El debate sobre el Estado de la Nación ha vuelto a deparar el enésimo giro estratégico de Pedro Sánchez. El Presidente del Gobierno realizó una intervención y propuso una serie de medidas que se enmarcan en el giro a la izquierda que sus socios de Gobierno, la mayor parte de las formaciones que dan apoyo parlamentario al Ejecutivo y los principales sindicatos del país le pedían. Sánchez ha insistido en la idea de que su Gobierno afrontará la crisis económica provocada por la inflación y por las consecuencias económicas de la guerra del mismo modo que la crisis provocada por la pandemia del coronavirus: protegiendo a la mayoría social. Sánchez contrapone así un modelo de gestión de la crisis más intervencionista y redistributivo que se aleja del modelo que aplicó el PP en 2012 basado en la devaluación salarial y los recortes de gasto público.
Entre las promesas de Sánchez, destacan la bonificación del transporte ferroviario, las ayudas mensuales de 100 euros a alumnos mayores de 16 años becados, pero, sobre todo, la apuesta por gravar fiscalmente los beneficios de dos de los sectores productivos que más se están beneficiando de la dinámica inflacionaria que estamos viviendo: el energético y el bancario. Estas medidas se suman al decreto para paliar las consecuencias de la guerra de Ucrania que se aprobó hace justo dos semanas. Ambas cosas indican un giro consciente del Presidente hacía una política más redistributiva y acorde con el momento económico que el incremento constante de los precios está provocando.
Tres cuestiones podrían explicar el giro a la izquierda de Sánchez en este debate del Estado de la Nación: dos de ellas están claramente vinculadas a la dinámica de competición política en la que los socialistas están inmersos y la otra se vincula al conflicto distributivo que subyace al incremento de precios. Analicemos estas razones una a una:
En primer lugar, es necesario analizar los últimos movimientos del presidente y del PSOE. En los últimos meses, el presidente había optado por la moderación política y ha intentado destacar su perfil más vinculado a la política internacional para reforzar su posición de hombre de Estado. El giro respecto del Sáhara, la defensa del incremento del gasto militar, sus declaraciones sobre la tragedia de Melilla o su protagonismo en la cumbre de la OTAN son una muestra de ello. Esta vía moderada se confirma además cuando se analizan las negociaciones entre ambas partes del gobierno a nivel de políticas económicas y sociales, que se han ido recrudecido debido a que la parte socialista del ejecutivo ha frenado muchos de los compromisos que se construyeron en el acuerdo de coalición y frena una reforma fiscal o del mercado del alquiler. Esta apuesta centrista de Sánchez se produce desde algo antes de las elecciones de Madrid. Los socialistas creyeron que un PSOE que transmitiera una imagen más moderada, centrada y responsable podría convencer a algunos segmentos de votantes de C’s en su huida del partido naranja hacia otras opciones políticas.
Sin embargo, esta hipótesis se ha demostrado falsa y además Feijóo tapona cualquier opción que tengan los socialistas de competir por ser mayoritarios entre los votantes centristas. Sánchez parece olvidar que para gran parte de estos votantes el haber pactado con UP y los independentistas vascos y catalanes es un anatema. Ante esta opción, el presidente sabe que la supervivencia electoral de su formación política y del ejecutivo que preside pasa por movilizar a la coalición de votantes que aupó al PSOE y UP en 2019. Además, el conflicto distributivo que es la inflación obliga a Sánchez a materializar y concretar con medidas sociales y económicas de calado la salida diferente que ofrece su gobierno.
