Otras miradas

Ansiedad climática: hay que romper el ciclo

Alicia Pajón

Coordinadora de Alianza Verde en Asturias.

Ansiedad climática: hay que romper el ciclo
Un bombero trabaja en la extinción del incendio en la Sierra Culebra , a 16 de junio de 2022, en Zamora, Castilla y León, (España). EUROPA PRESS

Para mí el día fue el 12 de diciembre de 2015. Abrí los periódicos al volver de la universidad y leí la decepción con la que activistas y expertas recibían el Acuerdo de París que salía de la cumbre del clima. No era la primera vez que se me anudaba el estómago con los desastrosos presagios ante el cambio climático, pero sí la primera vez que pensé: "a lo mejor no lo conseguimos".

Empecé a preguntarme muchas cosas. Me preguntaba cómo sería el mundo en 2050, cuando yo seré más joven de lo que lo son ahora mis padres. Me preguntaba cómo se desarrolla un proyecto de vida cuando tu casa está, literalmente, en llamas. Y sobre todo me pregunté: ¿y ahora qué?

Vi ese miedo en quienes me rodean. Lo vi en las miles de personas que se echaron a las calles con el movimiento Fridays for Future y que recordaban sin paliativos a quienes mandan que no estaban intentándolo lo suficiente, que nos estaban fallando. Y de repente te reconoces. Te reconoces en todas esas pancartas que piden acción y que gritan que no hay otro planeta al que ir.

Lees al respecto. Asumes que eres parte del problema y tratas de cambiar tu manera de enfrentarte a la vorágine consumista. A lo mejor dejas de comprar fast fashion, posiblemente intentes no viajar en avión, quizás incluso te hagas vegetariano o vegano. Vas al supermercado con una bolsa de tela y eres muy escrupulosa a la hora de escoger los productos con menos plástico. Y eso te hace sentirte mejor. Pero, a pesar de todos los esfuerzos, abres un periódico y los titulares solo han empeorado.

En este punto es posible que quienes te rodean te recuerden que te estás obsesionando. Que hay grandes compañías que contaminan más en un día que lo que lo harás tú en toda tu vida. Reconoces que tienen parte de razón.

Ya dijo Jorge Riechmann que el cambio climático es el síntoma, pero que la enfermedad es el capitalismo. Exactamente así me sentí al leer titulares catastrofistas, que siguen repitiéndose, y que informan que cada vez tenemos menos margen de maniobra para sobrevivir en este planeta. Se sentía como un diagnóstico de una enfermedad terminal. Pero, a lo mejor, la enfermedad no es la ansiedad, sino que es otro síntoma de ese monstruo que es el capitalismo. Y este síntoma en concreto nos ha llevado a poner el peso sobre los hombros individuales sin recordar que los grandes cambios solo vienen con la acción colectiva. Otra victoria de la enfermedad del capitalismo.

La ansiedad es un monstruo de muchas cabezas, que pocas veces se va del todo. Es alarmante el número de personas que reconocen sufrir psicológicamente por los pronósticos ante el cambio climático. Estos últimos años, cuando se acerca el verano, la ansiedad climática se agudiza. Estamos estos días en la ola de calor más fuerte en junio de los últimos veinte años, y como siempre que suceden fenómenos extremos, siempre hay quien recuerda que la continua escalada de temperatura no es algo arbitrario, sino que tiene causas, y que las conocemos hace mucho.

Cada vez somos más las personas en este punto, con esta sensación de ir cuesta abajo y sin visos de frenar. Así que, llegadas a este punto, el siguiente paso a dar parece claro: hay que romper el ciclo. Es necesario cambiar el modelo productivo y de consumo que nos está llevando a un punto de no retorno. Necesitamos modelos de vida decrecentistas y no basados en el consumo. Las soluciones tienen que ser rápidas, valientes, drásticas y para todas. Y eso solo se consigue de un modo, legislando. Solo con espacios ecologistas valientes podemos estar a la altura de lo que los tiempos exigen. Un país que encadena una ola de calor tras otra no puede esperar.

La historia nos ha enseñado que lo que una no puede hacer sola seguramente encuentre modos de hacerlo en común. Nos necesitamos todas, juntas, pensando y buscando alternativas. Necesitamos redes de cuidados que nos ayuden a enfrentarnos a esta situación y no caer en la desesperación. Necesitamos a nuestras amigas y a nuestras familias cerca. Y necesitamos ponernos ya manos a la obra. Luchar, militar y asociarnos. Porque los cambios de modelo en nuestro estilo de vida van a llegar. Los recursos son limitados y ya podemos ver que es necesario diseñar nuevas estrategias de consumo. Pero nos falta decidir cómo van a ser esos cambios y quiénes van a ser las personas encargadas de tomar las decisiones. Y una vez cada una sepa en qué lado se posiciona, solo queda ponerse manos a la obra, porque lo tenemos todo por perder.

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