Otras miradas

El cara a cara de Palestina contra un titán llamado mundo

Rashid Khalidi

Escritor estadounidense de origen palestino-libanés, historiador experto en Oriente Medio y titular de la cátedra Edward Said de Estudios Árabes de la Universidad de Columbia

Miembros de las Brigadas Al-Quds, el ala militar del Movimiento de la Jihad Islámica en Palestina, participan en una manifestación que marca el primer aniversario de la crisis entre Israel y Palestina. Foto: Yousef Masoud/SOPA Imágenes vía ZUMA Press Wire/dpa
Miembros de las Brigadas Al-Quds, el ala militar del Movimiento de la Jihad Islámica en Palestina, participan en una manifestación que marca el primer aniversario de la crisis entre Israel y Palestina. Foto: Yousef Masoud/SOPA Imágenes vía ZUMA Press Wire/dpa

Este artículo forma parte del prólogo del libro Palestina. Cien años de colonialismo y resistencia, editado por la editorial Capitán Swing

Es un placer poder presentar esta obra a los lectores españoles en lo que parece ser un momento especialmente tenso en la evolución de la cuestión Palestina. En los últimos dos años el mundo ha presenciado un repunte de sucesivos brotes de violencia en Palestina e Israel. 

El estallido de 2021 se desencadenó a raíz de una serie de provocaciones israelíes producidas en Jerusalén en mayo de ese mismo año, entre ellas la sistemática violación de las normas establecidas desde hace largo tiempo que prohíben los rezos judíos en lugares sagrados islámicos y los intentos de los colonos israelíes de apoderarse de una serie de viviendas palestinas en el barrio de Sheij Yarrah de la ciudad. A lo largo de 2021, a medida que la situación se deterioraba, casi trescientos palestinos de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Oeste y el territorio israelí murieron a manos de las fuerzas israelíes, la mayoría civiles y más de sesenta y cinco de ellos niños, mientras que en Israel murieron doce personas. Este recrudecimiento de la violencia incluyó el que era el cuarto ataque masivo aéreo y terrestre israelí contra la bloqueada y asediada Franja de Gaza desde 2008, prolongando el desigual enfrentamiento entre los militantes palestinos y el poderoso ejército israelí. 

Al mismo tiempo, ese año tampoco se redujo en nada la violencia cotidiana, de baja intensidad pero constante, ligada a la ocupación ilegal israelí de Cisjordania y Jerusalén Este (y a su asfixiante control sobre la Franja de Gaza), que ha afligido a los palestinos que viven allí de manera ininterrumpida durante los cincuenta y cinco años transcurridos desde 1967, y que constituye la ocupación militar continuada más larga de la historia moderna. 

En 2022, tras una serie de ataques a civiles llevados a cabo en territorio israelí por palestinos de la Cisjordania ocupada, el ejército y los servicios de seguridad de Israel lanzaron una salvaje campaña que comportó asesinatos de militantes, la muerte gratuita de transeúntes inocentes, detenciones masivas, demoliciones de viviendas, y cierres y toques de queda impuestos en pueblos, ciudades, campos de refugiados y barrios urbanos enteros. Los principales objetivos eran los centros de resistencia a la ocupación de las zonas septentrionales de Cisjordania, especialmente Yenín y su campo de refugiados cercano, y la ciudad de Naplusa, además de los pueblos de los alrededores. El área de Yenín y Naplusa fue testigo con frecuencia de incursiones diurnas o nocturnas. 

En ocasiones, las fuerzas de seguridad de la cada vez más desprestigiada Autoridad Palestina colaboraron con las fuerzas israelíes en la detención de militantes, aunque esta connivencia con el odiado opresor colonial se vio limitada por la casi unánime indignación popular palestina. La campaña militar israelí iniciada en la primavera de 2022 vino acompañada de un aumento de la violencia generalizada de los colonos israelíes armados en Cisjordania, que, entre otros desmanes, han talado olivos, atacado viviendas, coches y negocios palestinos, y maltratado brutalmente a agricultores y adolescentes palestinos. 

En 2022 también se han producido nuevas usurpaciones violentas por parte de colonos apoyados por las fuerzas de seguridad israelíes en viviendas y propiedades palestinas en los barrios jerosolimitanos de Sheij Yarrah y Shuafat, y nuevas profanaciones por parte de colonos religiosos extremistas de lugares sagrados musulmanes y cristianos en Jerusalén, mientras que el asfixiante asedio y bloqueo de Gaza se ha mantenido inalterable. Israel sigue infligiendo castigos colectivos a gran escala en forma de toques de queda impuestos a barrios urbanos o pueblos enteros, a veces durante días, o de voladuras de viviendas plurifamiliares como represalia por el presunto acto de un solo individuo.

Mientras tanto, Shireen Abu Akleh, conocida corresponsal de televisión de Al Jazeera, murió a manos de un francotirador israelí mientras cubría las incursiones del ejército de Israel en Yenín en mayo de 2022. Su muerte, calificada de asesinato por múltiples investigaciones de organismos pro derechos humanos internacionales, israelíes y palestinos, provocó una oleada de indignación tanto entre los palestinos como en el mundo árabe y a escala internacional, pero no ha suscitado ninguna respuesta de la administración Biden a pesar de que era ciudadana estadounidense. 

Desde principios de 2022 han perecido más de un centenar de palestinos de Cisjordania (cuarenta en las zonas septentrionales del territorio), la mayoría civiles desarmados y decenas de ellos menores, y más de un millar han resultado heridos —lo que representa el mayor número de víctimas en quince años—, mientras que han muerto un total de trece israelíes. En el mismo periodo, Israel ha demolido casi seiscientas estructuras, desplazando por la fuerza a muchos centenares de palestinos, mientras que varios centenares más se han visto sometidos a una detención administrativa sin cargos, sentencia ni juicio. 

