Otras miradas

¿Qué es ser pobre en España?

Marta Nebot

¿Qué es ser pobre en España?
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y el nuevo vicepresidente Enrique Ossorio.
Alberto Ortega / Europa Press

No todos los pobres son iguales. La pobreza en Europa es menos pobre que la pobreza de otras partes. Negarlo es tan ridículo como pretender que aceptarlo es reconocer que aquí no hay pobres.

Enrique Ossorio, el nuevo vicepresidente de la Comunidad de Madrid, es un negacionista de la pobreza de esta comunidad. Como ya hizo en 2014 Cristóbal Montoro, entonces ministro de Hacienda, niega hasta los informes de su iglesia.

Hace apenas tres meses, cuando Cáritas publicó su estudio anual sobre la pobreza y la exclusión social en España y la Comunidad Autónoma de Madrid salió mal en la foto, protagonizó una escena que parecía sacada de una película de García Berlanga. "Esto es un error", dijo el entonces solo consejero de Educación y portavoz del Ejecutivo. "Insisto, que me encanta que existan estos informes, pero que sean más objetivos [...] Si uno sale a la calle y le dicen que hay tres millones de pobres... pues, ¿por dónde estarán?". Y se puso a mirar hacia el suelo, desde su atril, a izquierda y a derecha, entre los pies de los atónitos periodistas, simulando una búsqueda de pobres por los rincones de la sala de prensa en la que intervenía.

El informe de FOESSA, la fundación de Cáritas (la organización de la Iglesia Católica de asistencia social que trata con la pobreza todos los días) no habla de tres millones de madrileños pobres, como afirmaba el consejero, sino de 1,5 millones, del 22% de la población, de más de uno de cada cinco castizos, de cinco puntos más que hace cuatro años, de 813.000 en exclusión severa, de que Madrid –la comunidad más rica de España– ha vuelto a los niveles de pobreza de 2008.

Estos datos se sumaban a los del Banco de Alimentos, a los de Cruz Roja y al índice AROPE, el de Eurostat (la oficina europea de estadística), que marcó un 20,9% de exclusión social madrileña en 2020, 1,4 millones de pobres.

Ninguna de estas organizaciones es sospechosa de bolchevique y sus conclusiones coinciden: Ossorio no ve pobres porque a lo que estas organizaciones llaman así, él no los llama de esa manera.

Los índices de pobreza y exclusión hace tiempo que en Europa no miden solo las rentas. El informe de FOESSA tiene en cuenta 36 indicadores de exclusión social. El índice AROPE (At Risk of Poverty and/or Exclusión, en inglés), ERPE (En Riesgo de Pobreza y/o Exclusión, en castellano), el adoptado por toda la Unión Europea, mide el porcentaje de la población que no puede pagar al menos tres de los siguientes nueve artículos: su alquiler, hipoteca o facturas de servicios públicos; su calefacción mínima; gastos inesperados; comer carne o proteínas regularmente; irse de vacaciones; un televisor; una lavadora; un coche y un teléfono.

La tasa de privación material grave se define como la incapacidad forzosa para pagar al menos cuatro de los conceptos mencionados. El cálculo de este indicador requiere que se siga a los individuos durante cuatro años.

Siendo justos, en un primer vistazo, podrían no parecernos pobres quienes no tienen televisor, lavadora, coche y teléfono, combinando los cuatro conceptos presuntamente menos necesarios. Pero, si se piensa un poco más, se llega pronto a la conclusión de que solo los anacoretas iluminados son capaces de vivir sin ellos sin sentirse excluidos, sin estar completamente fuera de la sociedad en la que vivimos.

Ya hace mucho que la pobreza en Europa se mide en términos de desigualdad, de quién está dentro y quién fuera de la sociedad y aquí hay muchísimos que están fuera aunque, como tú y como yo y como Ossorio, hagan desayuno, almuerzo, merienda y cena y tengan un techo. La cuestión es qué comen en cada una de esas comidas, cómo son sus casas y si pueden pagarlas, si pasan frío o pueden o no encender las luces, si es un problema insalvable que el niño se tenga que poner gafas o que alguien de la familia necesite imperiosamente sacarse una muela. Se trata de la pobreza como desigualdad no solo como indigencia.

Sin embargo, para la derecha negacionista de nuestra pobreza y para muchos otros –incluidos algunos de los contabilizados en estos informes– el pobre solo es el indigente, el malnutrido, el moribundo, el que registra en la basura, ése para el que la caridad cristiana es insoslayable. A lo Santa Teresa de Calcuta muchos creen que los pobres son aquellos a los que hay que darles muertes/pobrezas dignas, pero no salvarles. Santa Teresa construyó refugios limpitos para moribundos en la India. Les atendía hasta que fallecían rodeados de cariño y sin ningún médico que pudiera impedir esas muertes.

Una vez más, se trata de enmascarar la injusticia social, de ocuparse solo lo justo para acallar conciencias, de no revertir la desigualdad; caricias en el lomo cuando han caído, en vez de manos que impidan que caigan o que les posibiliten levantarse. Caridad sí, justicia social no.

Seamos conscientes de que se nos ha quedado pegada al inconsciente esa definición católica y vieja de la pobreza que solo se reconoce cuando es extrema.

Pobres los pobres de Madrid a los que han puesto un vicepresidente que solo ve pobres en otras partes. Más pobres todavía los pobres que no quieren considerarse como tales, que no creen en la redistribución como derecho, que no luchan por tener derecho a ser sostenidos por una sociedad tan opulenta. Y pobre también la sociedad madrileña y el pueblo de Madrid, que no va a ser menos desigual si mantiene en su gobierno a quienes vienen aumentando su desigualdad desde 1995 y siguen diciendo que aquí no hay pobres.

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