Otras miradas

Navidad, realfooding y TCA’s

Manuel Romero Fernández

Director del Instituto de Estudios Culturales y Cambio Social (IECCS)

Carlos Ríos con su libro en la mano.
Carlos Ríos con su libro en la mano.

La Navidad nos acecha un año más. Cada día están más cerca las reuniones familiares y de colegas y, con ellas, las comilonas y las borracheras. Dicho así, a cualquiera le parecería un planazo. Sin embargo, también son fechas muy jodidas para todas aquellas personas que tenemos una relación problemática con la comida y la imagen corporal, por decirlo de una manera cordial. En mi caso particular, tengo la suerte de afirmar que, después de mucho trabajo personal y profesional, es algo que ya no me afecta como antes, aunque esto no es como salir de un resfriado, no se cura de una vez por todas y desaparece, siempre queda algo en el inconsciente que rebrota y nos hace rumiar. Dicho esto, no es mi intención ofrecer en este artículo una serie de consejos para hacer las navidades más soportables, ya que no sabría por dónde empezar. Me apetecía hablar sobre algo con lo que estoy familiarizado, además de por mi propia experiencia personal, también por mi faceta como sociólogo e investigador, los trastornos de la conducta alimentaria, y ponerlo en relación con una tendencia en alza en los últimos tiempos que puede resultar especialmente dañina en esta época del año: el realfooding.

En el último lustro, especialmente desde la llegada de la pandemia y con ella la obsesión por no engordar sin salir del salón de casa, se ha popularizado el movimiento que promueve la "comida real".

El modo de darse a conocer y crecer fue el mismo que el de cualquier fenómeno viral de protesta, llamar la atención sobre algo y colgarlo en redes sociales. En este caso, consistía en acudir a supermercados y/o evidenciar los contenidos nocivos presentes en el etiquetado de los productos que consumimos. No obstante, esta idea y este gesto estaban tocando algunas teclas y logrando hacer mella sobre un malestar difuso con la alimentación que es mucho más profundo.

El propio nombre ya nos da una pista. ¿Qué quiere decir eso de "comida real"? ¿Acaso hay alguna comida que no lo sea? A nadie le extrañará que ante la sensación generalizada de estar completamente alienados respecto al proceso de elaboración y producción de los alimentos, un movimiento que lo denuncie y promueva un tipo de alimentación alternativa pueda tener éxito. Su líder es un chico joven y carismático, Carlos Ríos, un nutricionista con habilidades para comunicar al que, en mi opinión, le ha desbordado por completo la popularidad. Más que un nutricionista al uso, si vemos cualquiera de sus redes sociales, se presenta como una suerte de gurú espiritual que promueve no únicamente el consumo de determinados alimentos saludables, sino un estilo y una forma de vida en su conjunto.

Antes de continuar, y de que su comunidad de realfooders encuentre motivos para vilipendiarme, me parece importante destacar algo, y es que Carlos Ríos tiene razón en muchas de las cosas que denuncia. Este es para mi el motivo principal de la notoriedad del "movimiento". Para poner mis palabras en contexto, habría que tener en cuenta algunos factores socioeconómicos en relación con la alimentación y la imagen corporal. En primer lugar, mientras que la cesta de la compra se encarece, dado que el precio de los alimentos no para de aumentar, los salarios siguen cayendo en picado[1], lo que tiene como consecuencia lógica el aumento del consumo de alimentos de peor calidad. Por otro lado, existe a día de hoy, y desde hace ya algún tiempo, un malestar creciente con respecto a los hábitos alimenticios y las industrias alimentarias que no estaban siendo atendidos por los organismos públicos –recordemos que el 20% de los adolescentes en España tiene problemas de obesidad[2]. Por último, las exigencias corporales son asfixiantes y todavía se tiende a asociar un cuerpo delgado con un cuerpo saludable y bonito, lo que debería escandalizar a cualquiera. Ahora bien, la forma de abordar los problemas por parte del "realfooding" no solo es que pueda resultar ineficaz, sino que también contribuye a crear nuevos malestares y a ahondar aún más sobre algunos de los ya presentes entre nosotras, como en el caso de los trastornos de la conducta alimentaria.

En su labor de azote implacable contra la industria de los alimentos ultraprocesados, Carlos Ríos utiliza un lenguaje con resonancias conspiranoicas cuanto menos problemático. En prácticamente todas sus publicaciones en redes sociales podemos encontrar menciones a "LA MATRIX" como sinónimo del complejo industrial de los ultraprocesados, "EL PLAN" para hacer referencia a sus propósitos y objetivos, o "EL DESPERTAR" como una supuesta toma de consciencia. Si antes decía que más que un nutricionista su líder es un gurú espiritual es porque nadie que no tuviera la percepción de serlo le hablaría a su comunidad de seguidores de guiarlos en el camino hacia "LA VERDADERA LIBERTAD".

