Otras miradas

Lecciones de Castilla y León. Notas para un giro desde la izquierda

José Sarrión Andaluz y Alberto Santamaría

Profesores de la Universidad de Salamanca

El presidente en funciones de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (d), y el candidato de Vox, Juan García-Gallardo (i), muestran el pacto de gobernabilidad entre ambas formaciones tras el pleno de constitución del parlamento regional. EFE/NACHO GALLEGO
El presidente en funciones de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (d), y el candidato de Vox, Juan García-Gallardo (i), muestran el pacto de gobernabilidad entre ambas formaciones tras el pleno de constitución del parlamento regional. EFE/NACHO GALLEGO

A las militancias de la izquierda alternativa

En el día de ayer hemos conocido la triste noticia de la entrada de Vox en el Gobierno Autonómico de Castilla y León. No por esperada es menos dura. Los dos objetivos de Mañueco, gobernar solo y reforzar a Casado, han resultado ser un fracaso. Ahora el PP de Castilla y León pasa de depender de una fuerza irrelevante a hacerlo de una fuerza ultraderechista en auge. Tendremos neofascistas en el Gobierno Autonómico, y lo vamos a pagar la gente.

1.

Un mes después de las elecciones autonómicas en Castilla y León y tras la noticia de hoy, tenemos una certeza: estos comicios son más representativos de la situación política actual de lo que a primera vista podría parecer. En realidad, cabe la posibilidad de ver este proceso electoral como un plano a escala desde el cual tratar de seguir el rastro de un tiempo político preñado de tensiones y conflictos cada vez más visibles. Para acercarnos a esta cuestión trataremos de exponer algunas líneas de comprensión.

En primer lugar, existe una especie de inercia histórica en Castilla y León según la cual las elecciones autonómicas -a diferencia de las locales- tienden a verse generalmente en clave estatal. El hecho de que estas elecciones se hayan producido por primera vez sin coincidir con unas elecciones municipales refuerza esta idea. De fondo, no debemos obviar que existe una nebulosa visión de la política autonómica dentro de la propia comunidad. En 2017, cuando Juan Vicente Herrera llevaba ya 15 años de Presidente de Castilla y León, tres de cada diez ciudadanos (el 32%) ni siquiera sabía quién era[1]. Esto, a su vez, está ligado a un hecho notable: la política autonómica en nuestra Comunidad es prácticamente desconocida, ocupando un espacio residual en los periódicos locales (ni siquiera existe prensa autonómica). Este desconocimiento es índice igualmente de la falta de resortes políticos creados para generar comunidad. Cómo crear estos resortes desde la izquierda y cómo pensar las diferencias y construir desde el disenso, es un horizonte necesario. En este sentido, y teniendo en mente las pasadas elecciones, es necesario remarcar, antes de continuar, que no es nuestra intención aceptar el reduccionismo simplista que atribuye el resultado a los candidatos y a los militantes que han hecho la campaña. No es esto.

Un segundo argumento es que Castilla y León, siendo una región conservadora, no parece una región de extrema derecha. Hace pocos años un estudio realizado por el SOCyL demostró que la mayoría de la ciudadanía de Castilla y León se percibía a sí misma como políticamente de centro. En ese mismo estudio destacaba otro dato: había un número mayor de población que se autopercibía de izquierdas que de derechas.[2] Es sabido que el centro político no es más que otra forma de derecha, en cualquier caso, lo que el estudio del SOCyL mostraba es que a los ciudadanos de esta comunidad no les atraían los extremos ideológicos. Cierto es que habría que actualizar ese estudio ahora, tras el avance de las posiciones de Vox -que ha liberado una caja de pandora de fuertes resonancias de extrema derecha- pues es probable que esa autopercepción haya cambiado. Pero también es bastante probable que, haciendo las correcciones necesarias de edad, clase social y alguna otra variable, tengamos una foto bastante buena de lo que va a pasar en este ciclo electoral a nivel estatal: descenso de UP, mantenimiento o ligera caída del PSOE, caída (veremos en qué medida) del PP y aumento significativo de Vox. A este respecto, el riesgo de tener ministros de Vox dentro de dos años es verdaderamente acuciante.

