escándalo evidencia lo que algunos actores políticos vienen manifestando hace tiempo; la corrupción no es un problema aislado, no es una cuestión individual de "sujetos corruptos", es un sistema económico, es la base del funcionamiento de la economía especulativa. En palabras de la Fiscal General Loretta Lynch, nos enfrentamos a un modelo de gestión basado en la "corrupción rampante, sistemática y profundamente enraizada" en las instituciones de las sociedades actuales. Según el Departamento de Justicia de EEUU, no se trata de un problema puntual, de un grupo descoordinado de corruptos aislados, sino de una "organización mafiosa" con una estructura fuertemente jerarquizada donde "los jefes" de la FIFA controlan, exacta y minuciosamente, el funcionamiento de los mecanismos de recaudación y blanqueo de capitales a través de cuentas en Suiza.

El fútbol es política en múltiples sentidos. Las ciencias sociales demuestran que todo juego es un reflejo de las sociedades en las que se desarrolla, y el fútbol, hoy, es nuestro juego. A lo largo del último siglo, este deporte se ha ido convirtiendo en un instrumento político de masas. Desde sus orígenes, ha sido utilizado por la política, en sus diferentes formas, para los intereses propagandísticos de gobiernos y regímenes de todo tipo. Según el sistema dominante actual; el fútbol es "mucho más que un deporte".

Los equipos y, evidentemente, las selecciones nacionales, siempre se han utilizado como una simulación de la "guerra" entre países, como una forma pacífica de escenificación de conflictos políticos y/o militares. Los regímenes totalitarios usaban a los clubs y a las selecciones como embajadores de sus respectivos países para crear una imagen de "potencia" deportiva que diera a entender, por asimilación, una potencia militar, económica, etc. El paradigma de esta metodología es el Mundial de 1934 celebrado en Roma. Mussolini inauguró en la capital italiana el segundo Campeonato Mundial de Fútbol como una gran operación de propaganda del fascismo a escala planetaria. Los carteles del campeonato mostraban un Hércules que hacía el saludo fascista con una pelota a sus pies, toda una declaración estética de principios políticos. Mussolini asistió a todos los partidos desde el palco de honor, marcando una escenografía que aun hoy pervive, y los once jugadores del equipo italiano le dedicaron sus victorias con la palma extendida en señal de sumisión al Duce.

Es evidente: el fútbol es política por otros medios. Cuenta Galeano en sus escritos que al son de una marcha militar, el general Videla condecoró al presidente de la FIFA Havelange en la ceremonia de la inauguración, en el estadio Monumental de Buenos Aires. "Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de Argentina", celebró el presidente de la FIFA ante las cámaras de la televisión. Y el capitán del equipo alemán, Berti Vogts, declaró unos días después: "Argentina es un país donde reinaba el orden. Yo no he visto a ningún preso político". Mientras, a pocos kilómetros del lugar donde se hacían estas declaraciones, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo del mar. En la misma línea, destaca el discurso de gratitud que José Solís (uno de los jefes del régimen franquista) pronunció en 1959 ante los jugadores del Real Madrid, "porque gente que antes nos odiaba; ahora nos comprende gracias a vosotros". Esto último no significa que el Real Madrid fuese el equipo del franquismo, sino que el franquismo utilizaba para beneficio propio al mejor club del momento.

Cuando el sistema político evoluciona a una forma más democrática –venimos ahora a la actualidad–, y la práctica de sus dirigentes es la corrupción, utilizan ya no sólo la imagen de los clubes, sino a las propias organizaciones y asociaciones futbolísticas internacionales en las que se representa el espíritu del régimen actual: la corrupción sistemática a través de la política.

El fútbol se transforma en una superestructura al servicio de las relaciones políticas y de producción de la economía especulativa mundial. El fútbol es una manifestación más de las relaciones políticas, sociales y económicas que a día de hoy tenemos. El fútbol, hoy, es la expresión de la dominación de la economía especulativa de la vida social y política. Por esta razón, para cambiar el fútbol, primero hay que cambiar las relaciones políticas y sociales existentes.

Debemos recuperar el fútbol para la gente. No se puede jugar así con las pasiones. El fútbol lejos está de ser un juego, es una manifestación política de primer orden. La decepción de los aficionados por el escándalo se traduce en gritos que piden transparencia en los máximos organismos internacionales del deporte, tan importantes como la FIFA.

Puede que la idolatría de la pelota sea la superstición que hace que el pueblo piense con los pies, en ese goce subalterno que supone ver once contra once, pero, como piensa Spinoza, no todas las pasiones son bajas; las hay liberadoras, y pensar con los pies también sirve para dar patadas a los usurpadores.

"El fútbol es democracia". Hay que recuperar las instituciones para ponerlas al servicio de la gente y de las pasiones colectivas.

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