Otras miradas

Cuánto nos gusta eso de "el cambio cultural que este país necesita" y qué poco se atina

Gloria Santiago

Diputada de Unidas Podemos en el Parlamento balear y Vicepresidenta primera de la cámara

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, en el pleno del Congreso durante el debate y votación del informe del Pacto de Toledo sobre las pensiones. EFE/Mariscal
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, durante un pleno del Congreso.- EFE/Mariscal

No era la primera vez que el ministro Escrivá defendía un supuesto "cambio cultural" y la semana pasada comentó al respecto que se podría trabajar más años. Concretamente, hasta los 75. Esto implica seguir una tendencia en alza en Europa, una moda neoliberal que empuja a los mayores a verse obligados a cumplir con "mini jobs" o trabajar hasta muy entrada edad.

Escrivá dijo de forma literal que expulsar a personas con 55 años del mercado laboral es "muy injusto". ¿Muy injusto para quién? ¿Para nuestros mayores, o para una economía salvaje y desatada? Igual a quien defendía no era a nuestros mayores, sino a un sistema desprovisto de garantías públicas, como deberían ser las pensiones dignas.

Entremos en materia. "Trabajo" proviene del sustantivo tripalium, que era un instrumento de tortura. Tripalliare, el verbo del que procede, significa "torturar". El cristianismo fue un gran defensor del trabajo desde que apoyó la maldición bíblica de expulsar a Adán y Eva para ganarse el pan con el sudor de sus frentes hasta la sentencia de San Pablo, de "quien no trabaje, que no coma".

Romantizar el trabajo es un fallo del sistema pero suele ocurrir porque es la única manera de hacerlo digerible. Si el trabajo fuera bueno las élites ya se hubieran apropiado de él, pero es cosa de pobres no disponer ni de nuestro propio tiempo. Así las cosas, el trabajo visible se considera uno de los ejes principales, a través del cual se sustenta la economía. Sin embargo, es el trabajo invisibilizado - el que desarrollan principalmente las mujeres cuidando casa, hijos, mayores, maridos - el pilar fundamental de la economía. Si no, ¿cómo podrían salir ellos a trabajar bien alimentados, vestidos y descansados?

Unidas Podemos incluyó en su programa electoral reducir la jornada laboral a 34 horas semanales sin merma salarial (actualmente estamos en 40). Es la economía que cuida al medioambiente y a las personas. La misma que no acepta los recortes en el Estado del Bienestar. La misma que propone adaptar el trabajo a la vida y no al revés. La economía de los cuidados nos devuelve algo muy nuestro que la economía capitalista nos roba impunemente: el tiempo.

Como protector del orden establecido, el bipartidismo ha jugueteado hasta el escándalo con los derechos laborales de este país. El 15M tuvo como principal objetivo la reforma laboral que PSOE y PP se negociaron a espaldas de los destinatarios de la misma. Así, fue el PP quien aumentó la edad de jubilación a los 67 años, bajó las pensiones, relajó las condiciones para el despido y dio vía libre a los contratos temporales.

Llegar a una jornada laboral de 8 horas y al derecho al menos de un día de descanso costó sudor, sangre y lágrimas. Se pagó caro por avanzar en derechos laborales básicos, pero aún parece que no están incluidos en ese "cambio cultural" que este país necesita.

El cambio cultural que propone Escrivá es lo mismo de siempre. O sea, ninguno. La economía de los beneficios empresariales, la de la persona sin tiempo para nadie ni para nada, la misma que no tiene en cuenta el trabajo invisilizado de las mujeres, la misma que depreda los recursos naturales y explota a trabajadores. La misma que va a llevar al mundo a la hecatombe.

El bipartidismo es el inmovilismo que no queríamos en el 15M. Como diría Hegel, "de nada sirve una revolución sin reforma". Para nosotras es urgente derribar la reforma laboral que constriñe aún más los derechos laborales y que Yolanda Díaz ya ha anunciado que derogará. El cambio que necesita la mayoría de este país es tener dinero y tiempo para irse de vacaciones cada año y a comer fuera con la familia al menos una vez a la semana.

Solo una nueva perspectiva económica hacia los cuidados puede poner fin a la eterna lucha de trabajadores y trabajadoras por una vida que merezca la pena ser vivida. Porque aquí hay claras dos cosas: que vamos a morir y que vamos a necesitar dinero para vivir. A ver con cuánto de nuestro tiempo irrecuperable pagamos eso de necesitar dinero.

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