Otras miradas

Las sirenas son blancas de toda la vida

Gloria Santiago

Diputada de Unidas Podemos y vicepresidenta del Parlament de les Illes Balears

Ariel en la nueva adaptación de Disney
Ariel en la nueva adaptación de Disney

En 1989 las películas venían en VHS, gobernaba Felipe González, se podía fumar en los aviones y Los Rebeldes encabezaban la lista de los 40 Principales. Los movimientos antirracista, feminista, o el colectivo LGTBI tenían un apoyo residual porque estaban socialmente estigmatizados. En las escuelas no se hablaba de Rosa Parks sentada en el autobús y, muy de pasada, se contaba que Clara Campoamor consiguió el voto femenino. La mayoría de la gente no sabía de Victoria Santa Cruz o de Mary Wollstonecraft.

Eran otros tiempos, pero la vida corre y el impulso de la apertura educativa, la globalización -en su mejor versión- y el empoderamiento social, propiciarían, muchos años después, las intensas reivindicaciones del Black Lives Matter, del Love is Love y del Me too. La lucha conjunta por los derechos humanos torció el brazo a lo establecido y terminó ordenando unos nuevos valores fundamentales.

Gran parte del planeta avanzó con estos movimientos hasta una mejor posición y con las demás personas; pero otros cuantos decidieron quedarse en el 89. En ese año salió la película de Disney La Sirenita y se convirtió de inmediato en mi favorita. Pasaba los veranos en la playa imaginando ser Ariel y, por supuesto, soñaba con vivir una historia "de amor" como la suya.

Por aquel entonces, el canon de belleza hegemónico era excluyente. Ariel era blanca sin discusión ni debate. Inclusión era un término aún muy lejano, con el que la sociedad y las políticas públicas no se habían comprometido demasiado.

Esta semana, miles de personas se han quejado de que en el trailer de La Sirenita, la nueva película que saldrá en 2023, resulta que Ariel es negra. Aún hay quienes no permiten a Rosa Parks subir al autobús. Parece que el asunto del color, que ha enfurecido a muchos adultos, entre niñas y niños no va a generar debate alguno. Sin embargo, las niñas negras han recibido la posibilidad de verse nadando por los océanos sin sentir la carga del cliché cinematográfico con las personas negras.

Además, según se dice, la película tendrá otro final alternativo al de 1989. Es posible que las niñas de hoy no vean con tristeza cómo Ariel tiene que renunciar a su familia, a sus amigos y a su mundo para casarse con Eric. Es posible que, gracias al movimiento feminista, las niñas ya no escuchen a Úrsula decir en una de las canciones principales de la película: "Admirada tú serás si callada siempre estás. ¡Sujeta bien tu lengua y triunfarás, Ariel!".

Similar palangana de odio recibió la película de animación de Buzz Ligthtyear porque salen dos mujeres besándose. Esta vez le tocó al colectivo LGTBI. Miles de personas rabiaron en contra de ese cauto, dulce y sencillo beso porque ponía en peligro -decían- la heterosexualidad de sus hijos e hijas. Lo que pasa es que anhelas el VHS y pretendes que tus hijos también lo hagan; pero tus hijos son mejores que tú.

Lo son porque la lucha por la justicia social ha corregido la realidad y ha conseguido avances para el conjunto. Por eso las reivindicaciones de los movimientos feministas, LGTBI y antirracistas se han llevado a las escuelas, están en los libros de texto y son los valores socialmente más aceptados en nuestro país. Eso es una victoria y un orgullo. Si no quieres que tu hijo o tu hija aprenda de igualdad entre personas, de empoderamiento femenino o de respeto a la diversidad sexual, pues no tengas hijos. Porque prohibirles ver Buzz Lightyear no va garantizar su heterosexualidad y ya no se van a creer que las sirenas son blancas de toda la vida.

Al otro lado, quienes estamos en el presente tenemos claro que una sirena negra será admirada e imitada por niños y niñas de todos los colores. Y que Ariel seguirá siendo la misma tipa curiosa que me robó el corazón cuando era pequeña, esa criatura mágica e intrépida que ahora nada mucho más lejos porque nos tiene a todas al lado.

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