Otras miradas

Una mariposa mueve las alas en Murcia

Guillermo Zapata

 La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata por el Partido Popular a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, acompañada por el presidente del partido Pablo Casado (d), el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida (2i) y el secretario general del PP Teodoro García Egea.- EFE
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acompañada por el presidente del partido Pablo Casado (d), el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida (2i) y el secretario general del PP Teodoro García Egea.- EFE

Las elecciones del 4-M madrileño han supuesto un terremoto político de enorme magnitud con consecuencias de amplísimo espectro. Todas sus variables juntas parecen devolvernos un galimatías indescifrable donde abajo es arriba y se hace difícil entender el panorama. He intentado segregar en piezas diferentes las partes de este puzle para ver si contemplándolas así, separadas, podemos resolver algunas preguntas. ¿Es nueva esta mayoría del 4-M? ¿Qué papel ha jugado la extrema derecha? ¿Cuáles son las consecuencias políticas? ¿La crisis del PSOE madrileño es madrileña? ¿Más Madrid recoge voto de la crisis de otros o tiene hipótesis propia? ¿Ha sido la clave antifascista la que define el futuro o la normalización de la extrema derecha obliga a otras estrategias? ¿Qué papel tiene la dinámica mediática y digital de memes, fake news y aceleracionismo? Nada se resuelve aquí, pero quizás podemos verlo con distancia.

Murcia

El ciclo electoral madrileño empieza en Murcia y tiene dos ingredientes. Corrupción y táctica política. Si bien es la corrupción la que da sentido a la moción de censura en Murcia, no se explica sin una apuesta política del PSOE en torno a ampliar su base de alianzas políticas con Ciudadanos. Esa apuesta tenía dos objetivos. Quitarle poder simbólico a su socio de gobierno, Unidas Podemos, y demostrar una cintura política que habilitara un espacio de centro político que rompiera los bloques definidos en torno a Colón. Rehabilitar el centro. Tras las elecciones madrileñas, Ciudadanos ha desaparecido como sujeto político y el PSOE es el que recoge la mayor perdida de voto.

El PSOE entró en campaña con la "hipótesis Murcia". Renegó de su socio en el Gobierno del país e hizo guiños a Ciudadanos. Después insistió en que su candidato era Gabilondo y no el PSOE para evitar la dinámica nacional de las elecciones. Posteriormente, le dijo al socio de gobierno en el Gobierno del país que "quedaban 12 días para ganar las elecciones" reeditando la alianza y, más tarde, habló de elegir entre Fascismo y Democracia. No perdió Gabilondo, perdió la hipótesis que lo sostenía.

Ayuso

El video electoral de la candidatura de Isabel Díaz Ayuso era prácticamente mudo. Se la veía corriendo libre y alegre en una ciudad amable de establecimientos abiertos. Al final se leía simplemente "Libertad". Hubo muchas risas con el video. La memetización siguió adelante y nadie pareció pararse a pensar que el PP tenía una candidata que no tenía ni que hablar para que se entendiera lo que quería decir. Ayuso se ha hecho cargo de un deseo de fuga de la situación de la pandemia. Ha producido un imaginario en el que la Covid-19 ya no estaba. Eso no explica del todo sus resultados, pero resuelve buena parte del problema político que tenía el PP para vender una gestión desastrosa. No hacerlo. Saltar. Ayuso le ha ofrecido de forma efectiva una salvación a las mismas personas cuyas posibilidades de vida estaba destruyendo.

Violencia

La campaña electoral ha estado atravesada por hechos violentos espectacularizados mediática y digitalmente. El espectáculo es una aceleración del tiempo y de las cosas que suceden quitándoles materialidad. Vallecas era un escenario, los menores migrantes un personaje, el fascismo una coletilla irónica, Pablo Iglesias una "rata chepuda" y además, llegaban balas con amenazas de muerte por correo que se contaban como el giro de guion de la última serie de Netflix. Cuando nada es verdad, todo está permitido. Nada tiene consecuencias porque cuando los hechos materialmente violentos suceden (una paliza un chaval marroquí, o a una pareja gay, el bullying en un colegio, las ventanas rotas a pedradas de un Centro Social de barrio) no se cuentan de la misma manera. Qué demonios, no se cuenta. Esa violencia capturó la campaña y dejó a Ayuso... libre. Durante la última semana de campaña casi no se habló de ella.

Los magos te enseñan una cosa para poder hacer su truco allí donde no estás mirando. Quizás el mayor servicio que Vox le ha hecho a la campaña de Ayuso no es la abstención en la sesión de investidura y un papel bastante marginal en la política madrileña, sino resistir y ser la guardia pretoriana espectacular del proyecto neoliberal del PP. Algo que comparte con una estructura mediática y digital destinada a cumplir la función contraria a la de los viejos proyectos totalitarios y sus "Grandes Hermanos". No buscan vigilarte sistemáticamente sino que estés las 24 horas del día mirando en su dirección sin poder organizar tu atención a tu gusto y atender a las cosas que querrías atender.