La utilización de este tipo de lenguaje es bastante común en redes sociales y me atrevería a decir que responde a un tipo de desorientación generalizada. Me explico: vivimos en sociedades reticulares hipercomplejas, por lo que, ante la ausencia de un rostro visible al que señalar como responsable del malestar social, se proyecta un enemigo que lo dirige todo desde las sombras –para profundizar en esto os recomiendo el artículo "El mapa del calamar"[3], escrito por mi compañero Pepe Tesoro. De cualquier forma, por mucho que hayas localizado un problema y hayas señalado a un enemigo, si no tienes la capacidad de conocer el problema en su complejidad difícilmente podrás ofrecer soluciones reales que le hagan frente. Así se explicaría mejor porque la forma en la que el realfooding ha decidido combatir a la industria de los ultraprocesados es... ¡haciéndoles la competencia con un catálogo de productos de "comida real"! Un negocio, por otro lado, cuanto menos lucrativo. Dicho esto, sería un error igualmente conspiranoico pensar que todo esto estaba orquestado desde el principio, simplemente habrá sido el resultado del devenir de los acontecimientos y la oportunidad de intervenir sobre un nicho de mercado aún por explotar.

Además de un lenguaje con claros ecos de la teoría de la conspiración, también es frecuente el empleo de metáforas bélicas. Entender la alimentación como una batalla en la que hay alimentos que serían nuestros aliados mientras que otros serían nuestros enemigos puede tener consecuencias terriblemente perjudiciales. Esta caracterización conduce automáticamente a dividir a la población en dos bandos: por un lado, los realfooders, que serían algo así como los buenos de la película, y, por el otro, aquellas personas que no comen "comida real" y que, por lo tanto, serían cómplices o víctimas de la industria de los ultraprocesados. Huelga decir que esto puede derivar en conductas de hostigamiento público –un ejemplo paradigmático es el polémico vídeo en el que el propio Carlos Ríos contaba el número de calorías mientras una chica ponía mayonesa en su bocadillo para terminar diciendo: ¡1200 calorías de mayonesa de mierda! Además, los efectos de esta división de los alimentos puede tener efectos muy negativos sobre nuestra forma de alimentarnos y, por supuesto, sobre nuestra salud mental.

Lo que en un principio podría ser algo positivo, tener un mayor control sobre lo que comemos, es susceptible de derivar en conductas de hipervigilancia sobre el cuerpo y la alimentación y terminar por hacernos inflexibles al consumo de determinados alimentos. Es importante recordar que nadie se levanta un día y, como por sorpresa, padece una anorexia. El TCA es la culminación de todo un proceso que comienza desarrollando comportamientos restrictivos y afectos nocivos con los alimentos y la imagen corporal, como el sentimiento de culpa o las conductas de compensación, y que se manifiesta en fuertes episodios de ansiedad y actitudes obsesivo-compulsivas. Ya hay pequeños estudios que demuestran que el realfooding puede implicar los mismos factores de riesgo para desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria que cualquier otra dieta restrictiva, además de toda una colección de testimonios de personas afectadas[4].

Ahora que las Navidades están aquí, todas deberíamos ser conscientes de que los TCA son un problema ampliamente extendido por toda la capilaridad social. Estos van formándose poco a poco, comienzan con malestares a priori insignificantes y cuando nos queremos dar cuenta, ya es demasiado tarde. Por eso es fundamental que aprendamos a manejar la tensión entre nosotras y nuestro contexto, que seamos más flexibles y más amables con los cuerpos y con la alimentación, el nuestro y el de las demás, y a la vez que seamos implacables con aquellos que producen nuestro malestar en sus diferentes formas, con los que definen la economía política de nuestros cuerpos, desde la industria de los alimentos ultraprocesados a la última tendencia viral en redes sociales.

 

¡Felices fiestas a todes!

[1] https://www.eldiario.es/economia/salarios-reales-sufren-mayor-caida-40-anos-empresas-superan-beneficios-previos-covid_1_9640752.html

[2] https://www.eldiario.es/sociedad/problema-espana-tenga-40-sobrepeso-obesidad-infantil-mayoria-vida_1_8003466.html

[3] https://www.ieccs.es/post/el-mapa-del-calamar-fredric-jameson-y-las-nuevas-distopias-coreanas

[4] https://www.eldiario.es/sociedad/comida-real-acaba-ansiedad-culpa-trastornos-alimentacion_1_8191376.html

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