Durante la década de los 90 del siglo pasado, California implantó un cambio en el sistema de suministro eléctrico con el fin de crear mercados de electricidad separando las actividades de producción y comercialización de las de transporte y distribución. Apenas unos años más tarde, en 2000 y 2001 se sucedieron en California una serie de apagones que obligaron incluso a declarar el estado de emergencia. Analizado el problema de esos apagones se demostró que Enron, la principal eléctrica en California, había creado puntas de demanda falsas y manipulando las importaciones de electricidad para subir los precios. El escandalo fue tal que en 2003 el Gobernador de California Gray Davis fue sustituido por Arnold Schwarzenegger, mediante un referéndum revocatorio que se había convocado alegando precisamente los apagones que había provocado la manipulación del nuevo sistema.
A pesar del precedente, ese mismo año, con la Directiva 2003/54/CE, la Unión Europea puso en marcha un mercado eléctrico similar al fracasado en California, generando en los años siguientes un entramado institucional y normativo totalmente opaco de proporciones descomunales. Dicho entramado en España incluye: un organismo regulador (la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia), un organismo gestor técnico del sistema (Red Eléctrica Española), un operador del mercado mayorista diario OMIE, un operador del mercado mayorista a plazo (OMIP), un gestor de subastas no diarias (OMEL diversificación), una cámara de compensación (OMIclear) y un operador del mercado mayorista de gas (MIBGAS). Además, en el precio de la luz se incluyen 13 conceptos de pago, sin incluir impuestos, y nada más que para organizar el mercado mayorista existen: un mercado diario, un mercado intradiario de subastas y otro contínuo, cinco seudo-mercados, para ajustar la producción a la demanda de cada instante, y un mercado a plazo. Y a todo esto hay que sumar miles de páginas de normativas europeas y nacionales. Me pregunto dónde han estado los liberales defensores de la simplificación administrativa durante estos años, supongo que les cogería de vacaciones.
Pues bien, el pasado día 11 de marzo, tras una escalada de precios de la electricidad sin precedentes, el Consejo de Europa decidió iniciar el fin de esa entelequia que jamás debió existir, aunque los liberales de la Unión Europea se empeñan en mantenerla a pesar de haberla construido sobre una mentira y un error económico de principiantes. Comencemos pues con la mentira: "es mentira que sea posible crear un mercado eléctrico competitivo".
Desde los años 80 del siglo pasado los economistas liberales venían sosteniendo que era posible introducir competencia en el sector eléctrico separando generación (producción) y comercialización. Según su teoría, si se separaba la producción de la comercialización se crearía un mercado competitivo mayorista, con una oferta y una demanda que producirían un precio competitivo. Dicho precio sumado al coste del transporte daría lugar a un precio minorista también de mercado competitivo. Sin embargo, esta teoría liberal es una mentira, una falacia, ya que es imposible separar la demanda minorista de la demanda mayorista y a su vez la demanda mayorista de la oferta mayorista, lo que hace que no pueda existir el mercado mayorista.
Me explico. La electricidad es un producto de consumo instantáneo y de suministro obligatorio. No hay demandantes que decidan si compran más o menos según el precio sea más bajo o más alto, lo que hay son consumidores que cuando dan a un interruptor se enciende una luz y consumen. Eso implica que las comercializadoras tienen que suministrar cualquier cantidad de electricidad consumida, sea cual sea el precio. De ahí deriva que la demanda mayorista sea igual a demanda minorista en cada instante y que ninguna de las dos sea estrictamente una demanda, puesto que no dependen del precio. Lo que los liberales llaman demanda es en realidad consumo.
Por otra parte, dado que la electricidad no se almacena, para mantener el suministro el sistema tiene la obligación de generar cualquier cantidad de electricidad necesaria, sea cual sea el coste. Por tanto, tampoco los productores pueden variar su oferta según el precio, producen lo que es necesario en cada instante y esa producción tiene un coste. No estamos pues ante un mercado con oferta o demanda, sino que estamos ante un sistema de producción que hay que optimizar.
Esta conclusión es muy importante desde el punto de vista económico ya que, como no hay demanda ni oferta que varíe con el precio, satisfacer las necesidades eléctricas no es un problema de mercado. Por el contrario, es un problema de organización eficiente de la producción, lo que los economistas definimos como optimización económica y los matemáticos llaman programación matemática. Hago aquí un paréntesis para citar una curiosidad que la mayoría de lectores no conocerán, uno de los economistas que desarrolló la teoría de la optimización económica es el matemático y economista Leonid Kantoróvich, el único Premio Nobel de economía comunista y residente en la Unión Soviética en el momento de recibir el premio en 1975.
Pues bien, en este tipo de problemas lo que existe es un agente, un planificador, que debe organizar la producción minimizando los costes y atendiendo a unas restricciones técnicas y/o económicas. En el caso de la electricidad las principales restricciones son mantener la tensión de la red en todos sus puntos, la capacidad generadora instalada en cada territorio y limitar las emisiones contaminantes. Cuando el planificador resuelve el problema de optimización determina el coste de la producción óptima que se financiará fijando un precio de suministro. Es en este punto donde aparece el problema. Si ese planificador es privado, estaremos ante lo que se conoce como un monopolista y su objetivo será fijar precios que le permitan obtener los máximos beneficios. Por el contrario, si ese planificador es público, el objetivo será definir un precio que cubra el coste total para maximizar el bienestar de los consumidores.
Y qué es lo que ha hecho la UE ¿optar por uno privado o por uno público? Empujada por los liberales, lo que ha hecho la UE es privatizar el sistema, haciéndonos creer que es un problema de mercado y no uno de optimización y ha creado un entramado normativo e institucional para justificarlo. Las empresas eléctricas han creado comercializadoras, con lo que se venden y se compran ellas mismas la electricidad, y lo hacen en unos mercados que gestionan las OMIs, de las que también son propietarias las eléctricas. Es decir, la UE ha creado un falso mercado que permite a las eléctricas actuar como un cartel, como si fueran un monopolista, lo que hace posible que manipulen los precios para maximizar sus beneficios, como ha ocurrido en las últimas semanas.
Han sido estas semanas las que han hecho evidente que el mercado eléctrico europeo es una falacia manipulable y que es imprescindible que Europa vuelva lo más rápido posible a un sistema de suministro eléctrico que se entienda como lo que es, un problema de optimización y no un negocio de mercado. Para ello el paso siguiente es acabar con el error de fijar el precio según el coste marginal, pero de ese error nos ocuparemos en el próximo artículo.
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