Otras miradas

Debatir en democracia, una “excentricidad” para el Partido Popular

Pedro López López

Profesor de la Universidad Complutense

El líder de PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante la última jornada de la 38 reunión del Cercle d’Economia, en el Hotel W de Barcelona. -DAVID ZORRAKINO / Europa Press
El líder de PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene durante la última jornada de la 38 reunión del Cercle d’Economia, en el Hotel W de Barcelona. -DAVID ZORRAKINO / Europa Press

La degradación del modelo democrático que tenemos es cada día más irritante, en consonancia con el modelo capitalista que sufrimos, que no está dispuesto a soportar los "excesos" democráticos. En concreto, el modelo viene a ser «vote usted cada cuatro años y déjenos en paz con nuestros negocios», que no es que sea novedoso del último lustro precisamente. El capitalismo disimula, pero cada vez le es más complicado convivir con la democracia.

Habermas habla de tres modelos de democracia: el liberal, el republicano y el deliberativo. Para el liberal, el debate sobra, basta con votar cada cuatro años soportando la propaganda electoral unas semanas y celebrar la "fiesta de la democracia", esa es toda la participación de la ciudadanía. El modelo republicano reclama una ciudadanía participativa, para lo que hacen falta más cauces de participación, tener el DNI y votar cada cuatro años no es suficiente, sino que en ese caso podría hablarse de una "democracia sin ciudadanos", una contradicción in terminis. Por último, el modelo deliberativo valora especialmente los procesos de discusión (deliberación) para la formación de la opinión pública, institución fundamental en una democracia, lo que requiere, desde luego, participación ciudadana.

El modelo neoliberal que soportamos persigue asfixiar al ciudadano mutándole en el papel exclusivo de consumidor perteneciente a una sociedad atomizada, sin vínculos sociales en la realidad (otra cosa es la "realidad" de las redes sociales). Aparte de la propaganda, con frecuencia mentirosa e incluso rastrera, y el deterioro de lo que alguna vez fue debate político, en ayuda de este modelo van encaminadas las leyes mordaza, en este y en otros países, la criminalización de la protesta, la obligación de comunicar a la autoridad cualquier reunión, concentración o manifestación, entendiendo (inconstitucionalmente) que la autoridad tiene que autorizar, etc. Merece la pena destacar este último punto: el artículo 21 de la Constitución dice en su punto 1 que «se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa», y en su punto 2 que «en los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que solo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes». Claro, que la policía en exclusiva decida qué es alteración del orden público contribuye a la degradación democrática que vivimos.

Como refuerzo, tenemos una prensa y una televisión en manos de la derecha y de las élites económicas y encantada de difundir las mentiras que toquen en cada momento, sea para acompañar los tambores de guerras iniciadas con mentiras, sea para propagar falsas imágenes de movimientos emancipatorios, sea metiendo miedo al personal de paso, asociando protesta con vandalismo y terrorismo, o sea alarmando con la exageración de fenómenos sociales como la okupación y la delincuencia, etc.


Con todos estos elementos, parece bastante claro que se persigue una sociedad adormecida, anestesiada, sin interés por los asuntos públicos, que es lo que nos hace ciudadanos. Es el modelo para la derecha, y así Núñez Feijóo o Borja Semper se permiten calificar de "excentricidad" celebrar seis debates de aquí al 23-J. Ya vimos en el debate de la Comunidad de Madrid la calidad de los argumentos de la presidenta, con intervenciones tipo hooligan que dan vergüenza en un país mínimamente democrático. Lo que no obsta para que inexplicablemente Madrid -Ayuntamiento y Comunidad- esté en manos de una derecha cuyo argumento principal es el insulto, la tergiversación de la realidad y la mentira pura y dura. Pero todo el PP está henchido de satisfacción viendo que los argumentos no sirven para nada y utilizando recursos retóricos entre infantiles y goebbelianos que les sirven para ganar elecciones. Están encantados con esta degradación del debate público y de la democracia, ¿hasta dónde están dispuestos a seguir en esta carrera por el vaciamiento de la democracia? Ahí está Vox para demostrar que aún queda camino.

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