Otras miradas

El reto: recuperar la ilusión después de la suma

Anita Botwin

Había escrito unas líneas de lo que pretendía ser un artículo ilusionante que movilizara el voto de izquierdas de cara a las próximas elecciones generales, pero los últimos acontecimientos no me lo están poniendo fácil.

El viernes, y tras el veto a Irene Montero según declaraciones de Ione Belarra, por fin llegó la ansiada y esperada unidad de los partidos de izquierdas. Partiré de la base de que no soy favorable a echar a personas de un proyecto que debe ser aglutinador e ilusionante, porque es una manera de dejar fuera a mucha gente que sí se siente representada por activos que han puesto el cuerpo, como es el caso de Montero. Dicho lo cual, y partiendo de este nuevo escenario que a mí al menos no me ilusiona en exceso, voy a intentar centrarme en los retos que se nos avecinan de ahora en adelante y la falta de tiempo para acometerlos.

El objetivo con el que se encuentra Sumar es transformar el cabreo y el ruido en ilusión y esperanza a pesar de los platos rotos, los vetos y los desacuerdos.

Tras el varapalo de los resultados del 28M tocaba ponerse las pilas y hacer los deberes, pero no siempre estudiar el último día da buenos resultados.

Lo nuevo siempre ilusiona, genera curiosidad, como esas primeras veces en casi todo. Sin embargo, las segundas partes nunca fueron buenas, siempre se ha oído decir, pero la necesidad y la urgencia de frenar a la extrema derecha pueden situarnos en un escenario, si no de ilusión, sí de posibilidad o de necesidad. Ahora toca también reparar las acusaciones y las purgas para lograr el objetivo y, desde luego, no es asunto sencillo, porque tenemos un pasado y es complicado alejar el sainete y el fuego cruzado, pero es necesario que al menos las bases, los y las militantes y la ciudadanía luchemos por construir una nueva realidad social en las instituciones, pero también fuera de ellas.

Las pasadas elecciones municipales demostraron que ir separados no llevaba a otro escenario que a la desmovilización, a la desafección y al desaliento. Quedaron atrás mayorías de izquierdas que no debieron haberse perdido si se hubieran dirimido las diferencias bien personales, bien políticas o estratégicas. Ahora no quedaba más remedio, Pedro Sánchez mandó examen sorpresa de última hora y no ha quedado otra que ponerse a estudiar día y noche para sacar el mejor resultado.

Las negociaciones de esta semana no fueron muy esperanzadoras, más bien al contrario. Si bien se mantuvo bastante discreción en las mismas, algún medio se hizo eco de vetos, en Twitter había ruido de unos y otros, balas perdidas en medio de un caos que necesita mucho trabajo de reconstrucción, como siempre que ocurre una ruptura. Ahora, en la formación de formaciones tienen por delante la dura tarea de dejar atrás rencores y rencillas si el nuevo movimiento quiere ilusionar más que desmovilizar.

Después de las municipales quedó claro que la división penalizaba, pero también quedó claro que sin bases o tejido social es difícil sino imposible ganar a la derecha. Los partidos son herramientas para conseguir nuestros derechos, pero sin presión ciudadana los objetivos se antojan lejanos. No podemos esperar que el cambio venga únicamente desde arriba, sino que debemos ser la sociedad civil organizada quien reclame esos cambios que necesitamos. Si se pudo gobernar por primera vez con una fuerza a la izquierda del PSOE fue gracias a años de movilización y conciencia social y no al revés. Eso es algo de lo que carece actualmente la izquierda y eso sí que depende también de la ciudadanía. Los partidos mal que bien han negociado una suma con importantes ausencias, pero la ciudadanía debe hacer su parte si queremos que la transformación social sea real y podamos parar a los reaccionarios y la derechización de la sociedad en su conjunto.

La agenda mediática de los grandes poderes ha disparado contra líderes de izquierdas, ya sea contra Irene Montero en Madrid como contra Ada Colau en Barcelona. No explica en su totalidad los resultados electorales de las municipales, pero sí da algunas pistas. Por eso, es aún más evidente que si nos tocan a una, nos tocan a todas y que solo unidas podemos hacer frente a los grandes poderes y los intereses económicos que se afanan en seguir manteniendo el privilegio de unos pocos. Ahora, el nuevo partido debe realizar una escucha activa en los barrios, en las plazas, en los pueblos y la ciudadanía debe ser la protagonista del cambio, participando, proponiendo, haciendo suyo el proyecto. Solo así la unidad tan peleada habrá servido de algo. El reto está en volver a ilusionar e los barrios con las rentas más bajas, para que renueven su apoyo a las políticas de izquierdas.

En este matrimonio de conveniencia, donde cada uno se salva a su manera, lo más importante es saber cómo salvarán a la gente, cuál será el programa o el proyecto, porque mucho se está hablando de listas o sillones, pero poco de medidas para frenar la desigualdad social, la pobreza o la crisis climática. El ruido de la última semana con desacuerdos sonados y desavenencias personales y políticas no ayuda a que la ciudadanía confíe en sus representantes políticos, que parecen más preocupados de salvarse a sí mismos que pensar en los problemas de la gente. Eso ha de cambiar de inmediato si no quieren encontrarse en julio con una de las mayores desmovilizaciones de la izquierda.

Habrá desacuerdos, problemas internos, rencillas, pero tendrán que gestionarlo de la mejor manera, a ser posible a la interna y siendo conscientes de que el objetivo debe ser mayor que uno mismo, que se debe mandar obedeciendo, porque el compromiso  de cambiar la realidad material debe estar por encima de los intereses individuales o partidistas.

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