Si consideramos que es posible predecir un escenario similar al de Castilla y León en el próximo ciclo electoral, parece razonable detenernos a estudiar qué lecciones podemos extraer de Castilla y León, y especialmente seguir el rastro de aquellas cuestiones que puedan tener validez para el conjunto del Estado. ¿Qué lecciones podemos extraer de la derrota en Castilla y León?

2.

El primer elemento: la marca Podemos está desgastada. La caída electoral desde 2016 es patente (y sin frenos). En las pasadas elecciones de Castilla y León se ha producido una caída de aproximadamente un 40 %[3] del voto respecto a lo que IU-Anticapitalistas y Podemos-Equo sacamos por separado en 2019. Se vuelve al nivel de representación que tenía Izquierda Unida en Castilla y León antes de la existencia de Podemos: un procurador, y por Valladolid[4]. De hecho los resultados de Unidas Podemos son casi idénticos a lo que obtuvo Izquierda Unida en solitario en 2015, en una de sus horas más bajas y compitiendo con un Podemos al alza[5]. Con lo cual, no es descabellado creer que la evolución del espacio de Unidas Podemos, o la marca que se cree en su sustitución, sencillamente tienda poco a poco a bascular hacia el espacio tradicional de la izquierda a la izquierda del PSOE. Nos guste o no. Un ejemplo menor pero tal vez sintomático de este desgaste es el hecho de que numerosos militantes, concejales y alcaldes de pequeños municipios narran cómo vecinos y vecinas muestran su rechazo a la marca Podemos en la forma de la siguiente amenaza: "si os presentáis con Podemos dejaremos de votaros". No hay datos que muestren la importancia estadística de este tipo de afirmaciones. Ahora bien, es en todo caso una realidad, más grande o más pequeña, detectable a lo largo de toda la geografía de Castilla y León y, nos atreveríamos a aventurar que de toda España.

De este modo, se puede extraer una conclusión fundamental de esta enseñanza: Podemos ya no tiene legitimidad (probablemente nunca la tuvo) para imponer sus candidatos/as en los procesos electorales. Debemos, por tanto, acabar con la política de imposiciones de listas y candidatos cuneros que se ha instalado entre nosotras/os desde la emergencia de las primeras coaliciones con Podemos.

La segunda lección que podemos extraer de estas elecciones es que el Efecto Yolanda no existe. O bien es sustancialmente menor de lo que se estimaba. A pesar de que la ministra Yolanda Díaz no ha querido activar su futuro proyecto político para las elecciones de Castilla y León lo cierto es que sí ha participado en la campaña. Por un lado, realizó un acto electoral en la provincia de Valladolid. Por otro lado, y quizá más significativo, aprobó la medida del SMI de 1000 € en la recta final de la campaña. (Desconocemos, es cierto, si ha sido por mera coincidencia.) En cualquier caso, parece que la percepción en este caso ha sido residual, al tiempo que su efecto llamada puede llevarnos de nuevo al espectro del carmenismo o de un neocarmenismo, cuyos resultados son fácilmente rastreables. En este sentido,  los últimos movimientos apuntan hacia una deriva poco halagüeña.

A pesar de todas estas medidas, y más aún teniendo en cuenta que para la mayor parte de la ciudadanía somos un todo homogéneo al que se llama genéricamente Podemos, donde no hay distinción entre Yolanda Díaz, Irene Montero o cualquier otro miembro del Gobierno, hay que empezar a considerar que las medidas sociales de este gobierno no están llegando a la mayor parte de la población, o lo hacen de manera insuficiente.

