Otras miradas

La mesa de los acuerdos a la altura de la espinilla

Marta Nebot

escultura de Gerardo Armesto titulada El Lugar de los Acuerdos
Escultura de Gerardo Armesto titulada El Lugar de los Acuerdos

En el ayuntamiento de Vitoria hay una escultura de Gerardo Armesto titulada El Lugar de los Acuerdos desde 2021. Tiene forma de mesa baja cuadrada con algunas aberturas en su interior y mucho simbolismo.

El alcalde del Partido Nacionalista Vasco, Gorka Urtaran, que gobierna la ciudad en coalición con el Partido Socialista de Euskadi, la presentó en el pleno del estado de la ciudad con estas palabras: "Esta mesa, este lugar de los acuerdos es un lugar donde nada malo puede ocurrir y este es el mensaje que os quiero trasladar".

Hay que reconocer que el PNV de acordar sabe muchísimo, aunque el mensaje del alcalde, como demuestra la actualidad, no sea extrapolable a todos los sitios.

Supongo que decidió colocarla en un lugar de honor, a los pies de las grandes escaleras del consistorio, por lo trascendental que es el acuerdo para este partido.

Un año y medio después, recientemente, la mesa de los acuerdos volvió a ser noticia. La policía local en su informe anual sobre la seguridad del edificio señaló que tenía que "insistir" en que hay que cambiarla de sitio porque "ha protagonizado varios tropiezos y caídas en las que incluso alguna ha necesitado asistencia hospitalaria".

Más allá de la anécdota de los tropiezos, en la foto de esta obra de arte se aprecian dos asientos próximos al borde de un abismo. Caer por él significaría estamparse contra el suelo. Al lado de este precipicio hay otra abertura del mismo tamaño pero con red de seguridad, una especie de doble fondo a mitad de camino. Por ahí la caída no sería mortal y sí reversible; desde ahí se podría volver a los asientos.

En estos momentos toda la historia de esta mesa señala al Consejo de Ministros. Porque el PNV nunca –que yo sepa– se ha descalabrado con una negociación. Sin embargo, la izquierda tiene un historial larguísimo de políticas y políticos malogrados o incluso muertos –políticamente–, por negociaciones con los menos lejanos.

¿No convendría que trajeran esa mesa a la Moncloa? Porque lo hecho, hecho está, y ya han caído un poco tod@s, como responsables colegiados que son. La cuestión es cómo arreglarlo y cómo volver a sentarse en sus sillas alejándose del precipicio al que nunca debieron asomarse tanto. Si cae alguno, caerán los dos, y con ellos todos los progresistas, al menos por cuatro años. Con lo que ha hecho social y políticamente este Gobierno, perder por no resolver una negociación interna sería más que imperdonable, sería estúpido.

Un abogado de izquierdas, no sospechoso de tener partido preferido, me contaba esta semana que está defendiendo a una menor que fue agredida sexualmente. Con la ley como está, a pesar de que la menor tenía marcas de violencia, como no son extremas solo pueden aspirar a una pena de 4 a 12 años. Con la modificación del articulado pasarían a ser de 7 a 15. A la menor ya la están interrogando sobre su vida sexual anterior, sobre si consintió o no y cómo le hicieron esas heridas. Los interrogatorios son inevitables, me cuenta este abogado. La presunción de inocencia y la necesidad de llegar a hechos probados los hace imprescindibles con el articulado que sea. La sensibilidad del juez y lo que considere o no ser sensible no se puede imponer por ley, me confirma. Las horquillas de penas sí, y eso les obliga.

Así que, por favor, ¿pueden juntar lo mejor de las dos propuestas: consentimiento en el centro, sin modificar el articulado para los casos de agresiones sexuales sin violencia, el 178, 178.1 y 178.2, y penas más taxativas para los casos con violencia, para evitar que los jueces los penen con menos de lo que podrían, como ya están haciendo? ¿Y podrían complementar esta legislación invirtiendo a la vez en formación para jueces y en la creación de juzgados específicos? ¿Evitarán que cada nueva agredida, si consigue que sentencien a su agresor, lo haga sabiendo que le podían haber caído más años con la ley anterior? No creo que más cárcel signifique menos agresiones, pero sí creo que si no querían ni quieren rebajar penas, tienen que demostrarlo porque a la sociedad y a las víctimas sí que les importa.

Olviden los deslices, incluido el brutal de la ministra de Justicia y "las heridas". A estas alturas no importan.

Ojalá esta mesa vasca tan metafórica y tan oportuna haga reflexionar a ambos ministerios, al consejo entero y a la izquierda enterita. Una mesa de negociación mal encarada puede descalabrar gobiernos y proyectos. Por favor, arréglenlo y pongan la mesa de negociación en su sitio;  que no sea el PP el que arregle este lío.

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