Otras miradas

Convertir a los ultras en celebrities

Miquel Ramos

El vicepresidente de Castilla y León y dirigente de Vox, Juan García-Gallardo, durante su participación en el programa 'MasterChef'. — TVE
El vicepresidente de Castilla y León y dirigente de Vox, Juan García-Gallardo, durante su participación en el programa 'MasterChef'. — TVE

La perdiz estaba bastante buena, pero le fallaba algo al puré, que estaba un poquito amargo. Juan García-Gallardo, miembro del partido ultraderechista Vox y actual vicepresidente de Castilla y León, degustaba los platos que varios concursantes de Masterchef Celebrities, habían cocinado con productos locales. Es uno de los programas estrella de la televisión pública española, presentado por Samantha Vallejo-Nágera, nieta del Mengele español, el médico de Franco que buscaba el ‘gen rojo’ en el ADN de los republicanos prisioneros tras triunfar el golpe de Estado de Franco.

"Hoy he hecho público mi perfil de Twitter. Mi último follower es una puta, o eso parece", decía el vicepresidente, el jurado de Masterchef, al estrenarse en la red social en 2011. Su rastro en las redes sociales está trufado de perlas. Pedía ‘heterosexualizar’ el futbol porque estaba lleno de maricones. Y llamaba ‘experta en penes’, podemita, lesbiana y feminazi a Sonia Vivas. Pero eso no impide que sepa juzgar un buen plato de perdices en un concurso de la televisión pública.

Esta semana, lejos de las cámaras y de las mesas repletas de comida en los jardines de la Granja de San Ildefonso, el concejal de Zaragoza en Común y Secretario Político del Partido Comunista de España en Aragón, Alberto Cubero, se enfrenta a un juicio en el que le piden varios años de cárcel y varios miles de euros de multa por apoyar unas protestas contra la extrema derecha. "En política fiscal y en política económica se les cae la careta, y luego les pasa lo que les pasa, que van a Vallecas y los reciben como los reciben (...) ojalá les pase lo que les pasó en Vallecas en toda España", dijo el concejal en el pleno. Se refería a la gran concentración antifascista que protestó contra un mitin de Vox en una plaza del popular barrio madrileño, y que terminó con cargas policiales.

El partido ultraderechista acusa a Cubero delito de odio e incitación al delito por estas palabras. Pretenden, una vez más, darle la vuelta a esta legislación pensada para proteger a los colectivos vulnerables víctimas habituales de los discursos y agresiones motivadas por odio, y presentarse ellos como víctimas. Sin embargo, en aquella protesta de Vallecas no hubo delito alguno contra Vox. Así lo determinó el juzgado de instrucción nº8 de Madrid el pasado mes de junio ante la denuncia del partido ultra. Ni delitos de odio, ni prevaricación, ni omisión de perseguir delitos, ni lesiones, ni daños, ni delito en acto electoral. Así se dio carpetazo al tema, a pesar de que los manifestantes detenidos por supuesto atentado contra la autoridad en la cuestionada actuación policial aquel día tuvieron luego que soportar su exhibición en los medios como si fuesen trofeos, con nombres y apellidos y con informaciones directas de la Brigada de Información de la policía a sus periodistas de cloaca habituales. No recuerdo haber visto a Alberto ni a ninguno de estos chavales en un informativo de la televisión pública española contando su caso.

Mientras la televisión pública mostraba al ultraderechista comiendo como un rey literalmente en un palacio, la ex vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Memoria Democrática, Carmen Calvo, aseguraba en una tertulia radiofónica que ‘los españoles somos fundamentalmente anarquistas’. Según ella, España ‘no es ni republicana ni monárquica, porque ha tenido muy malas experiencias en las dos formas’. Ministra de memoria democrática, ojo, del mismo partido de Gobierno que al día siguiente tumbaba, con el apoyo de Vox y PP, las comisiones de investigación sobre la cloaca policial y la masacre de Melilla. El mismo día que se anunciaba la compra de 60.000 balas de goma para los antidisturbios, a pesar de haberse demostrado excesivamente nocivas e incontrolables, y varias asociaciones de derechos humanos llevan tiempo en campaña pidiendo su prohibición.

Parece un sainete, pero es la política española que se exhibe a diario. Y son demasiadas veces los medios públicos los que alimentan esta manera de hacer y se deshacen de quienes se salgan del redil. Justo ayer lo recordaba, echando de menos a Jesús Cintora hablando claro en la franja del mediodía en la televisión pública, mientras por la noche promocionaban al ultraderechista relamiéndose los dedos. Todos felices y comiendo perdices.

También lo pensé cuando leí que una joven de 21 años iba a ser juzgada porque la policía dice que lanzó una botella durante las protestas contra el encarcelamiento de Pablo Hasel en València. Le piden seis años de prisión. Además, la policía añade que, tras ser arrestada, se quitó las esposas e hizo que un agente se lesionara al caerse persiguiéndola. Una fantástica acrobacia que podría ilustrar perfectamente el relato que, unos desde los medios y otros desde las tribunas políticas, intentan vendernos todos los días, donde los ultras son celebrities, los manifestantes son Houdinis, y los periodistas de los grandes grupos mediáticos nunca son considerados activistas.

Al día siguiente de dicha manifestación participé en una tertulia sobre el tema en la televisión pública valenciana. Critiqué las cargas policiales (cuyas imágenes mostraban una actuación absolutamente desproporcionada) y pedí en directo explicaciones a la Delegación del Gobierno, que había rechazado hacer declaraciones al programa o intervenir en el debate. Fue la última vez que me llamaron de esta televisión para una tertulia.

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