Otras miradas

Albufera de València: ¿último refugio o nuevo Doñana?

Papi Robles

Portavoz adjunta de Compromís en el Ayuntamiento de València

Papi Robles

Albufera de València: ¿último refugio o nuevo Doñana?
Imagen de La Albufera. (EFE/Kai Försterling)

Todos somos conscientes de como la aceleración del cambio climático, la explotación de los acuíferos y la depredación del territorio han llevado a dos zonas húmedas emblemáticas de la geografía española a un estado de degradación total. Hablo, como se pueden imaginar, de Doñana y del Mar Menor. En ambos entornos naturales hemos asistido a un abuso, en el caso de Doñana centrado en los pozos ilegales y en el del Mar Menor a la edificación masiva y la falta de aporte de agua. Dos espacios naturales que en su día fueron vergeles, hogar de gran biodiversidad acuática y aviaria, dos patrimonios únicos de Andalucía y Murcia que hoy agonizan por la planificación deficiente del territorio y una lógica extractiva desaforada.

Viendo los casos de Doñana y Murcia, podemos calificar el caso de la Albufera de València de un pequeño milagro. Si bien el parque natural de la capital valenciana ha sufrido un impacto fuerte por parte de la actividad humana en las últimas décadas (falta de aporte de agua limpia desde los ríos Júcar y Turia, desagües de aguas fecales, uso de pesticidas y otros productos químicos en los arrozales circundantes...); lo cierto es que ahora, la Albufera goza de su mejor momento ecológico de los últimos 40 años.

El "milagro valenciano" no ha aparecido de la nada. Tiene su explicación a lo largo del tiempo. Por ejemplo, mientras en el Mar Menor se edificó en toda la Manga que separa el pequeño mar del Mediterráneo; en València, los vecinos y vecinas se movilizaron en los años 80 y 90 para impedir que la Devesa del Saler (franja de tierra que separa la Albufera del Mediterráneo) acabara convertida en un erial de apartamentos de hormigón. Y lo consiguieron. Hoy la Devesa forma parte del parque natural, y los vecinos del Saler comparten espacio con patos collverds, garzas, ginetasy todo tipo de fauna y flora autóctona que sobrevivió gracias a la movilización vecinal.

La gran batalla por la conservación y regeneración de la Albufera en los últimos años ha sido el aporte de agua. Gracias al trabajo de Compromís al frente del consistorio valenciano se ha llegado a acuerdos históricos de máximos con la Confederación Hidrográfica del Júcar y la gran ganadora de la batalla ha sido sin duda la biodiversidad. Una explosión de vida ha inundado el humedal en los últimos años. Han aparecido especies de plantas que filtran y depuran el agua, que hacía más de 40 años que no se veían en el parque. Los flamencos, que hasta ahora se dejaban caer de manera ocasional en sus viajes migratorios, aparecen ahora a miles en determinadas épocas del año. De dicha explosión medioambiental se beneficia también la economía local: los pescadores de anguilas de El Palmar tienen ahora pesca en abundancia y el lago atrae ahora más turismo que nunca.

Pero el equilibrio en la Albufera es frágil. De hecho, sobre el "milagro valenciano", sobre la joya natural más grande de la capital del Turia, pende una espada de Damocles: la ampliación del Puerto de València. Una ampliación que se ha demostrado innecesaria, que se pretende llevar a cabo por parte de los grandes partidos del bipartidismo y que implicaría un incremento de tránsito de camiones por el interior de la ciudad y el parque natural del 200%.

Para ser justos, una pequeña parte de dicha ampliación ya está hecha: el dique de abrigo que ha de contener la nueva superficie de contenedores (tan grande como todo el barrio del Cabanyal junto) ya está construido. Los defensores de la ampliación aluden a él para decir que "ya está hecho y no ha pasado nada". "No ha pasado nada" significa que se está produciendo una falta de aporte de arena a las playas del sur de la ciudad que ya ha hecho retroceder la línea de costa entre 5 y 7 metros, se calcula que en los últimos 7 años las playas al sur del puerto han perdido más de 300.000 metros cúbicos de arena y los efectos del dique se hacen notar hasta a 30 kilómetros de distancia.

De seguir con esta ampliación, de llevar a cabo tal atentado contra nuestro entorno, de seguir reduciendo la línea de costa, se pondrá en riesgo no solo la vida de las personas que viven junto a la playa como las de Pinedo o el Perellonet sino la propia existencia del parque natural. La Albufera existe porque su agua dulce no se junta con la salada procedente del Mediterráneo. Si se siguen estrechando las playas el riesgo de filtraciones de agua salada desde el mar hacia el lago se disparará y en cuestión de pocos años podremos ver la Albufera convertida en una nueva Doñana, en un nuevo Mar Menor.

Tal hecho afectaría para siempre a la vida y la economía de miles de personas que viven en y del lago, los cultivos de arroz serían inviables, perdiéndose así la principal actividad económica de la zona y todo un emblema de la agricultura valenciana: el arroz. Se acabaría con modos de vida y tradiciones milenarias. Sería un atentado ecológico y cultural de primera magnitud. Además, estaríamos acabando con uno de los pocos refugios húmedos que quedan en la península y no han sido ya destrozados del todo. No podemos permitirlo. No podemos permitir que el puerto de València se amplíe a costa de nuestros agricultores, de nuestras playas, nuestro lago y nuestra gente.

Más Noticias