Esta insuficiencia no es, lógica y exclusivamente, culpa individual de los ministros/as de Unidas Podemos. Este escrito no pretende expresar que, concretamente, los ministros y ministras de UP lo hacen mal, que no saben negociar o que no presionan lo suficiente. Pues de tal tesis cabría la posibilidad de inferirse como posible solución la sustitución de estos ministros por otros militantes de nuestras organizaciones políticas. No es cuestión de recambio, sino de proyecto.

3.

El problema en sí mismo es que si formamos parte de un Gobierno cuyas medidas sociales apenas rozan levemente a la gente común, será difícil crear un proyecto colectivo que sea tomado en serio.

Y la causa evidente del problema es que quien toma las decisiones importantes y determinantes no es otro que el viejo y pesado fantasma del PSOE. Es decir: un partido que no va a cuestionar la senda del neoliberalismo impuesta por la Unión Europea desde el tratado de Maastricht, ni se enfrenta a la troika, que acepta los mandatos de austericidio, que pactó el 135 con el PP, que se alinea con la OTAN (de vital importancia ante los eventos de Ucrania), que a pesar de las promesas mantiene los desahucios, que no actúa contundentemente contra el paro, que ofrece insuficientes ayudas sociales, etc., etc., etc.

Mientras nuestra maquinaria comunicativa intenta denodadamente transmitir los éxitos de UP en el Gobierno, la ciudadanía no los percibe así. De hecho, la propia IU reflexionaba recientemente acerca de que el último CIS demuestra que para un porcentaje amplio de la población el Gobierno sigue trabajando para los más ricos[6].

Recordemos, por ejemplo, las grandes campañas en redes y medios sacando pecho por el Ingreso Mínimo Vital (IMV) en 2020 como si fuera el gran logro de UP en el Gobierno. No es necesaria una profunda investigación para descubrir que se trataba de una medida ya prevista por José Luis Escrivá meses antes de la conformación del Gobierno de Coalición. Actualmente, tras el fracaso de dicha medida, que no es capaz de alcanzar a la población[7], tal y como estaba previsto, ya nadie la reclama como logro histórico. Recordemos que, por otro lado, no difiere sustancialmente de las rentas de inserción aprobadas por diferentes CCAA, entre ellas las gobernadas por el PP.  En Castilla y León, en concreto, la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC) fue negociada también por el PP con CCOO y UGT, y la patronal, en el marco del Diálogo Social. No parece, por tanto, que el IMV fuera una "medida estrella" precisamente.

Otro ejemplo: la insuficiencia de la Reforma Laboral. Se trata de una Reforma que, efectivamente, tal y como se ha indicado a través de sus impulsores, es la primera que no representa un retroceso en los derechos laborales. Incluso se producen ciertos avances dignos de apoyo. No obstante, y esta es la clave, no transforma sustancialmente las condiciones de vida de la mayoría de la población. De poco nos sirve que una parte de los trabajadores temporales consigan contratos indefinidos si el despido sigue siendo libre. Si dicho despido, a pesar de ser improcedente, puede ser ejercido sin miramientos por la empresa. Si en un contexto de juzgados de lo social saturados los salarios de tramitación no existen, provocando que el empresario pueda seguir negociando con el revólver sobre la mesa, mientras el/la trabajador/a, consciente de eso, poco puede hacer.

No solo la gente apenas percibe mejoras, sino que ve cómo mengua su bolsillo a diario, en el pago de servicios básicos como la luz, la calefacción, los carburantes, el pan, etc. Subida de precios que no cabe atribuirse únicamente al conflicto de Ucrania (si bien los empeorará), toda vez que ya venía produciéndose desde antes. El/la trabajador/a medio/a se ve cada vez más empobrecido.

No se trata de ver el vaso medio lleno o medio vacío, sino de pensar en cómo contemplan los ciudadanos a la izquierda. Y en esta cuestión, no cabe duda, es necesario un replanteamiento completamente distinto ante un escenario que cada vez está más dirigido por la agenda reaccionaria.

Hace escasos meses, una buena parte de la izquierda argumentaba que los malos resultados de Portugal demostraban la efectividad de la estrategia de la izquierda española de pertenecer al gobierno. Dada la tendencia electoral actual se podría aplicar el mismo argumento en sentido contrario.

