El resultado de las elecciones del pasado 4 de mayo en la Comunidad de Madrid fue claro y conciso: la apuesta de Ayuso convenció a la mayoría de madrileños y, consecuentemente, arrasó con el 44,7%. Esto tuvo una segunda cara de la moneda, y es que las izquierdas perdieron una suerte de plebiscito por el que apostaron fuertemente: sobre la figura de Ayuso, los servicios públicos, la gestión de la pandemia... Incluso, democracia o fascismo.
Desde entonces mucho se ha hablado y opinado al respecto. Sin embargo, ayer finalmente el Centro de Investigaciones Sociológicas publicó la encuesta postelectoral de las elecciones. Una encuesta donde se pregunta a los protagonistas, esto es, a los votantes, por qué, cómo y a quién, y que nos sirve para poner datos a unas elucubraciones que muchos hicimos y que hoy podemos parcialmente comprobar. De ellos podemos sacar algunas conclusiones y guía para entender los resultados.
Explicar la victoria de Ayuso en términos macros es relativamente sencillo: el desplome de Ciudadanos y el empoderamiento político de Ayuso. Ambos elementos permitieron que el pasado 4M la líder del PP madrileño consiguiera obtener dos tercios de los que apostaron por Ciudadanos en 2019 y un tercio de los que lo hicieron por Vox. Algo previsible a lo que le sigue una tercera pata que viene sonando desde hace meses: casi uno de cada diez votantes socialistas del 2019 también apostaron por Ayuso. Como publicamos en varias ocasiones, el PSOE se ha enfrentado en los últimos tiempos a una importante fuga en sus apoyos que vienen del centro y que pueden ser determinantes para la pérdida de mayorías en el Congreso. Y es una dinámica que empieza a verse en los distintos barómetros a nivel nacional y en otras longitudes territoriales.
A pesar de las burbujas informativas en las que vivamos con mayor o menor intensidad, es importante constatar que el Partido Popular de Madrid vive uno de sus mejores tiempos desde el 2015. En términos sociodemográficos, el PP en la Comunidad es hoy una opción mucho más atractiva para los jóvenes que hace años y que la formación nacional. La apuesta de Ayuso ha conseguido construir una base de apoyos enormemente transversal en edad y algo más atractiva para las mujeres. La edad es algo asombroso si tenemos en cuenta que el mismo Partido Popular obtenía una diferencia de más de veinte puntos entre sus apoyos de más de 65 años y los de menos de 35 hace tan solo seis años.
Además, desde el cinco de la escala ideológica en adelante es un partido totalmente dominante. Ninguna formación se acerca a las cotas de apoyo que obtiene entre esta mayoría de ciudadanos de la región. Y un último dato que sigue con el objetivo de pinchar la burbuja informativa: el electorado del PP se identifica más con la etiqueta liberal (29,1% sobre el total de votantes) que con la conservadora (24,1%). De hecho, uno de cada diez se define como progresista o socialdemócrata, y un nada desdeñable 14,3% como democristiano.
Lo que está claro es que Ayuso consiguió conectar con un sentir mayoritario de la sociedad. La campaña giró en torno al coronavirus y su gestión (un 33,2% así lo cree), la sanidad (5,4%) y la libertad (4,2%), un objetivo que buscaban las izquierdas para poner encima de la mesa la supuesta actitud reprochable del gobierno autonómico en este sentido. Se consiguió, pero quizás no con el resultado esperado, ya que para un tercio fue el Partido Popular de Ayuso quien mantenía una posición en estos temas más cercana a la suya. La conexión con el sentir.
Las izquierdas pudieron conseguir lo que se propusieron: informar, colocar el marco donde querían y elevar las cotas de polarización para llevar a la gente a las urnas, pero estos aspectos no bastaron para conseguir que el millón y medio que se quedó en casa vieran una oportunidad para salir. Atención, porque de esa cantidad la mitad no votó porque no quiso, y un quinto, a pesar de normalmente votar, esta vez no lo quiso hacer. Las razones que dan estas personas son cristalinas: desafección. No les inspiraban confianza ningún partido (23,9%), ninguna alternativa les satisfacía (20,2%) y están harto de elecciones y de la política (14,9%). Es altamente posible que la excepcionalidad pandémica, como ya se ha adjudicado, contribuyera de manera importante a la victoria de Ayuso. También es muy probable que después de tantos desaires las izquierdas no hayan conseguido ir más allá de sus apoyos tradicionales. Si una parte de tu parcela es ocupada por el vecino y no la amplías por el otro lado, las consecuencias son más que obvias.
Pero no todo es pesimismo en las izquierdas madrileñas. Aunque más pequeña y desde luego menos determinante, la noticia del sorpasso (únicamente en votos) de Más Madrid al PSOE también ha dejado varias preguntas abiertas. Hoy vemos que además de un rendimiento pésimo del segundo, las virtudes del primero ayudaron a conseguirlo. Así lo demuestra la coalición electoral que obtuvieron los de Mónica García. Un cuarto de los socialistas, un tercio de los morados y la segunda tasa de fidelidad más alta del panorama madrileño el pasado 4 de mayo.
Sin embargo, si tenemos que colocar la lupa en un momento o hecho concreto, parece que la dinámica enorme de polarización, con el debate de La Ser como punto álgido, fueron enormemente beneficiosos y decisivos para Más Madrid. Un 20% de madrileños decidieron su voto la última semana de campaña, y aunque es difícil determinar la orientación de dicho voto, destaca que esta cifra asciende hasta el 36,5% entre los que optaron por Más Madrid. Son datos importantes porque señalan la permeabilidad que todavía hoy pueden tener las campañas electorales. Si la mayor parte de los partidos tenían a 2/3 de sus votantes amarrados y convencidos antes incluso de empezar la campaña, Más Madrid consiguió que más de la mitad de los suyos los eligiera en las dos últimas semanas. Algo que se exacerbó en los últimos días de campaña, donde el PSOE se desplomó.
Y precisamente entre los dubitativos también destacaron los de García. Las dudas fueron protagonistas para más de un cuarto de votantes de la región, que dudaron entre distintos partidos o coaliciones. Entre estos, Más Madrid estaba presente para más del 40%. El resto de formaciones de izquierdas fueron menos atractivas en este sentido. No obstante, es importante añadir que el electorado de Más Madrid sigue lejos de ser un tipo ideal ecologista. Solo un 7,6% se identifica hoy como tal como primera etiqueta política, y un 15,3% como segunda. Sus principales identidades siguen siendo progresista (28,5%), socialista (15,7%) y feminista (12,6%), que lo vinculan con Unidas Podemos, y socialdemócrata (15,9%) y liberal (5,5%), más similares al PSOE.
En definitiva, los datos postelectorales confirman que estamos ante un Partido Popular coyunturalmente atípico. Sus altos apoyos se traducen en una coalición electoral mucho más amplia y heterogénea que la que hemos visto en los últimos años y que todavía hoy vemos en otras coordenadas, y con unos adversarios que no motivan y convencen tanto. La excepcionalidad pandémica seguramente ha podido exacerbar esta dimensión, pero es hoy un partido transversal en lo generacional, cuyo electorado se identifica con dos de las etiquetas mayoritarias de la región (liberales y conservadores) y que ha sabido acercarse a las posiciones mayoritarias de los madrileños en dicho contexto de excepcionalidad. La característica plebiscitaria y de polarización solo ha podido intensificar estas características. Mucho debe cambiar la situación en dos años para que las izquierdas tenga alguna oportunidad. Más de un millón de votantes desafectos siguen en casa esperando alguna señal.
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