Otras miradas

Ramón, Dolores Ibárruri no te lo perdonaría

Noelia Adánez

Doctora en Ciencias Políticas

Ramón, Dolores Ibárruri no te lo perdonaría
Imagen de archivo de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, saludando puño en alto. EFE

Escribo sobre la moción de censura que nos han infligido con una mezcla de pereza y cabreo y lo hago como damnificada por una cultura política, la de la Transición, que si bien pudo facilitar la institucionalización de la democracia en España mediante una Constitución, lo hizo a costa de sacralizar una manera de estar en el espacio público de la que el candidato propuesto por la ultraderecha a la presidencia del gobierno Ramón Tamames ha hecho gala estos dos días.

Una forma de estar consistente en apelar a quien se es por lo que se acumula (capital intelectual y, no nos engañemos, material) para exigir reconocimiento, para apalancar un autoritarismo desde el que pide a los demás oradores brevedad en sus discursos, para interrumpir y exigir que la moción se utilice como a él más conviene a efectos de legitimar su presentación como candidato de la ultraderecha para presidir el gobierno del Estado sin programa ni intención de hacerlo.

Estas maneras políticas son, en realidad, bastante incompatibles con la democracia y si han convivido con ellas hasta hace no mucho tiempo, creo que desde al menos el movimiento del 15 M aquella visión oligárquica y patrimonial de la política resultó herida de gravedad. Ramón Tamames no parece entenderlo, porque sigue creyendo que la democracia es una cosa que hicieron "ellos": los próceres, los prohombres, los padres.

Señores como Tamames no han hecho otra cosa que pontificar, durante cuarenta años, desde poltronas en las que estaban sin reunir más méritos que el de sus "santos huevos". Lo han hecho en los parlamentos y en las universidades y ha habido que tragar y rendirles pleitesía, reconocerles su compromiso con la libertad y la democracia y seguir tragando mientras ocupaban las cátedras, los departamentos universitarios, las cúpulas y los cuadros de los partidos políticos y las columnas de opinión de los medios más importantes.


De todos estos espacios se han servido para engrandecer su patrimonio (simbólico e, insisto, material) y ensanchar sus egos, asegurar sus privilegios y seguir dando la matraca.  Y cuando se han sentido amenazados enseguida han reclamado su paternidad sobre esta gran maravilla de la que somos meras legatarias y por la que les debemos gratitud eterna. Y respeto. Ah, y obediencia.

Cómo no iba a ser Tamames un buen candidato para la moción de censura de la ultraderecha, si ésta no tiene más proyecto para España que la vuelta de nuestro país a un tiempo imaginado de prohombres, de padres, de reyes y -como mucho- por lo que a las mujeres se refiere, de reinas.

Porque con relación a las madres (a las mujeres, su papel en la política y en la historia) un ser como Ramón Tamames no tiene a mano otra referencia que la de Isabel la Católica, a quien invoca en una frase saturada de contenido para el psicoanálisis: "Para mujer ya tenemos ahí una, Isabel la Católica". Las feministas no queremos "una mujer" para reivindicarla; queremos una sociedad para ser las mujeres que nos dé la gana y si de hacer genealogías históricas se trata, ya veremos en qué lugar ponemos nosotras a la eterna candidata a santa.

Si frente a las demandas del feminismo del siglo XXI lo que sus críticos tienen que ofrecer es la reivindicación de una reina a la que nadie niega su protagonismo en la fundación de la monarquía hispana -como tampoco el carácter violento y sombrío de los instrumentos de los que se sirvió para propiciar la creación del Estado moderno- es que personajes como Tamames y partidos políticos como Vox ni están en este siglo ni se les espera.

En los dos últimos días Ramón Tamames ha demostrado que no sabe quién desde un punto de vista político porque seguramente nunca fue nada más que un oligarca del régimen nacido del 78. De ser otra cosa distinta hubiera reivindicado a una mujer sobresaliente de nuestro pasado reciente. Dolores Ibárruri no se lo perdonaría y nosotras tampoco.

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