Cabría pensar que en ambos escenarios, es decir, tanto dentro como fuera del gobierno, no podría asegurarse con rigor un resultado electoral positivo. No poseemos una ley objetiva que nos permita dirimir esta cuestión. Por tanto, no pretendemos abrir aquí el debate "gobierno sí / gobierno no".

Por el contrario, consideramos prioritario detenernos en aquello que sí está en nuestra mano. Aquello que verdaderamente hace la política de transformación, con mayor o menor eficacia, pero en el único plano que realmente podemos disfrutar: la vida cotidiana.

Nos encontramos ante un cambio de etapa, ante la cual deberemos afrontar decisiones cruciales y cambios sustanciales en nuestra estrategia política y organizativa.

4.

Estamos hablando de la organización. Estamos hablando de la militancia.

La antigua sabiduría china ya conocía que si te encuentras entre la situación de elegir entre perder una colina o perder a tus soldados, opta siempre por salvar a tu tropa y sacrifica la colina. Porque con tu gente, tal vez podrás recuperar la colina mañana, pero sin ellos la colina estará, con total seguridad, perdida.

Ante un escenario de probable descenso electoral consideramos que el objetivo fundamental de nuestra estrategia política a corto plazo debe consistir en el aumento de la presencia de la izquierda en los parlamentos, ayuntamientos y demás instituciones. Dado el peligro de la extrema derecha que Vox representa y contando ya con la absoluta certeza de que el PP está dispuesto a formar gobiernos con ellos, no albergamos dudas acerca de que el objetivo de esta etapa que acaba de abrirse es en gran medida de carácter electoral.

Ahora bien, algo de notable importancia que  hemos podido aprender del ciclo político de los últimos años, y especialmente de las recientes elecciones de Castilla y León, es que una política centrada exclusivamente en lo institucional o en lo electoral no siempre cosecha buenos resultados electorales e institucionales. Y autoanalizando nuestra propia historia reciente, parece que este es nuestro caso.

Por tanto, ante este ciclo electoral la tarea fundamental de la izquierda debe ser recomponer un espacio democrático hacia adentro, plural y donde ninguna fuerza política sea más que otra.

La apuesta exclusivamente institucional puede provocar (y provocará si no lo remediamos) un abismo bajo nuestros pies.

Hechas estas consideraciones previas, enunciaremos nuestra tesis central de la manera siguiente: la estrategia electoral ante el próximo ciclo debe tener como objetivo principal la reconstrucción del espacio social de la izquierda.

La composición de este espacio no es una tarea sencilla. Es mucho más fácil, sin duda, poner a pensar a nuestros "expertos", o nuestros dirigentes, para que diseñen un calendario de acciones institucionales de gobierno, así como la imaginería, discurso, diseño gráfico y lemas de las próximas campañas. En cambio, la tarea que proponemos requerirá una enorme demostración de fuerza, organización, capacidad de diálogo y, por qué no decirlo, ciertos sacrificios de las actuales direcciones de las organizaciones políticas que componen el espacio de la izquierda.

El plazo para desempeñar dicho proyecto es cada vez más breve, toda vez que el ciclo electoral se está precipitando. Y aún más grave es que nos encontramos en un momento de reflujo de la movilización social, que ha coincidido con una desarticulación del tejido asociativo. Esta desarticulación en muchos casos ha tenido como causa el trasvase desde el activismo y el movimiento social hacia las labores institucionales o de gobierno, por ejemplo. Otro elemento ha sido la existencia de un proceso de autocontención por parte de la mayor parte de los colectivos de izquierdas con el objetivo de no atacar al gobierno por miedo a beneficiar a Vox. Y por último, pero no menos importante, estos dos años de pandemia han generado un cambio social de calado.

