Otras miradas

Ortega Smith y el síndrome de Anuel

Israel Merino

Ortega Smith y el síndrome de Anuel
A la izquierda el político de Vox Ortega Smith (Europa Press); a la derecha el trapero Anuel AA (EFE),

Ir de gangsta matón mola mucho. Si no, que se lo pregunten a los traperos. O a los políticos de Vox.

Estas últimas semanas, estamos observando con incrédulo voyerismo un espectáculo que, como mínimo, podríamos calificar de bochornoso (y esto no ha hecho más que empezar, pues todavía queda un rato largo de campaña electoral de aquí al 28-M).

Resulta que Javier Ortega-Smith, el exsecretario general de Vox relevado por Abascal que ahora se busca las habichuelas (ja, ja, ja) como candidato a la alcaldía de Madrid, está llevando a la práctica una campaña un tantito agresiva para, no sé, supongo que captar el voto de los testosterónicos que verían en John Wayne una figura moderada para liderar un espacio de centroderecha.

El candidato, que, pienso, a lo mejor encajaría más en la carrera electoral para ser Sheriff de Pitnik, Colorado, se está grabando enfrentándose de aquella forma – por decir algo – con supuestos enemigos de la patria española.

Entre las dadaístas performances que los jóvenes adictos a TikTok nos encontramos bicheando la red social, se ha podido ver a Ortega Smith yendo a un piso okupado a gritarle a un chaval que el día 28 de mayo, cuando él recupere Madrid (¿?), lo sacará de allí.

La escena, que parece una pelea en una discoteca en la que un colega agarra a otro para que no se zurre pero que luego, al soltarlo, se queda clavado en el suelo, se desarrolla con Javier en la calle y el chaval, aguantándose la risa para no desbordar el pis por el balcón, en la primera planta.

En cierto momento, al ver Smith que el muchacho está a punto de sacar un saco de palomitas para disfrutar de semejante sitcom escrita por un jefe de gabinete que no ha dormido demasiado bien, el de Vox, arriesgando su integridad física por estar separados solo por veinte metros y la altura del edificio, se "encara" desde la distancia con él y le grita un "a que subo y te lo explico" (premio a mejor actor de reparto en los Feroz 2024; bravo y bravo y bravo).

En otro vídeo, este quizás más deleznable que el anterior, se ve al alcaldable en el parque del Retiro, completamente desprotegido (si no contamos a los dos escoltas con tres metros de envergadura de hombro a hombro que lo acompañan, claro) y enfrentándose a un peligrosísimo grupo de manteros que está vendiendo unos bolsos de imitación.

Frente a la cámara, se ve a Smith acercándose a uno de ellos para preguntarle quién es su líder, momento que aprovechan los demás para largarse y el de Vox para "perseguir" (con zancaditas y sin correr, no nos cansemos) y preguntarles que dónde van, que se queden allí.

Estos vídeos, que se han hecho virales por la incredulidad, coña y rabia que han provocado en la audiencia, demuestran cómo este señor pretende venderse como el gran justiciero de Madrid, como el tipo gris, a lo Cid Campeador, que busca restablecer el orden y la ley con su sablecito por las calles de la villa. Sin embargo, a mí estos vídeos me han recordado más al videoclip de un trapero.

En El Síndrome de Anuel, una canción que el rapero Foyone le dedica al Jincho, otro cantante del género, el primero insulta al segundo diciendo que todo lo que cuenta en sus canciones es mentira; que esa calle, esa violencia y esa actitud de pandillero peligroso que muestra no es más que una pose para quedar de tipo duro y vender discos (el nombre de la canción, por cierto, viene por el trapero puertorriqueño Anuel AA, famoso por vender esta misma guisa de lumpen aun sabiéndose que es hijo del millonario vicepresidente de Sony Music PR).

Vamos, que a mí todo lo de Ortega Smith me recuerda, más que a la campaña de un político que quiere acabar con la peligrosidad de una ciudad (una de las más seguras del mundo, por cierto), al falso matonismo del rapero del tres al cuarto que quiere ir de tipo duro, de capo de su barrio, pero que no es más que un simple bullying que no tiene ni idea de los auténticos problemas de la calle. De hecho, me parece una campaña mal tirada.

Se nota que el político ultraderechista está desfasadillo en cuanto a tendencias callejeras se refiere, pues lo que se lleva ahora no es el rollo de pistolero del salvaje oeste, sino el de gángster trapero.

Si realmente quiere fingir ser un tipo duro, debe plantearse cambiar de estilo. Yo creo que lo idóneo sería convocar a la prensa y aparecer vestido de OG (original gangsta) a lo drillero chungo, con el cuello planchao de yelo (cadenas de oro) y drifteando (derrapando) en un buen coche de capo, quizá un Cadillac Scalade o un Mercedes G Wagon.

Además, yo de él cambiaría el discurso; dejaría de decirle al chaval okupa "el 28 de mayo voy a volver aquí con la Policía" para soltarle un buen "llegaremos 30 golfos de negro al veneu y yo seré el más bueno de todos ellos, skereeeee"; también, a los manteros, les cambiaría ese intimidatorio "no os vayáis" por, se me ocurre, "hoy vamo' a salir a cazar porque me levanté con el diablo trepa'o".

Ya que quiere ir de matón que se mete con los más vulnerables, que al menos lo haga como está de moda ahora (real hasta la muerte, prrr).

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