Otras miradas

Pedro Sánchez se la juega en su vuelo sin motor

Félix Bornstein

Abogado

Félix Bornstein
Abogado

Todos pensábamos que la caída electoral del PSOE había tocado suelo. En los comicios de 2011, el tándem Rodríguez Zapatero-Pérez Rubalcaba puso al partido contra las cuerdas. Bajo su batuta, los socialistas cosecharon los peores resultados desde la restauración de la democracia. Como parecía imposible que el partido fundado por Pablo Iglesias Posse descendiera hasta las zahúrdas de Plutón, incluso los afiliados más pesimistas apostaron después por la revancha. Tras haber caído tan bajo, se imponía de suyo un rebote del PSOE en la siguiente contienda.

Un fracaso inesperado siempre desconcierta al ejército humillado por la derrota. Y el desconcierto cómo no, produce una fase más o menos larga de titubeos entre los mandos para que la tropa no huya en desbandada. La moral de los soldados necesita, para levantar sus ánimos, un nuevo Estado Mayor y un Jefe carismático. Es una urgencia que lleva su tiempo porque no se trata de ganar escaramuzas y no todo el mundo vale para regalar a los uniformados un botín jugoso y suficiente hasta para el penúltimo de los reclutas.

Transcurría el año 2014 cuando el desconocido Pedro Sánchez dijo a sus rivales "dejadme solo, que aquí estoy yo". La mayoría de la militancia le hizo el pasillo y así concurrieron los socialistas, juntos pero revueltos, a la impactante jornada del 20 de diciembre de 2015. El tortazo electoral fue mayúsculo. Batiendo el record negativo de Pérez Rubalcaba, el PSOE se desplomó hasta los 90 diputados. No sólo contemplaba ahora el Palacio de la Moncloa desde la lejanía de los cerros de Úbeda. También sufría las dentelladas que a izquierda y derecha le daban los jóvenes y desinhibidos Pablo Iglesias Turrión y Albert Rivera para descarnar los dos flancos del viejo partido socialista. Y, como todo son calamidades en la casa del pobre, los dioses menores de la propia familia reforzaron su estrategia de acoso y derribo del imberbe y lampiño Pedro Sánchez. Resumo lo obvio: atrapado en medio de los mordiscos de sus rivales externos y las zancadillas de Susana Díaz, don Pedro se mareaba por falta de oxígeno. Y con su persona, también se asfixiaba la organización que dirige, en peligro cierto de derrumbe como la clave de bóveda que ha sido dentro del sistema de partidos español; y ahora mismo ve amenazada su preeminencia en la izquierda por el círculo sanitario trazado  a su alrededor por Pablo Iglesias Turrión y Alberto Garzón para arrebatarle el voto progresista que le queda. La historia -Pedro y el lobo- se repite.

Pedro Sánchez pretendió librarse de esta camisa de fuerza pidiendo socorro a Ciudadanos. El intento de huída al país de los sueños, que en mi opinión no carecía de interés, estaba de antemano condenado a la melancolía que sienten los cazadores cuando se les escapa el trofeo que codician. La aritmética, como el algodón, no engaña. Es una ciencia exacta y los números del 20 D han sido un enemigo implacable de las florituras realizadas por el aula regia de un frágil secretario general. Si Pedro se vuelve a equivocar, entrará modestamente en los anales del PSOE con el apodo de Pedro el Breve, secundando así a Pipino, rey efímero de los francos.

Pero a los ciudadanos, excepto si son forofos de las corridas taurinas, los personalismos nos importan poco. Lo que realmente nos interesa es nuestro futuro, que se malogrará si no prospera el futuro colectivo del país. Para salir del caos actual, es indispensable que los diferentes partidos nos ofrezcan, según los gustos políticos de cada uno, un esfuerzo de realismos y generosidad en las próximas elecciones del 26 de junio. Naturalmente, el PSOE incluido.

Si los socialistas no quieren desaparecer como una opción política efectiva, necesitan imperiosamente reiniciar el vuelo. Con Pedro Sánchez (si no lo liquidan antes) o sin él, el PSOE debe tocar las claves de la aeronáutica política moderna. Debe apoyar sin fisuras y sin guerras intestinas a un candidato que represente el papel de los hermanos Wright, la pareja que hace más de un siglo inventó el arte práctico de la aviación. Con motor, se entiende. Para los Wright fueron irreversibles los experimentos de Otto Lilienthal, el célebre pionero alemán del vuelo sin motor. Los Wright habrían seguido fabricando bicicletas si el inventor alemán no hubiera nacido. Lilienthal se estrelló con su aeroplano el 9 de agosto de 1896. Falleció el día siguiente en una clínica de Berlín. Según el historiador Henry Combs (Kill Devil Hill, Londres, 1980), las últimas palabras de Otto fueron las siguientes: "Hacen falta sacrificios".

Si el PSOE aguanta el órdago electoral de sus adversarios y contiene sus batallitas internas, contraerá una deuda impagable con el pionero Pedro Sánchez. Esté o no al mando de la nave el 26 de junio (incluso estrellándose en su última aventura, que parece lo más probable), sus trabajos y fatigas anteriores no habrán sido en vano. Como poco merecerá la gloria póstuma del martirio por su vuelo sin motor en la fallida investidura pactada con Rivera. Siempre que su partido conserve la oportunidad de decir algo sustancial después del 26 J, obviamente. Si no, todos los socialistas se irán de vacaciones indefinidas con el IMSERSO. En política, como en el Código Penal, una conducta se califica o no como delito según los resultados que produce.

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