No olvidemos, además, que la actual situación entre Rusia y Ucrania, además de generar tensiones en el seno de la izquierda, puede hacernos correr un riesgo mucho más grave: el desencadenamiento de un conflicto bélico a escala internacional. Conflicto que, en el mejor de los casos, se convertirá en un tema central de debate en un país como España, donde la tradición pacifista ha tenido un peso histórico importante. Un debate en el que, por cierto, la izquierda no necesariamente tenemos por qué ser los vencedores morales, como en el caso de la Guerra de Irak. Y en el peor -y muy probable- de los casos, puede conducir a una guerra a nuestro propio país (palabras que ya ha enunciado el propio Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea).

5.

Dado el escaso margen que tenemos para construir un movimiento social antes de un ciclo electoral que ya ha comenzado, deberemos imaginar cómo convertir las propias elecciones en una maquinaria de crear organización. Al mismo tiempo, es central que dichos espacios organizativos posean libertad crítica y democracia radical.

Esto implica que la confección de candidaturas, la discusión, deliberación y redacción del programa, e incluso la estrategia general de las campañas electorales debe ser construida desde un nuevo espacio político-social, al que se invite a participar a todas las organizaciones a la izquierda del PSOE, y dónde ninguna fuerza política tenga una posición privilegiada de partida.

Consideramos, a modo de propuesta, que este nuevo espacio para el debate debería poseer una serie de rasgos que fomenten esta democracia radical, esencial para el fortalecimiento organizativo desde abajo. Por ejemplo, para lograr este objetivo es necesario el fin de la política de negociación de candidaturas desde arriba, así como la erradicación de la actual política de cuneros. Cada territorio debería poder escoger a sus candidatos/as mediante los medios que considere oportunos. (Podrá argumentarse que en las elecciones a escala estatal la procedencia del candidato/a no afecta al resultado electoral, sin embargo, por este motivo, dado que no afecta, el candidato debe ser escogido de la manera que más refuerce a la organización, y esta no es otra cosa que la democracia.) En este espacio que proponemos, toda la arquitectura organizativa debe ser igualmente democrática, sin cuotas de poder preestablecidas por parte de ninguna organización, partido o personalidad. En coherencia con estos planteamientos, debe hacerse un esfuerzo en invitar a participar al conjunto de la izquierda, con independencia de la representatividad electoral de los colectivos que la conforman. Sin olvidar a toda esa gente que la dinámica cupular ha ido apartando o expulsando del camino, con quien debemos volver a mirarnos a los ojos.

En este contexto, cabe incluso explorar nuevos mecanismos democráticos inspirados en experiencias históricas como el sorteo, herramienta que podría ser útil para ciertas deliberaciones[8]. Esto quizá permitiría repartir el capital político y cultural entre todos y todas.

6.

La presente propuesta no desea presentar un ataque a ningún dirigente en concreto. Sí pretende mostrar en cambio una posición crítica con la dirección que se está llevando hasta ahora en las organizaciones políticas principales de la izquierda.

Es necesario ser audaces. Si queremos derrotar a la derecha y a la extrema derecha electoralmente, debemos comenzar a crear desde ya un espacio capaz de enfrentarles culturalmente. Como decía Guy Debord: lo urgente es la reconquista de la vida cotidiana.

Esto no es una mera nostalgia romántica por la idea de la militancia. La nuestra es una posición pragmática, sabiendo como ya todos saben ahora (a diferencia de 2014) que los medios de comunicación jamás serán nuestros aliados, y, por lo tanto, que ninguna política institucional, por sí sola, conseguirá sacar adelante nuestro proyecto. Nuestra única carta es enfrentar culturalmente al fascismo.

Ernst Bloch, en Herencia de esta época, describe asombrado cómo los nazis enviaban a sus mejores militantes a hacer campaña en las cervecerías. Así fueron ganando los corazones de Alemania.

