Otras miradas

Andalucía no quiere tener la fosa séptica de Europa

Toni Valero

Coordinador de Izquierda Unida Andalucía

Andalucía no quiere tener la fosa séptica de Europa
Vista del vertedero de residuos tóxicos y peligrosos de Nerva (Huelva). EFE/Julián Pérez/ARCHIVO

En enero de 1873 España estaba al borde de la bancarrota. Conseguir ingresos era la prioridad de un país cuyos sectores económicos experimentaban la entrada de inversiones de las pujantes potencias industriales de la época. Tras una fallida subasta, las minas de Río Tinto-Nerva fueron compradas por las familias Matheson, Rothschild y Goldschimidt. Meses después se crearía la empresa Rio Tinto Company Limited. Aquello significó lo que es por todas y todos conocido: según David Avery, se creó el mayor centro minero del mundo. Carlos Arenas señala que en aquellas últimas décadas del siglo XIX aumentó la divergencia entre Andalucía y el resto de España porque "mengua su diversificación productiva y se consolidan las bases extractivas de su modelo de capitalismo". Andalucía como proveedora de materias primas. Nada nuevo en nuestra historia desde la antigüedad.

La decadencia de la actividad minera, hoy día residual, y la falta de diversificación económica, dejó en enorme vulnerabilidad a las poblaciones de la zona. En ese contexto, la Junta de Andalucía impulsó en los años noventa un proyecto para gestionar los residuos de la industria de Huelva, Cádiz y Sevilla. Se pasaría de exportar cobre, plata y oro a importar residuos. El denominador común es poner el medio natural al servicio de un capitalismo global expoliador de recursos y generador de desperdicios que hipotecan el futuro allá donde terminan.

Fue el ayuntamiento de Nerva el que declaró de interés social la instalación del vertedero de residuos en medio de una enorme contestación social. Se produjeron más de mil manifestaciones en contra. De entre las condiciones para el establecimiento del vertedero se distinguía que solo recibiría residuos de la industria de las tres provincias mencionadas, pero los incumplimientos se dieron desde el principio, tanto en el transporte de residuos, como en la procedencia de los mismos.

En julio de 2020 asistí a una manifestación en Nerva por el cierre del vertedero. Pude ver un paisaje apocalíptico marcado por un vertedero sobrepasado en más de un 280% de su capacidad original. Los planes de ampliación del vertedero por parte del gobierno de Moreno Bonilla se encontraron con una masiva respuesta popular. Los residuos llegan de numerosos puntos de Europa convirtiendo a Nerva en la fosa séptica de industrias foráneas. No solo es un riesgo serio para la salud pública, también para el medio ambiente porque los residuos se transportan en camiones desde Sevilla hasta Nerva y en barcos remontando el Guadalquivir, bordeando Doñana. Solo esta semana, el buque Muzaffer Bey, procedente de Montenego,  descargará 5.300 toneladas de residuos tóxicos; el buque Dakota, otras 7.000 toneladas (entre las sustancias peligrosas se encuentra asbestos y tributilo de estaño).

La "Revolución verde" pregonada por el gobierno andaluz es una tomadura de pelo cuando no pretende cerrar el vertedero. Hay un clamor popular contra el mismo exigiendo el cierre. No se puede postergar. Apostar por la economía circular sí es una revolución verde acorde a la emergencia climática y medioambiental. La única opción razonable para Nerva es el cierre del vertedero, la obligación de la empresa de controlar los residuos allí depositados para evitar filtraciones y escapes y un plan de recolocación y reconversión para evitar pérdida de puestos de trabajo.

 

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