Otras miradas

¿Qué polarización?

Noelia Adánez

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología

¿Qué polarización?
Una bandera con simbología franquista en una manifestación contra el Gobierno de Pedro Sánchez, en Cibeles, a 21 de enero de 2023, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

Cada vez encuentro más irritante leer y oír hablar de "polarización" para describir la situación política que atraviesan sociedades como la española y otras de nuestro entorno. Creo que una de las principales victorias de las derechas tras la dichosa batalla cultural ha consistido en instalar ese marco en la canija ventana a través de la que contemplamos el mundo.

Las izquierdas en España no lograrán renovar el Gobierno mientras no sean capaces de romperlo. Evidentemente no se trata de romper con la lógica de la confrontación -la competencia es consustancial a la democracia- sino con la idea de que hay dos opuestos o contrarios flotando en el universo sin atmósfera que es la política española. No es eso lo que está pasando.

Las izquierdas no solo no se han radicalizado, sino que desde el 15M el partido político que para bien y para mal recogió el fruto del momento de mayor efervescencia política izquierdista de nuestra historia democrática, Podemos, ha llegado a las instituciones del Estado acordando y pactando su Gobierno con una formación tan poco sospechosa de radicalidad como el PSOE.

Los partidos que integran el Gobierno de coalición no confrontan con las derechas en España desde posiciones extremistas o radicales; y no ha habido nada extremista ni radical en su acción de gobierno.

Las leyes y los presupuestos aprobados estos tres años han requerido negociaciones, acuerdos y apoyos externos al Gobierno de coalición. No existe una deriva social comunista del Gobierno de España, pero los bulos y la desinformación, la ausencia de una cultura democrática en los cuadros renovados del Partido Popular tras la caída de M. Rajoy y el crecimiento de la ultraderecha, han logrado transmitir a una parte del electorado la idea de que Pedro Sánchez es un traidor, un dictador, un presidente ilegítimo y un vendido a la agenda "radical" de Podemos; un partido, por otra parte, cuya presencia en el Gobierno le da una orientación socialdemócrata que quizá de otro modo no tendría.

¿Es radical ser socialdemócrata? ¿Acaso nos estamos radicalizando las votantes feministas y socialdemócratas? Es evidente que no y es evidente también que no es presentable imputar radicalismo a la defensa del Estado del bienestar, a las políticas de ampliación de derechos de minorías sociales o de las mujeres, a las medidas que procuran una mayor progresividad fiscal, a las que suponen un incremento de la inversión social o a las que garantizan mejores condiciones de vidas a las trabajadoras y las mayorías sociales. Si por el lado de las izquierdas no ha habido radicalización de ningún tipo, ¿de qué polarización estamos hablando?

Reformulemos la pregunta. ¿A quién beneficia el marco de la polarización? A las derechas, porque hablar de polarización es pasar por alto que la oposición, con el Partido Popular al frente, ha elaborado un discurso consistente en ridiculizar y deshumanizar al adversario, en negar la legitimidad día sí y día también de un Gobierno nacido de un acuerdo en las Cortes y en desobedecer el mandato constitucional de renovación del órgano de Gobierno de la justicia.

Bajo el mantra de la polarización perdemos la perspectiva de que el Partido Popular se ha opuesto a leyes que amplían derechos porque sus referencias morales en el siglo XXI emanan del ala hardcore de la iglesia católica y porque sus socios de ultraderecha les han comido el bocado, y están a ver si son liberal conservadores o tradicionalistas. Mientras en el PP se deciden por ser una cosa u otra se evidencia que quieren el poder para defender los intereses de la "gente de bien".

En los territorios en los que gobiernan -pongamos que hablo de Madrid, desde donde escribo- el Partido Popular ha facilitado la especulación de empresas como Blackstone (gente de bien) o la explotación de otras como Glovo (gente de muchísimo bien); y ha llevado a cabo una acción sistemática y cada vez menos sutil de desmantelamiento de la sanidad pública, uno de los pilares fundamentales del Estado del Bienestar junto con la educación, que ya está mayoritariamente en manos privadas (un 40% de los estudiantes de mi región acuden a la pública. El PP sí que sabe cómo manufacturar votantes).

Por no mencionar a toda la gente de bien a la que el Gobierno de Ayuso ha beneficiado con contratos y comisiones, los negocios con empresas y familiares en los que nuestros recursos y nuestras vidas se han utilizado como moneda de cambio.

En las anteriores elecciones en Madrid, la actual presidenta obtuvo un resultado espectacular con un eslogan de campaña que, precisamente, aquilataba el marco de la polarización. La gente que votó a Ayuso (comunismo o libertad) refrendó el marco. ¿A quién aprovecha el discurso de la polarización? A las derechas que, investidas de la misión, como dijo el otro día José Luis Martínez Almeida -el otrora portavoz nacional del PP- de "salvar España", necesitan hablar de polarización para generar desconfianza y justificar su "cruzada".

Es importante combatir los bulos y rendir cuentas, explicar la acción de gobierno con inteligencia y rigor pero, además, o las izquierdas combaten el marco de la polarización o quedarán atrapadas en la ilusión que genera. Hay tiempo.

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