La ofensiva de la extrema derecha española no comenzó con la fundación de Vox. Sería ridículo pensar que la extrema derecha se funda. Al contrario, quizá podamos señalar que comienza a agitarse durante la legislatura de Zapatero, como reacción al inmenso ciclo de movilizaciones que van desde la Huelga General de 2002 hasta las movilizaciones estudiantiles contra la LOU o contra la guerra en Irak, pasando por el desastre del Prestige. Tras el 11-M, la extrema derecha en alianza con el Capital, impulsó y creó medios de comunicación minoritarios que se colaron, con la complicidad del Estado, dentro del espacio radiotelevisivo público. Estas cadenas fueron poco a poco filtrando mensajes ultras hacia la derecha española, mensajes que ampliaban el margen del discurso hacia el racismo declarado, hacia la homofobia o practicaban sin rodeos ni ética la tergiversación criminalizando la protesta, y que amparaban el negacionismo del cambio climático. En lugar de quedar encerrados en ese territorio minoritario sucedió que los  grandes medios conservadores mayoritarios giraron hacia la extrema derecha y adoptaron sus formas, ya fuera por moda, por audiencia o por convencimiento. El ciclo que empezó con el 11-M terminó con una polarización social, tan solo interrumpida por la emergencia del 15M, que contribuyó a retrasar la eclosión del neofascismo en nuestro país. La extrema derecha lleva, por lo tanto, implantando su mensaje de manera masiva unos 20 años.

20 años en los que nadie daba la alarma social, excepto la minoría de siempre.

Es más, remontándonos en el tiempo, nuestra derrota cultural hiende sus raíces en la gran derrota del movimiento obrero de los años 70, la crisis del marxismo consiguiente a dicha derrota y, más tarde, su apuntalamiento por la caída de la URSS, que tuvo como consecuencia la aceptación sin reservas de la homogeneización del discurso neoliberal. En otras palabras, la imposibilidad de soñar un mundo diferente. No obstante, es necesario recordar aquí que en los años 90 y 2000 se abrieron otras líneas de confrontación cruciales para pensar el cambio político tales como los movimientos antiglobalización, insumisión, etc.

En este contexto, se impuso poco a poco el sentido común dominante en la actualidad.

7.

Por tanto, nuestra batalla no puede ser otra que cultural.

Hemos afirmado y reafirmamos que la tarea principal ante un ciclo electoral no es otra que lograr votos. Pero las políticas electoralistas no están lográndolo por ahora.

Entendemos la batalla cultural, por supuesto, no en cuanto tarea de teóricos, artistas o intelectuales, sino como transformación del sentido común actual de la gente, tarea que solo es posible si es desarrollada por nuestros militantes y simpatizantes comprometidos, y muy especialmente por aquellos y aquellas pertenecientes a la clase obrera, que deben ser la voz principal en todo esto. En consecuencia, el nuevo proyecto debe caracterizarse con claridad por el protagonismo de la militancia, y específicamente de la militancia de clase obrera, con especial atención a aquellos sectores de la clase trabajadora más explotados: los y las inmigrantes y las mujeres.

La única estrategia realista puede consistir en lo que Fidel Castro llamó la "batalla de las ideas": calle a calle, barrio a barrio, tajo a tajo, aula a aula, barra de bar a barra de bar. Y, vista la imposibilidad de acometer dicha tarea mediante los medios de comunicación, es preciso concluir que esta solo puede ser resuelta por las personas que habitan en esas calles, en esos barrios, en esos tajos, en esas aulas y en esas barras de bar.

La centralidad actual de la política de los cargos públicos debe desaparecer, o, al menos, ser reducida en la medida de nuestras posibilidades. Ciertamente, es imposible evitar, y en algunos casos es incluso deseable, la emergencia de líderes. Pero la tendencia debe de ser reforzar el protagonismo de los cuadros implicados en las tareas de "abajo": el trabajo sindical, el movimiento ecologista y feminista, el movimiento vecinal, los movimientos de voluntariado y participación social en contacto diario con los más pobres, los movimientos estudiantiles, ya sean de enseñanzas medias o universitarios, LGTBQ+, los pequeños medios de comunicación alternativos, o simplemente a las personas que impulsan diariamente con su trabajo voluntario a las organizaciones o partidos de los que forman parte, organizando pequeños eventos de 20 o 25 personas, que en apariencia no son importantes, pero que son en la práctica el único camino para la creación de un bloque capaz de confrontar al bloque dominante actual.

