Otras miradas

La izquierda ante el 23J: del fin del ciclo 15M al reto de la transición ecológica justa

Mario Ríos

Profesor asociado y doctorando en la Universitat de Girona

Los tiempos acelerados en los que vivimos nos hacen saltar de un acontecimiento a otro sin solución de continuidad e incapacitándonos para reflexionar tan sólo unos minutos sobre lo que acaba de pasar. Sin tiempo para asimilar el shock del resultado de las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, nos vemos envueltos de nuevo en campaña tras la convocatoria de elecciones generales realizada por el presidente del Gobierno.

Las municipales dejaron una nueva distribución del poder en España en la que la mayor parte de los gobiernos que las izquierdas y sus aliados -regionalistas o nacionalistas- tenían, han cambiado de manos. La suma entre PP y Vox alcanza para obtener gobierno en muchas comunidades autónomas y ciudades que podrían girar hacia la derecha provocando así una fuerte pérdida de poder territorial para los socialistas.

Sin embargo, lo más interesante está en los resultados electorales a nivel de voto. Estos nos confirman algo que las dinámicas electorales analizadas hasta la fecha ya mostraban. En primer término, el PP no está experimentando ningún crecimiento espectacular, sino que, como se lleva produciendo desde noviembre de 2019, está concentrando gran parte del voto que había optado por Ciudadanos en los anteriores comicios. El PSOE, por su parte y aunque no lo parezca, sólo sufre un ligero deterioro electoral después de estos años de gobierno, estando todavía en posición de competir por la victoria electoral o de quedarse cerca de los populares. En tercer lugar, Vox cuenta con un apoyo considerable en la sociedad española y no lo veremos hundirse electoralmente ya que, como han confirmado las últimas elecciones, sus números muestran estabilidad. Por último, la otra gran conclusión que se extrae de los resultados, y que analizaré a continuación, es que el flanco débil de la mayoría progresista actual proviene del espacio de Unidas Podemos: los números de la formación morada en estas autonómicas y municipales son claramente negativos.

Más allá de las dinámicas electorales y atendiendo a los resultados de los diferentes espacios de la izquierda transformadora, lo que certifican las municipales y autonómicas es el final del ciclo político del impugnador nacido del 15M. Todas las candidaturas nacidas al calor de las movilizaciones sociales y políticas que tuvieron lugar en 2011 han obtenido resultados peores que en 2019 siendo, en muchos casos, nefastos. El ciclo político anterior acabó y ha dejado los materiales políticos, organizativos y programáticos existentes claramente debilitados ante el nuevo contexto social y político. Por lo tanto, parece evidente que la izquierda transformadora necesita una recomposición política que la sitúe en unas nuevas coordenadas ideológicas que puedan articularse para ofrecer un horizonte de país movilizador.

Un horizonte que debe basarse, como no puede ser de otra manera, en un programa sólido, coherente con la realidad y en consonancia con el contexto político al que se enfrentan las fuerzas emancipadoras. A la izquierda no le valdrá con un eslogan repetido hasta la saciedad como ha hecho el bloque conservador en estas últimas elecciones. De hecho, la izquierda, especialmente la transformadora, se equivocará completamente si centra su campaña contra la extrema derecha o marcos similares. La alerta antifascista no ha funcionado en ninguno de los comicios que se han celebrado desde 2019. Mientras, Vox ha ido consolidando su posición cada vez con más fuerza.

De esta manera, se debe tomar otro camino. Un camino más complejo, pero con más potencialidades políticas que implique un diagnóstico y unas propuestas diferentes a las que hemos tenido hasta la fecha. Lo primero que debe hacer la candidatura unitaria de las izquierdas debe ser realizar un diagnóstico preciso de la situación política actual: aceptar que el ciclo del 15M y las demandas sociales, políticas y económicas que trajo aquella gran movilización social ya no son prioritarias. El mundo camina hacia un nuevo paradigma político, económico e internacional, y debemos visualizar las dinámicas y las oportunidades que el momento histórico nos brinda. El fetichismo por los símbolos del pasado impide analizar correctamente la realidad que nos rodea.

A nivel propositivo, la izquierda alternativa debe fijar un horizonte futuro anclado claramente en el principal elemento de transformación existente a día de hoy: la cuestión climática y las posibilidades que esta abre. En un momento de grandes incertidumbres sociales, económicas y políticas, se debe apostar por construir un futuro más justo, sostenible y democrático para la mayoría social. Esto es posible únicamente si sumamos lo mejor de la tradición emancipadora socialista y los nuevos movimientos por la justicia climática. Sólo desde un programa que apueste por una transición ecológica justa, la izquierda puede dar respuesta a los grandes retos actuales: la desigualdad, la salud de la democracia y la emergencia climática. Un programa que aúne demandas sociales y laborales con una transformación energética y ecológica de nuestras sociedades y economías. Un programa que ponga en el centro de la acción política al Estado y aproveche el retorno de esta institución para impulsar cambios y reformas cada vez más ambiciosas que tengan en el centro de toda actuación el concepto de planificación ecológica. Una izquierda que apueste nítidamente por intervenir en la economía y que lo haga para conseguir una mayor redistribución de la riqueza, un respeto por los límites ecológicos del planeta y una sociedad cohesionada en torno a lo comunitario.

Las fuerzas transformadoras deben contraponer ideas, programas y proyectos políticos tanto al repliegue identitario que ofrece la derecha, como a la aceptación tácita del status quo de la socialdemocracia. Debe imaginar, construir y crear modelos sociales alternativos que dibujen un horizonte posible para millones de ciudadanos que padecen las consecuencias de la desigualdad y que temen que el planeta se convierta en algo inhabitable. La izquierda transformadora no debe tenerle miedo a una campaña que sea fuertemente ideológica. De hecho, es la mejor herramienta contra unas opciones conservadoras cada vez más reaccionarias y una izquierda institucional sin imaginación política alguna.

En un momento de redefinición de las coordenadas políticas, sociales, económicas y culturales a escala global, sólo dando esta batalla ideológica se podrán generar programas políticos que creen amplias coaliciones políticas y electorales dispuestas a movilizarse para alcanzar sociedades más justas, sostenibles y democráticas. Si de verdad quiere salir a ganar un país, la izquierda alternativa tiene que luchar por imaginar los contornos de un nuevo futuro más justo, sostenible y democrático, y para ello solo le vale una bandera: la de la transición ecológica justa.

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