Otras miradas

El diagnóstico PAS por internet o el nuevo horóscopo

Nagua Alba

El diagnóstico PAS por internet o el nuevo horóscopo
Belén Aguilera en el Espacio Lara de Madrid el pasado 15 de marzo.
Francisco Guerra / Europa Press

"La persona PAS es como una persona que es muy sensible. O sea, son las siglas de Persona Altamente Sensible". Así arranca PAS, la reciente colaboración de Belén Aguilera y Pimp Flaco en la que la cantante se abre y describe su vida como Persona Altamente Sensible. Cuando una amiga me envió el tema, no pude evitar sonreír al recordar aquel vídeo de animación que enumera con un ritmo de lo más pegadizo los síntomas de un stroke (si no lo conocías, de nada). Pero tras esta primera impresión, y más allá de la calidad musical en sí, lo que me llamó la atención es que era la tercera vez que escuchaba las siglas PAS en una semana: el ex de un amigo le había dicho a este que se había descubierto PAS recientemente; un colega de la infancia me llamó para explicarme que encontraba en su personalidad altamente sensible el origen de los conflictos con su familia; y ahora, Belén Aguilera, me cantaba que "para una persona PAS es demasiado". O bien se había desatado una epidemia silenciosa de alta sensibilidad, o es que el problema es otro.

Cuando Freud lo puso todo patas arriba y proclamó aquello de la mente inconsciente y de que en nuestras cabecitas pasaban cosas que escapaban a nuestro control, hizo algo bastante importante. Desde entonces, y muy especialmente en los últimos años, hablamos de salud mental y esto nos convierte en una sociedad mejor. Pero no dejo de observar cierta tendencia a la categorización e incluso la patologización en casos en los que no son necesarias (véanse "¡Uf!, cuidado con ese chico que tiene un apego evitativo de manual"; "Llevo una semana muy triste, creo que estoy deprimida" o "mi ex es todo un ejemplo de personalidad narcisista"). Cuando cursaba el último año de psicología, nuestro profesor de psicopatología nos hizo estudiar una parte del Manual Diagnóstico y Estadístico de trastornos mentales, DSM por sus siglas en inglés, de memoria. En este texto, que es algo así como la Biblia de la psicología clínica, se listan todas las patologías reconocidas por la Asociación Americana de Psiquiatría con sus respectivos síntomas. Era bien fácil, tras algunas horas de estudio, verse encajando en al menos la mitad de los cuadros clínicos descritos en el libro (siempre he dicho que la única persona realmente cuerda es aquella que no conoces lo suficiente). Y es que no hay nada más grato que insertarse en una categoría que nos defina y prediga lo que vamos a hacer. Si no, ¿de qué sigue habiendo millones de personas (entre las que me incluyo) que consultan su horóscopo cada mañana? Adiós incertidumbre. Adiós ambigüedad. Hola identidad. Hola certezas. No soy una ortodoxa, creo que no todo en psicología puede basarse en diagnósticos y trastornos, las personas son bastante más complejas que las categorías que define el DSM, aunque soy consciente de que las etiquetas, puntuaciones y definiciones pueden ser útiles a la hora de atender a la salud mental, nos ayudan a explicarnos y dan herramientas a los y las profesionales para acompañarnos en la gestión de lo que pasa en nuestras mentes. También tienen utilidad política a veces, sirven como reconocimiento de una realidad todavía silenciada y estigmatizada de la que hay que hacerse cargo tanto social como institucionalmente. El problema llega cuando todo rasgo de personalidad se categoriza o cuando toda emoción, preocupación o sentimiento se patologiza.

El exceso de categorización y la patologización traen consigo dos riesgos preocupantes. El primero es la falta de responsabilidad individual. Quien cree ser PAS porque hizo un test de internet, como quien es piscis o un 7 del eneagrama, corre el peligro de acabar pensando que "yo soy así, y así seguiré". El ex de mi amigo no le dejó de mala manera y tras meses de celos y luz de gas, es que es PAS y no podía evitarlo. Mi colega no puede hacerse cargo del cuidado de su madre porque es PAS, y ya bastante tiene. La sobrecategorización nos hace creer que nuestro estado mental y nuestra forma de relacionarnos con el mundo son inamovibles. No estamos, somos. Esta lógica borra de un plumazo tanto la responsabilidad afectiva para con los y las demás, como nuestro margen para gestionar las cosas de manera diferente. Es limitante e incapacitante.

En segundo lugar, el abuso de las etiquetas y puntuaciones es desmovilizador a nivel colectivo. Cuando nos insertamos en categorías que nos explican de manera individual, obviamos la influencia del contexto socioeconómico, que en no pocas ocasiones es fuente de malestar psicológico. Fulanito es depresivo, en vez de vive en 20m2 que difícilmente llega a pagar tras jornadas de 12 horas sirviendo copas. Menganita tiene TOC, en vez de entre el trabajo y la crianza de la que su pareja pasa, siente que está perdiendo el control de su vida. Si un problema colectivo se individualiza, se pierde la oportunidad de darle una solución social que pase por la organización y las respuestas políticas.

Según la definición de la Persona Altamente Sensible, éstas tienen mayor cantidad de neuronas espejo y por tanto mayor empatía y profundidad de pensamiento. Yo propongo que aspiremos a ser una sociedad PAS, zafándonos del ansia definitoria (recomiendo consultar a diario los vaticinios de Esperanza Gracia y dejar los diagnósticos a la gente colegiada) y apostando por empatizar y cuidarnos colectivamente un poquito más, entendiendo, por un lado, que los afectos de nuestro entorno no deben sernos ajenos. Y por otro, que muchos malestares se resolverían con políticas que garanticen vidas dignas. Para los demás, solo hay una receta: sanidad pública de calidad.

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