Es evidente que la estrategia que describimos es a 40 años vista. Es cierto. Pero partimos de más de 40 años de derrota. Por lo tanto, nuestra tarea es generacional. Un claro enemigo, como lo fue Hayek, supo ver como pocos que las tareas políticas sustanciales son aquellas que se dan a largo plazo. Escribía en 1947: "Nuestro esfuerzo no difiere de ninguna labor política, pues debe ser un esfuerzo esencialmente a largo plazo, preocupado no tanto por lo que sea viable en este instante, sino por las creencias que deben cobrar preponderancia".

Es probable que esta estrategia no redunde excesivamente en los resultados electorales a corto plazo. Pero de lo que no tenemos ninguna duda es de que dichos resultados no serán beneficiados por las actuales políticas antidemocráticas y elitistas que rigen la izquierda. Lo cual significa que dichas prácticas no ayudan al combate contra Vox a corto plazo, tampoco en las instituciones. En el escenario más que factible de un gobierno estatal futuro PP-Vox, nos situaríamos en un marco general de posible movilización social y segura represión política. Desembocar en este escenario desde la actual descomposición de la izquierda y desmovilización de las bases supone afrontar el vacío sin las herramientas necesarias. Por tanto, es urgente "hacer músculo" y recomponernos organizativamente desde abajo. Acceder a ese posible escenario desde nuestro actual clima de desconfianza, ausencia de democracia interna y desilusión, solo retrasará la efectividad de la etapa de movilización en la que, con gran probabilidad, entraremos.

Pero, ante todo, las prácticas cupulares y antidemocráticas son un escollo que debe ser eliminado para la gran tarea a largo plazo, la única realista y posible en el mundo material: el cambio de las conciencias de nuestra sociedad.

Hasta ahora hemos explorado la vía de la moderación, y hemos comprobado los resultados.

Es hora, pues, de probar algo nuevo.

NOTAS

[1] Fuente: Barómetro de Primavera 2017 de la Asociación Profesional de Sociología de Castilla y León (SOCYL). https://www.socyl.es/barometro-primavera-2017/

[2] Fuente: Ángel Martín Gómez, A., Sánchez-Sierra Ramos, M., Gómez Rodilla, I. y Huete García, A. (2022). Barómetro SOCYL. Cinco años de opinión pública en Castilla y León 2016-2020. SOCYL. https://www.socyl.es/barometro-socyl-2016-2020/

[3] De 100.362 votos por separado en 2019, a 61.290 juntos en 2022.

[4] Exceptuando en el periodo 1995-1999, en plena era dorada del Anguitismo, cuando se obtuvieron 5 Procuradores. Por lo demás, la cifra de representación de IU en las Cortes de Castilla y León han oscilado entre 0 y 1, siendo una fuerza extraparlamentaria durante buena parte de la democracia.

[5] Si en 2015, Izquierda Unida-Equo obtuvo  en solitario -y compitiendo con Podemos al alza- obtuvo 56.133 votos en Castilla y León, ahora en 2022 Unidas Podemos obtuvo 61.290.

[6] Fuente: Informe aprobado en la Coordinadora Federal de Izquierda Unida, del 29 de enero de 2022, p. 4.

[7] Recomendamos la lectura, en este aspecto, de los análisis de José Antonio Noguera o Manuel Aguilar Hendrickson, entre otros. También, por supuesto, los siempre interesantes y rigurosos estudios del Informe FOESSA.

[8] Para un análisis profundo y solvente del sorteo como mecanismo democrático de distribución de capital cultural político y deliberación, recomendamos los sugerentes trabajos de José Luis Moreno Pestaña.

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