En respuesta a las asfixiantes condiciones de la ocupación y a la violencia de los colonos, la resistencia Palestina, tanto de carácter violento como no violento, se ha intensificado en Cisjordania y en Jerusalén. En lo que constituye un hecho relativamente novedoso, en septiembre y octubre de 2022 se han producido numerosos ataques de militantes palestinos armados contra el ejército de ocupación israelí, en los que han muerto cuatro soldados y varios más han resultado heridos. Independientemente de cómo se desarrollen los acontecimientos en un futuro próximo, es posible que los episodios de los dos últimos años tengan un resultado distinto de los que los han precedido. 

Los palestinos, dondequiera que se encuentren —en la Jerusalén Este árabe y la Cisjordania ocupadas; en la asediada Franja de Gaza; en territorio israelí, o en la diáspora palestina—, han respondido a los acontecimientos de los últimos dos años con un nivel de unidad sin precedentes a nivel popular. A escala mundial, esos acontecimientos y esta muestra de unidad popular palestina, pese a la desunión e incoherencia que prevalecen en el ámbito oficial entre las facciones políticas y en la Autoridad Palestina, han propiciado un reconocimiento global de las realidades presentes sobre el terreno. Son realidades de discriminación sistémica, de opresión y desposesión —en una palabra: propias del llamado colonialismo de ocupación—, que no pueden seguir siendo ignoradas. 

Los jóvenes y las personas con conciencia de todo el mundo han manifestado su solidaridad en respuesta a las imágenes surgidas en diferentes partes de Palestina y difundidas a través de las redes sociales y los medios alternativos, y de las que en ocasiones incluso se han hecho eco los grandes medios de comunicación corporativos, como ocurrió con el asesinato de Shireen Abu Akleh. Como consecuencia, en muchas partes del mundo el discurso público ha empezado a cambiar, y ello pese a los incesantes esfuerzos por adornar la imagen de Israel y por calumniar y silenciar a quienes piden apoyo a los derechos de los palestinos. 

Espero que este libro contribuya ni que sea un poco a influir positivamente en el discurso público sobre Palestina predominante en España. En él expongo los antecedentes históricos de los acontecimientos violentos de los dos últimos años y de anteriores estallidos de violencia producidos en Palestina y contra los palestinos en otros lugares, explicando algunas de las dinámicas subyacentes que han estado en juego durante muchas décadas. 

En el texto que sigue a continuación sostengo que este no es un «conflicto» entre dos partes equiparables. No empezó con la ocupación del territorio palestino y de otros territorios árabes en la guerra de junio de 1967; ni siquiera con la guerra de 1948 que llevó a la expulsión de 750.000 palestinos de sus hogares al establecerse el Estado de Israel sobre las ruinas de su sociedad, en lo que los palestinos denominan la Nakba, o «Catástrofe». Antes bien pongo de relieve que estos episodios forman parte de una guerra sistemática —aunque intermitente— contra Palestina que se prolonga desde hace más de un siglo. 

Esta guerra, cuyo objetivo es desposeer al pueblo palestino y transformar su patria en un hogar nacional exclusivo para los judíos, tampoco forma parte de una lucha sempiterna, como afirman algunos. De hecho, tiene sus orígenes en el auge del movimiento sionista a finales del siglo xix. Surgido en respuesta a la virulencia del antiguo antisemitismo europeo, el sionismo era un proyecto de ocupación colonial tanto como nacionalista. En pocas palabras: en aras de su objetivo de crear un Estado judío, el sionismo pretendía convertir la tierra de Palestina en la tierra de Israel, en palabras de uno de los fundadores del moderno sionismo político, Zeev Jabotinsky. 

Tras buscar en vano otros patrocinadores, con la Declaración Balfour de 1917 el movimiento sionista consiguió el apoyo del Imperio británico para su proyecto de ocupación colonial; y fue este, durante su Mandato sobre Palestina, el que inició la guerra contra el pueblo palestino que se ha prolongado hasta hoy. Desde entonces, el movimiento sionista y su vástago, el Estado de Israel, siempre han contado con el apoyo ilimitado de las principales potencias mundiales, sobre todo de Estados Unidos. Por ello, en este libro sostengo que Estados Unidos, el Reino Unido y otros Estados europeos que han apoyado sistemáticamente a Israel no son, ni han sido nunca, espectadores ni intermediarios honestos. Antes al contrario: con sus generosos suministros de armas, su apoyo diplomático, su ayuda financiera y benéfica, sus enormes inversiones en Israel y sus estrechas relaciones comerciales con dicho país, son parte —y plenamente cómplices— de la constante opresión de los palestinos. 

En este libro he intentado situar los acontecimientos de Palestina en su contexto global e histórico, clarificar el hecho de que dichos acontecimientos forman parte de la larga y desigual batalla del pueblo palestino para resistir a su desposesión, e ilustrar unas realidades normalmente oscurecidas por la cobertura de los medios de comunicación convencionales y por una nube de desinformación, propaganda y mitos. 

Aunque me he basado en una extensa investigación documental realizada en diversos archivos a lo largo de muchos años, también he recurrido a otro tipo de materiales como memorias y documentos privados legados por miembros de mi familia y de otras que desempeñaron diversos papeles en los acontecimientos que describo o fueron testigos de ellos. La guerra de los cien años contra Palestina incluye, además, muchos elementos extraídos de mis propias experiencias personales a lo largo de varias décadas, en el marco de un esfuerzo por explicar estas realidades a personas no expertas desde una perspectiva palestina de una manera clara y accesible. Confío en que los lectores españoles sabrán apreciar ese esfuerzo.

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