La segunda razón explicativa del giro a la izquierda es que, además, Sánchez se enfrenta a un nuevo competidor a su izquierda. La presentación de la plataforma Sumar de Yolanda Díaz el pasado viernes 8 de julio puede significar una reorganización importante del espacio a la izquierda del PSOE. El recuerdo de 2015 y 2016 hace temer a los socialistas lo que es tener una opción competitiva en su mismo bloque ideológico y el daño que esta puede hacerles. Díaz, la política mejor valorada en el último año y una de las pocas ministras que aprueba, es un liderazgo que convence a una parte de votantes del PSOE que la valoran con una nota similar a la del presidente y que incluso cerca de un 10% de media en los últimos meses la prefieren como presidenta. Pero no es solo el daño directo que Díaz pueda hacer a los socialistas a nivel de transferencias de voto, es que la vicepresidenta segunda del gobierno puede reactivar a las bases del espacio del cambio y aglutinar a una serie de actores políticos que actualmente van por separado en una misma candidatura. Sánchez podía permitirse una estrategia más centrista ante una Unidas Podemos en claro deterioro electoral, con una marca profundamente desgastada y descapitalizada a nivel de liderazgos, pero no contra una candidatura que pueda reactivar y re ilusionar a la izquierda y que sea competitiva contra los socialistas. Retener a su electorado más de izquierdas es una obligación para el presidente si quiere articular una coalición de votantes lo suficientemente amplia para ganar al PP.
La tercera y última razón que puede explicar el giro del presidente se relaciona con la gestión de las consecuencias económicas y sociales de la inflación. Más allá de las razones económicas de la subida de precios a la que estamos asistiendo, detrás de ella se produce un duro conflicto entre el mundo del trabajo y el mundo del capital. La inflación está articulando un conflicto distributivo sobre quien asume los costes de una subida de precios que ya alcanza el 10,6% respecto del año pasado. Por un lado, en este conflicto, encontramos a una mayoría social que está perdiendo poder adquisitivo y unas grandes empresas y sus propietarios y accionistas que están obteniendo beneficios históricos, especialmente en los sectores energéticos y financieros. Si Sánchez quiere materializar y dar coherencia a su discurso de que la salida a esta crisis será similar a la del coronavirus y que se protegerá a la mayoría social tiene que intervenir en este conflicto y hacerlo en beneficio de aquellos que más están sufriendo sus efectos. El giro a la izquierda debe materializarse con medidas de justicia social y que hagan pagar a quien más quiere. La mayoría social necesita ver que no son ellos únicamente los que van a pagar la fiesta. En esta necesidad se inscriben los impuestos a eléctricas y banca: mostrar que este Gobierno está con la mayoría.
El presidente, queda claro, necesitaba un nuevo impulso para salir de la dinámica negativa en la que se encuentran su partido y él. El debate sobre el Estado de la Nación, tal y como escribía el expresidente Zapatero en estas mismas páginas, sirve para mostrar quien tiene la iniciativa política y en este caso queda claro que es el presidente el que parece haberla recuperado después de unos meses en los que la elección de Feijóo parecía noquear a Sánchez. El giro a la izquierda sirvió para recoser las heridas que estos meses han podido causar entre los socios de gobierno y facilitar el entendimiento con la mayoría parlamentaria de izquierdas y plurinacional. Además, ha dejado al PP fuera de juego: los de Feijóo volvieron a agitar el fantasma de ETA y tendrán dificultades para posicionarse en contra de unas medidas que están destinadas a repartir los costes sociales y económicos de la inflación de una manera más justa.
En definitiva, la vía centrista estaba taponada por diversas razones y Sánchez no tenía más opción que virar hacía el otro lado, presionado por factores políticos y económicos. Ante esta situación, el presidente hace, como siempre, de la necesidad virtud y se aferra al mantra al que lleva años aferrado: resistir es vencer. Sánchez es un liderazgo maleable por las circunstancias y en este contexto sabe que necesita a la izquierda social, política y cultural de este país para ganar. El giro a la izquierda es necesario para resistir políticamente. Sánchez tiene que reactivar a la izquierda política con una batería de propuestas, medidas y proyectos ambiciosos y arriesgados que den una razón a los votantes progresistas para acudir a las urnas en 2023. En las próximas semanas veremos si son suficientes o si el bloque progresista aún necesita que el presidente gire más a la izquierda, aunque sea por pura y simple necesidad.
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