Otras miradas

A Yolanda le falta un enemigo

Pablo Batalla Cueto

Periodista

La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en un acto de Sumar en Las Palmas. Foto: Ángel Medina G. / EFE
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en un acto de Sumar en Las Palmas. Foto: Ángel Medina G. / EFE

Una turbamulta de neonazis vigoréxicos desfilando por las calles de Barcelona, llamando «puta» a la alcaldesa de la ciudad, es una escena espantosa, de ninguna de las maneras celebrable, pero ha venido a proporcionarle un cierto balón de oxígeno a Ada Colau; a sus perspectivas electorales antes declinantes. Es uno de los dos adversarios de caricatura que han venido a proporcionárselo. El otro es Xavier Trias, una encarnación viva -mucho más que otros perfiles convergentes más jóvenes y equívocos- de la gran burguesía catalana de toda la vida, convocatoria fácil del recuerdo del bullir de movimientos sociales de los años de la crisis de 2008, del cual es hija Colau; aquel que hizo salir a Artur Mas del Parlament en helicóptero. Trias dice que están en juego dos modelos antagónicos de ciudad: el suyo y el de Colau. Y con esa enemistad zoroástrica de la que queda apartado todo otro contendiente devuelve el aura contestataria a quien arribó al Ayuntamiento diciendo exactamente lo mismo, pero después desilusionó a la parte más idealista de su electorado. La capital catalana continúa siendo una ciudad cara y hostil, asfixiada por dinámicas de gentrificación y turistificación, porque desde un Ayuntamiento no se puede acabar con ello, pero Colau vino a prometer -al menos a no templar las ilusiones de- que se podía acabar con ello. Trias, el burgués Trias, pone rostro a esas tendencias. En cuanto a Desokupa, su amenazante manifestación ilustra negro sobre blanco que hay un enemigo que no es para tomarse a broma, ni al que beneficiar con maximalismos abstencionistas.

De la política dijo célebre y certeramente el nazi Schmitt que va de delimitar amigos y enemigos. Colau ya tiene enemigo; ese ténebre Otro frente a cuya negrura alzar la luz propia. Yolanda Díaz, en cambio, porfía en no tenerlo. El tono de sus últimos mítines se ha ido volviendo más cañero, más vibrante; ha ido adquiriendo una conciencia crucial que no tenía: al electorado socialista al que claramente se busca seducir con el tono amable y las apelaciones al diálogo, la escucha y la moderación no le gusta sentirse dialogante, escuchador y moderado, sino parte, también él, de combates homéricos por la justicia social, arrancamiento de conquistas luminosas a poderosos reticentes. No siempre la gente ondea la bandera de lo que es, no siempre lo etic coincide con lo emic, no suele coincidir de hecho, y aunque, de facto, el PSOE represente el centro político en España -el único verdadero que ha habido en este país-, a sus votantes también les gusta, y también lo persiguen, el chute de dopamina de la épica. Pedro Sánchez demuestra comprenderlo bien cuando agarra el micrófono en una plaza de toros abarrotada y con voz no apacible, sino tonante hasta el extremo del gallo, proclama que «el Partido Socialista Obrero Español» -nombrado así, con la ristra completa de sus extemporáneos apellidos- es el partido del matrimonio igualitario, el sistema nacional de salud o el fin de ETA. Épica.

Díaz va comprendiéndolo también. Pero sigue faltándole un adversario. El del PSOE, desde los tiempos de Felipe González, es lo carca. Juan Andrade historia magníficamente, en El PCE y el PSOE en (la) transición, el proceso por el cual el partido socialista se derechizó en aquellos años invistiéndose de un mecanismo de compensación, la modernización de España, evanescente y sin embargo efectivo Santo Grial que lo mismo significaba el sistema nacional de salud que el desmantelamiento industrial y convertir al país en aquel del mundo en el que -Carlos Solchaga dixit- fuera más fácil hacerse rico. El truco dura hasta hoy. Lo moderno y lo carca siguen siendo el amigo y el enemigo schmittianos del PSOE. Podemos también tiene su enemigo codeterminador: las cloacas. Bromea Germán P. Montañés en Twitter que el partido morado se ha convertido ya en un single-issue party, un partido de un solo tema, como el PACMA con los animales, o los partidos de pensionistas, pero con Ferreras. Con esa cloaca que ha sucedido a la trama, que sucedió a la casta, tránsito semánticamente elocuente -permítasenos la digresión- entre tres imágenes que son en realidad la misma, una metáfora de lo mismo -una red, un sistema, un régimen-, pero ubicadas en planos distintos. Una casta es algo que está arriba. Una trama es algo que está a ras de suelo. Y unas cloacas son algo que está debajo. En la época casta, estando a ras de suelo, la pretensión era asaltar los cielos: acabar con el sistema. En la época trama, habiendo renunciado al cielo, conquistar al menos el suelo: mantener el sistema, pero gobernarlo. Ahora ya se trata de permanecer en el suelo; de no ser devorado por monstruos subterráneos.

Yolanda necesita un adversario y ese adversario no puede ser el no-diálogo o la no-escucha. Nadie murió gritando «¡viva la escucha!» a su pelotón de fusilamiento. Los conceptos políticos -Schmitt otra vez- son reformulaciones modernas de los teológicos. Toda política es, debe presentarse como, una cruzada, aunque sea una cruzada light, de proximidad, y necesita su Jerusalén que conquistar. Todas necesitan su Deus vult.

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