Otras miradas

Estados Unidos, el beneficiario de la guerra

Manu Pineda

Eurodiputado por Unidas Podemos

Estados Unidos, el beneficiario de la guerra
Joe Biden aterrizando en Bruselas el pasado miércoles.- Nicolas Maeterlinck / BELGA / dpa

De nuevo, los intereses millonarios y el beneficio económico han movilizado a Estados Unidos para lucrarse de otra guerra. Esta semana recibimos en Bruselas a Joe Biden, invitado durante el Consejo Europeo para poder indicar las líneas a seguir, lo que no hace más que evidenciar la subordinación política de la Unión Europea a los EE.UU. acabando con la fantasía de una UE independiente. Estados Unidos es el gran beneficiado de esta guerra, y se va a lucrar, principalmente, en tres sectores, empezando por el armamentístico, continuando por el energético y pasando por el primario.

La industria armamentística es el principal ganador de esta guerra. Trump ya reclamó a la OTAN que sus miembros incrementasen el gasto en defensa por encima del 2% del PIB, algo en lo que su Secretario General, Jens Stoltenberg ha incidido tras el ataque e invasión de la Federación Rusia a Ucrania. Eso supondría que España tendría que aumentar en un 80% su gasto militar para favorecer una maquinaria de guerra al servicio de los intereses norteamericanos. Es destacable el hecho de que 47 miembros de los que aplaudían a Zelenski tras su intervención en el Congreso de Estados Unidos tienen acciones en la industria militar.

La Unión Europea anunció que compraría y entregaría 450 millones de euros de los Fondos de Apoyo a la Paz para armas a Ucrania, mientras que EE.UU. ha prometido 350 millones de dólares en ayuda militar que se suman a las más de 90 toneladas de suministros militares y 650 millones de dólares sólo en el último año. Alemania ha decidido gastar más de 100.000 millones de euros en su ejército, algo especialmente significativo. No olvidemos que Alemania adquirió un compromiso con el pacifismo tras la Segunda Guerra Mundial y que este hecho supone un cambio de rumbo muy peligroso para el conjunto de los pueblos de Europa. La Unión, que nació tras la lucha contra el fascismo en Europa y bajo los principios de paz, soberanía y derechos humanos, ahora pretende unirse bajo una alianza militar, que nos conduce irremediablemente a ser parte activa del horror de la guerra. Con esta política, renunciamos de facto a ser una potencia con una política autónoma, garante de la paz y de los derechos humanos.

Cada nuevo conflicto, desde Iraq a Afganistán, pasando por Yemen y Palestina, ha ofrecido nuevos "clientes" a los fabricantes de armas estadounidenses y es Estados Unidos quien se encarga de mantener la prosperidad de esta industria. Desde la Unión Europea no podemos tolerar que se dispare el gasto en defensa para enriquecer a contratistas e intermediarios, dejando por el camino conflictos sangrientos que truncan la vida y el futuro de los pueblos.

El sector energético estadounidense se coloca como siguiente beneficiario de la guerra, sobre todo porque le permite abrir su mercado en nuestro territorio y le ofrece la supremacía como gestor de recursos: cambiamos la dependencia del gas ruso por el gas estadounidense. Tras el estallido de la guerra, el debate europeo sobre el mercado de la energía se instala en bloquear la dependencia del gas ruso. Este debate se ha planteado de un modo interesado por EE.UU., puesto que la alternativa energética para suplir las demandas del consumo actual europeo proviene del gas licuado y extraído mediante fracking de los Estados Unidos. Esta opción no solo encarece exponencialmente la energía de los ciudadanos, sino que provoca una huella medioambiental muchísimo mayor.

