Otras miradas

Energía nuclear verde, una imposibilidad científica

Mario Ortega

Químico y doctor en Ciencias ambientales

Energía nuclear verde, una imposibilidad científica
Energía nuclear.- Pexels

En un momento propicio, a la vista de los precios de la energía eléctrica en toda Europa, y de fuertes tensiones geoestratégicas entre Rusia y China con los EEUU en profunda crisis de legitimidad democrática mundial, el lobby pronuclear -que no es otro que el bancario de los fondos de inversión- aprovecha el terreno abonado en Francia por la ultraderecha para vincular energía nuclear y soberanía energética. Para que sea más creíble buscan alianzas extraterritoriales, e inducen al presidente francés Enmuel Macron y al Consejo de Europa a introducir en el pack verde el gas natural como fuente energética de transición al modelo renovable.

Si la Unión Europea cae en esta trampa del capital las consecuencias serán gravísimas. Para empezar, internamente se darían argumentos a Polonia y otros países para demandar no limitar los fondos next generation a la transición energética renovable en virtud de la defensa de su propia soberanía energética. La lucha de Europa contra el cambio climático, y su dinamización industrial y tecnológica territorializada que supone este Green New Deal, se iría al traste.

Hay más, el baluarte que da credibilidad en el mundo a la UE es la democracia, tanto la energía nuclear como las tecnologías fósiles ponen en riesgo el propio sistema democrático. Son tecnologías con una alta capacidad de concentración de la producción y el poder tecnológico, que requieren grandes inversiones y que muchas veces están en manos de poderes ajenos a los propios Estados.

El objetivo es renuclearizar Europa de forma acelerada. Los defensores de un nuevo boom nuclear afirman que la construcción de nuevas centrales contribuirá a la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, el 40% de las emisiones de CO2 se deben al transporte, sector en el que no podría competir la energía nuclear. Lo que se esconde tras la energía nuclear no es más que un modelo energético especulativo que pretende, con dinero público, enriquecer indiscriminadamente a las empresas eléctricas y a la gran banca, propietaria de ellas y de las grandes constructoras, futuras adjudicatarias de las obras. Las centrales nucleares actuales nacieron amortizadas, se construyeron con fondos públicos y con prestamos con interés subvencionado. El modelo de mercado eléctrico europeo permite a los propietarios precios muy por encima de sus costes, el pool eléctrico está diseñado para favorecer a las nucleares.

En la naturaleza de la energía nuclear está el poder antidemocrático. La energía nuclear permite una alta centralización en la producción y distribución, por lo que es una herramienta de control político y económico. La sola iniciativa privada nunca hubiese construido una nuclear, necesita dinero de las arcas públicas, mucho dinero. Por eso la pretensión, una vez más, de utilizar fondos europeos que deben ir dirigidos al sector de las renovables para rehabilitar las nucleares, empezando por las francesas.

En términos económicos, la consideración de la energía nuclear de fisión como la energía más barata se ha construido sobre una falacia, sobre una operación de ingeniería económica y financiera. Sumando al costo de construcción, operación, mantenimiento y desmantelamiento de una nuclear, la gestión medianamente segura de los residuos nucleares, aunque se opere con residuos a cien años, y la construcción de los almacenamientos geológicos en profundidad –AGP-, las cuentas no salen. Incluyamos lo que una aseguradora cobraría por garantizar la cobertura de los daños provocados por un accidente nuclear. El balance en contra resultará abrumador y definitivo.

Los problemas derivados de la industria nuclear son los mismos desde decenios. La eliminación de los residuos altamente radioactivos no está solucionada. La idea de que la energía contenida en los núcleos atómicos es prácticamente ilimitada se traduce en la impresión de que disponemos de recursos ilimitados. Pero esto no es cierto, el combustible nuclear también es agotable. El veto a Irán para que construya centrales nucleares pone de manifiesto la relación entre programas de desarrollo nuclear y armas nucleares. Por no hablar de la inseguridad añadida al ser las industrias nucleares potenciales objetivos bélicos o terroristas.

No es generador de energía, no es soberano, quien depende tecnológicamente del exterior para el mantenimiento de su producción o para el enriquecimiento de uranio. Esta premisa solo la cumple Francia en la UE. El actual gobierno francés pretende romper el consenso ciudadano antinuclear en un intento de basar su fuerza en el control estratégico de la energía. La energía nuclear no produce riqueza colectiva, produce sólo beneficio empresarial. El territorio que la acoge es, simplemente, un contenedor de riesgos.

El viento y el sol son recursos distribuidos por todo el planeta, de los que se dice que no son constantes, pues están sometidos a los avatares climáticos y a los ciclos naturales. En este sentido, tampoco es constante la generación nuclear o térmica, pues las nucleares no pueden parar cuando su energía nos es requerida, están obligadas a mantener su producción 24 horas, todos los días, aunque nadie la compre. Esto ocurre a diario. La acumulación de la energía solar o eólica es posible por diversas tecnologías incluida la fabricación de hidrógeno, un gas cuya combustión o utilización en la pila de combustible produce agua.

Energías renovables, eficiencia energética y sostenibilidad son las recetas racionales que contribuyen al bien común, lo demás son artificios de grupos de poder. En un futuro energético renovable España tendría mucho que decir en la UE y el mundo. Imaginemos un avance tecnológico e industrial en la fabricación de todos los elementos relacionados con estas tecnologías energéticas. ¿Vamos a dejar también que la fábrica sea China?

El mito nuclear no termina con la fisión. La  energía nuclear de fusión, proceso que reproduce una reacción similar a la que ocurre en el núcleo del sol, tiene, en términos económicos, un significado similar al expresado para la fisión: elimina el problema del riesgo de la radioactividad y de los residuos radioactivos, lo que no es poco, pero contabilizando los años y las inversiones necesarias para su, aún dudoso, desarrollo comercial, no salen los números. Y, lo que es peor, una vez conseguida, el control de la tecnología y la producción estaría concentrado en unos pocos grupos financieros que tendrían a los países, poblaciones y gobiernos atrapados con el chantaje de su dependencia.

Si la nuclear resultase tan barata y abundante como se dice, además de no requerir subvenciones como se pide, el riesgo de consumir tanta energía acumulada en los núcleos atómicos y liberarla en forma de calor, teniendo en cuenta la irreversibilidad de los procesos naturales –segundo principio de la termodinámica-, incrementaría los problemas del calentamiento terrestre provocado por los gases de efecto invernadero. Es lo que se llama contaminación por energía, el efecto calórico práctico del aumento de la entropía. El uso masivo de la energía nuclear provocaría la conversión del planeta en una sala de calderas, lo contrario de lo que han hecho los ecosistemas naturales durante millones de años. Considerar la energía nuclear como verde es anticientífico, antiecológico y antidemocrático.

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