Participación

En abril de 2019 el bloque de las tres derechas de Colón sumó en torno a dos millones de votos y ganó al bloque de izquierdas con amplísima mayoría en Madrid. Los resultados del martes son muy similares. La activación del voto popular se entiende en clave estructural, defensiva y ofensiva.  La parte estructural la explica la solidez de un bloque de voto construido en torno a más de 25 años de proyecto neoliberal en Madrid, que se explica tanto en el urbanismo y la atracción de riqueza vía dumping fiscal, como en el discurso de la libertad apelando a pequeños empresarios y a la economía informal más precarizada a la que las instituciones no le ofrecen nada (Ni ERTES ni Ingreso Mínimo Vital) pero el mercado, sí.

La parte defensiva se explica como reflejo de la hipótesis del bloque. Un bloque de tres partidos que sustituiría al Gobierno de tres de Colón. La presencia de Pablo Iglesias como candidato de Unidas Podemos teñía al bloque de la derecha de odio, pero también de miedo. El ecosistema de la derecha se ha unificado contra la posibilidad de un gobierno "A la Sánchez-Iglesias" en Madrid. En ese sentido, el PP ha intensificado su dimensión de "partido Madrileño", pero también a la ofensiva. El imaginario del bipartidismo está mucho más descompuesto a la izquierda que a la derecha. El resultado del PSOE es un aviso a navegantes para Sánchez en ese sentido, si el PSOE no está a la altura de lo que el ciclo político que lo alzó demanda será sustituido como ha pasado con Gabilondo.

Creer que el voto de Madrid se puede extrapolar a unas elecciones generales no es una locura para la derecha ni para los espacios mediáticos que piensan la política en los mismos términos.

Pablo Iglesias

La papeleta de Podemos en las elecciones en las que irrumpió en el panorama político español tenía la cara de Pablo Iglesias. Ese día, Podemos quedó unido a su figura. El diseño del partido desarrollaba dicha idea y le daba sentido orgánico. Tanto es así, que en la disputa de Vistalegre II entre la hipótesis populista y la hipótesis del frente histórico de izquierdas, lo único que no estaba en discusión era el liderazgo de Pablo Iglesias. Tanto es así que la hipótesis populista no presentaba candidatura alternativa a la secretaría general. Se trataba de que Iglesias obedeciera una hipótesis que, simplemente, no era la suya. Esa lógica generó un partido con una profunda crisis territorial ligado fundamentalmente a la enorme capacidad política de su líder, a unas bases sumamente fieles y a su apuesta por el Estado frente a los territorios.

Salvando las enormes distancias, cuando escuché la rueda de prensa de Pablo Iglesias me acordé de esa escena de Abre los Ojos, una película que habla sobre ficciones e identidad, y a Eduardo Noriega gritando, "¡Yo quiero una cara...! No una careta". El cuerpo de Pablo Iglesias (y por extensión, el de su familia) ha tenido que soportar ser cara y careta, tanto para propios como para ajenos. La política de la guerra memética ha llevado la falta de empatía y la agresión al otro de las redes a la calle.

Pablo Iglesias escapa ahora de ser un meme para recuperar su cara y lo hace tras salvar a su organización en la plaza que le permitía seguir siendo una opción de futuro de cara a unas elecciones generales. Podemos queda así en la rampa de salida de un interrogante. Parece evidente que Yolanda Díaz,  la ministra más brillante del Gobierno, será su candidata. Pero no sabemos cuál será su hipótesis, ni su organización, etc. Sabemos sin duda qué tipo de estrategias se desarrollarán contra ella en la guerra memética, pero quizás se haya aprendido algo del ciclo anterior en ese sentido.

Más Madrid

Más Madrid es la fuerzas política más importante de la oposición madrileña y ha conseguido superar al PSOE en votos y empatar en diputados. Ha sumado cuatro a los 20 que ya tenía. Mónica García ya era, de facto, la líder de la oposición que el PSOE no había ejercido y lo único que ha hecho en campaña ha sido crecer y crecer en todos los sentidos. Más Madrid ha crecido haciendo lo contrario que el resto de fuerzas políticas de la oposición. En primer lugar ha recogido dos años de presencia en el territorio de forma cotidiana, de extensión organizativa por el mismo y de trabajo intenso en la Asamblea de Madrid y en el Ayuntamiento.

Más Madrid también tiene un vector nacional a través de Más País, la candidatura con la que Iñigo Errejón se presentó a las elecciones generales en noviembre de 2019, pero está mucho más emparentada con las formas de pensar el territorio con formaciones como Compromís en la Comunitat Valenciana (de hecho, diputados de Compromís participaron en la campaña) que con las hipótesis del Primer Vistalegre de Podemos y el "asalto institucional" y la "máquina de guerra electoral".

Ha entendido que el problema no es la polarización, sino el desafecto y ha buscado, por tanto, construir afectos. No ha evitado confrontar con Vox, pero ha entendido que Vox es la consecuencia del modelo neoliberal no su causa. Se ha centrado en Ayuso y en combatir ese modelo neoliberal. Pero ha ofrecido un futuro distinto para la vida en Madrid a través de un imaginario nuevo basado en la defensa de los servicios públicos, una pelea por el tiempo como vector fundamental de la vida en común y la lucha climática construida no como una batalla sino como la posibilidad de construir vidas mejores. Es fácil imaginarse el Madrid de Más Madrid. La cuestión que abre su resultado es cómo construir fuerza suficiente para conquistar, además, poder institucional y como hacerlo cuando no se tiene ninguno. Eso enlaza con otro problema. Un imaginario deseable requiere de tiempo para poder desear, y si no dispones de ese tiempo, ¿cómo encarnarlo?

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