Según los datos de la Asociación Gasindustrial, el precio del GNL (Gas Natural Licuado) que llega desde Estados Unidos a España se paga un 40% más caro que el que se recibe desde Rusia. Concretamente, el gas estadounidense costó de media 53,88 euros/ MWh mientras que el proveniente de Rusia lo hizo a 38,42 euros/ MWh. Por otra parte, la extracción de gas a través del fracking ha sido criticada desde Europa y varios estados miembro, como Alemania, Francia y Reino Unido previo al Brexit lo decidieron prohibir en sus tierras. Sin embargo, desde tiempos del gobierno de Barack Obama y con Biden como vicepresidente, Estados Unidos ha promovido el fracking en su territorio y ha diseñado una estrategia comercial que ha obligado a la UE a aumentar y acelerar la construcción de nuevas plantas de regasificación, necesarias para descargar sus metaneros de GNL e inyectarlos a las redes de transporte y distribución del sistema gasista europeo.

La guerra y el actual debate sobre la independencia del gas ruso europeo sitúan a Estados Unidos como la mejor alternativa, crea una nueva dependencia y genera un nuevo y copioso flujo de ingresos al oligopolio energético estadounidense, dejando además unas facturas más altas al ciudadano europeo y al planeta, nuevamente, le sitúa fuera de la ecuación. La UE debería buscar fuentes energéticas renovables, tendiendo a descartar las fósiles, poniendo en el centro al medio ambiente y el cuidado al planeta que vamos a dejar a las futuras generaciones. Sin embargo, lejos de eso, lo que está haciendo es ponerse una vez más al servicio de Estados Unidos, incluso suponiendo un empobrecimiento de la ciudadanía de los estados miembros de la propia UE.

Biden, en esta visita en la que se va a hablar de la guerra de Ucrania, solo representa los intereses de las élites globales, de su sector energético y pone de manifiesto el rechazo al compromiso con el medio ambiente y la agenda social. Lo que interesa es asegurar que el gas estadounidense tiene las puertas del mercado abierto, bloqueando una fuente más barata y activando, todavía más, su apuesta por el fracking.

Por otra parte, el sector primario se está viendo afectado por la guerra, ya que el mercado de cereales como el trigo y el maíz se disputa en este conflicto. Esta guerra se libra entre los dos mayores productores y exportadores mundiales de trigo. Entre ambos, suman normalmente el 25% de las exportaciones. ¿Y quién es el segundo productor mundial de trigo?  Efectivamente, Estados Unidos. En el caso del maíz, Ucrania es el segundo proveedor mundial para España, y uno de los principales para la UE.

Por ello, esta situación está favoreciendo a aquellos países, grandes productores y que cuentan con tierra disponible, como Estados Unidos o Canadá, cuyo Primer Ministro también ha sido invitado al Pleno del Parlamento Europeo celebrado esta semana en Bruselas. Ninguno de los dos países quiere cerrarse a esta nueva oportunidad que va a engrosar sus arcas y los bolsillos de sus empresas, por lo que se espera un aumento de la superficie dedicada al trigo, al maíz y a la soja en ambos países a lo largo de esta primavera, como ya han destacado entidades financieras que especulan en el mercado de las materias primas.

En este contexto, la visita de Biden es, nuevamente, comercial: ofrecer sus productos ante una Europa necesitada, que va a tener dificultades para producir debido al alza del precio de los fertilizantes y las dificultades para importar potasio de Rusia y Bielorrusia, y que se ha quedado sin dos importantes proveedores. Biden viene como representante y lobista de las empresas norteamericanas, para garantizar que sus representados sean los grandes beneficiados de una guerra que, una vez más, se lleva a cabo lejos de territorio norteamericano. A los representantes de la UE les ha tocado el papel, que parece que asumen gustosos, de implementar las instrucciones que les traslada el inquilino de la Casa Blanca. Los pueblos europeos, de nuevo, son quienes pagan las consecuencias de esta subordinación de sus representantes a los dictados, aunque, siempre nos queda la opción de seguir la recomendación del Alto Representante Borrell y no poner la calefacción.

Hablar de independencia de la UE en este contexto solo puede ser considerado una mala broma o una tomadura de pelo ya que sus representantes han optado una vez más por entregarse a los intereses económicos y geoestratégicos de Estados Unidos. Construir paz es incompatible con expandir una maquinaria de guerra como es la OTAN. Por ello, me gustaría apelar, hoy más que nunca, a la Carta de las Naciones Unidas para recordar la necesidad de hablar desde la paz y el entendimiento: "Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles,(...). Y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos".

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